Dolido y resignado. Así se marchó Abel Piva del José Martín Olaeta tras el empate 2-2 ante Victoriano Arenas, donde la falta de respuesta de los jugadores sumado a los innumerables problemas extrafutbolísticos que afrontaba diariamente, llevaron al DT a dar un paso al costado mucho antes de lo él mismo hubiera imaginado.
“Así no podía seguir. Me estaba haciendo realmente mal y mi familia no merece pasar por esto”, afirmó el Toto en diálogo con El Hincha.
Menos de dos meses después de su asunción en el cargo, Piva dijo basta y se alejó de un Argentino que se encamina lenta pero inexorablemente hacia un destino aún mucho más oscuro del que ya atraviesa hoy en día en la última categoría del fútbol argentino.
Triste y derrotado. El Toto demostró siempre que su única intención era la de trabajar por y para el bien del club, aunque seguramente nunca pensó que estaría tan sólo en semejante empresa. Muchas promesas pero ninguna ayuda. Ni de la comisión directiva que encabeza Daniel Mariatti ni de nadie.
“Imaginate que después del partido me enteré que un jugador se había levantado a las 6 de la mañana para cortar el césped de la cancha. Trabajó hasta el mediodía y con el calor que hacía ayer (por el sábado). Y a las 17 salió a jugar el partido. No lo podía creer”, expresó el técnico.
Y no quiso profundizar más. “No quiero levantar polémica en contra de nadie. Ya no tengo ni ganas ni fuerza”, aseguró un desconsolado Abel Piva.
“Más allá de que los resultados no estaban acompañando, también había un montón de cuestiones extrafutbolísticas por corregir. Éramos muy pocos poniéndole el pecho a una situación insostenible”, sentenció Piva.
Abatido y por la puerta de atrás. Así finalizó el vínculo de uno de los pocos ídolos auténticos que tiene el club. El cariño y la pasión por la camiseta no alcanzaron ni por asomo para hacerle frente a la severa crisis institucional que atraviesa Argentino.
“Yo me hago responsable por la campaña que veníamos haciendo. De 12 puntos sacamos 2 y por supuesto que no era lo que esperábamos. Ojalá que el próximo que venga tenga más suerte”, finalizó diciendo el Toto.
Rendido y desconsolado. Apenas cuatro partidos duraron las energías y la ilusión de Abel Piva, quien cuando asumió soñaba con liderar al Sala hacia un futuro mejor en el campeonato de Primera D.
Vana fue su esperanza de poder ser de ayuda. Nunca sospechó que hacer las cosas con humildad, seriedad y entereza derivarían en un final tan abrupto e intempestivo como el que vivió el sábado en el Olaeta. Y su única intención era la darle una mano al club. Lástima que no todos en Argentino trabajan por lo mismo.