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“Volvimos a ser un país atractivo para científicos”

La viceministra de Ciencia de la Nación, Ruth Ladenheim, destaca el regreso de investigadores al país.

La viceministra de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Ruth Ladenheim, explicó qué se está haciendo, y desde qué enfoque, en diálogo con Télam, para construir un sistema nacional de innovación vinculado a la matriz productiva.

—¿Cómo se logra conformar un verdadero sistema nacional de innovación tecnológica?

—Bueno, ése es nuestro gran desafío: tratar de articular esto que llamamos “sistema nacional de innovación”. ¿Y qué significa? Un sistema implica que los actores actúan entre sí de manera regular. Es decir, que tienen el hábito organizado y sistemático de interactuar y generar proyectos conjuntos. Estamos hablando de actores que provienen del sistema científico, del sector privado –fundamentalmente empresas– y nosotros, el gobierno nacional y los gobiernos provinciales.

—¿Y cómo se hace para poner en marcha esta lógica entre actores tan diversos?

—Nuestro ministerio, por un lado, ha rejerarquizado y fortalecido el sistema científico en sí mismo, porque es imposible tener una buena articulación en un sistema si los actores están debilitados. O sea, uno de los aspectos importantes es contar con una masa crítica de científicos bien formados y con una edad promedio más joven. Venimos de años en los que, lamentablemente, la ciencia fue vapuleada, minimizada y hubo mucha fuga de cerebros.

—¿En qué cosas concretas se visibiliza el cambio?

—Un resultado concreto de la gestión es que, a través del financiamiento sistemático de proyectos científicos; de un plan de infraestructura para reequipar los laboratorios y la incorporación de recursos humanos, hemos logrado atraer a los científicos argentinos que, en un momento dado de sus carreras, habían decidido dejar el país. Eso significa que volvimos a ser atractivos para los argentinos y también para científicos de otros países que deciden hacer una pasantía en nuestro país. Este es un primer paso para lograr un verdadero sistema de innovación.

—¿Cuál es el segundo paso?

—Tener actores del sector privado que sean capaces de introducir innovaciones. Para eso se requiere, en términos macroeconómicos, de una estabilidad que permita que las distintas empresas privadas puedan planificar a mediano y largo plazo proyectos de investigación e innovación. Esto es, justamente, lo que se ha logrado desde 2003. Hoy pensamos que las condiciones están mucho más cerca de estar dadas para generar estos círculos virtuosos en distintos sectores importantes de nuestra economía. Es decir, para que se concreten estas innovaciones y para que nuestras producciones y exportaciones sean más competitivas. Para que podamos competir, no sólo porque tenemos un tipo de cambio favorable y porque nuestro empleo se vende barato en el mundo, sino porque también somos capaces de avanzar y ofrecer productos de mayor valor agregado en las distintas cadenas de valor globalizadas. Esto implica también formar recursos humanos y ofrecer empleos mejor calificados. Y ese es, justamente, el círculo virtuoso que genera mayor competitividad en nuestra economía.

—¿Hay sectores que ya lo están logrando?

—Sí, se están formando consorcios publico-privado que nosotros mismos estamos cofinanciando en conjunto con actores privados.

—¿Por ejemplo?

—En el sector farmacéutico, por ejemplo, hay empresas argentinas que están cofinanciando con el aporte del gobierno proyectos para producir proteínas recombinantes y anticuerpos monoclonales. Estos son productos biotecnológicos muy complejos y hoy la Argentina tiene la capacidad de avanzar en este tipo de desarrollos. Otro caso se da en el sector agroindustrial, donde ya tenemos algunas pymes y otras empresas más grandes que están financiando con nosotros proyectos para producir alimentos funcionales, como yogures y quesos prebióticos.

—¿Algún otro caso destacado?

—Sí, en el área de la salud hay empresas co-invirtiendo con nuestro ministerio para el desarrollo de kits de diagnóstico de algunas enfermedades que tienen todavía alguna prevalencia en Argentina. Por ejemplo, kits para poder detectar tempranamente la transmisión madre-hijo del chagas. Este es un ejemplo importante, porque tenemos participación del sector privado, pero al mismo tiempo es un tema que tiene un gran impacto social. Y siempre es importante juntar estos dos objetivos.

—¿Cuántos consorcios público-privado hay?

—En este momento, hay 35 consorcios publico-privados ya aprobados en diversas áreas.

—¿Un sistema de generación de conocimientos siempre tiene que ser concebido como un motor del desarrollo económico?

—Absolutamente. El conocimiento es un motor para generar núcleos de desarrollo que son importantes para poder actuar en esto que buscamos como país, que es un modelo de mayor valor agregado, de mayor generación de empleo y empleo de mayor calidad.

—Pero esto que parece tan obvio, no siempre fue así…

—Exactamente. Yo diría que es una visión que se tiene concretamente desde el 2003. Porque antes teníamos un sistema científico librado a su propia lógica. Los científicos entonces buscaban financiamiento como podían. En general, lo hacían con fuentes externas, muchas veces adecuando sus temas de investigación a las prioridades que estaban establecidas en otros lados y no en el propio país. Y yo creo que se logró revertir esta situación, porque pasamos de una inversión en investigación y desarrollo de 1500 millones de pesos en el año 2003 a casi 9 mil millones en 2011. Es decir, que se multiplicó por cuatro o cinco veces esa inversión. De la misma manera, hemos más que duplicado la cantidad de jóvenes y becarios que hacen investigación en la Argentina. Y casi se duplica también la cantidad de investigadores. Todos los parámetros han aumentado muchísimo, y por eso somos nuevamente un país atractivo para venir a hacer investigación aquí. Pero, al mismo tiempo que reforzamos este sistema científico, también tratamos de orientarlo crecientemente a las prioridades de nuestras demandas tecnológicas en el sector productivo. Esta es una necesidad que muchos países desarrollados e incluso los países que se desarrollaron recientemente ya hicieron: conectar su sistema de producción de conocimiento con las prioridades de su matriz productiva.

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