Por Miguel Passarini
La musicalidad sin fronteras como un norte cercano y posible, la certeza de un oído prodigioso, el profesionalismo que todo lo puede (aún cuando los problemas de sonido intenten boicotearla) y un puñado de canciones que transitan historias vividas o narradas, son algunos de los pilares de la propuesta de la cantante española Olga Román, que el sábado último pasó y llenó la sala Lavardén, acompañada por un cuarteto de músicos compuesto por bajo, guitarra, teclado y percusión, para confirmar, también en Rosario, en el marco de su primera gira nacional, que allá lejos y hace tiempo quedó su pasó de más de una década como compañía vocal de su compatriota Joaquín Sabina.
“Cuando la voz de Sabina se hacía cenizas, aparecía esta mujer con su hilo de oro”, dijo poco antes del show de Román el cantautor rosarino Pedro Reñé, quien abrió la noche con tres de su canciones y presentó parte de su disco doble Nos y Otros, haciendo gala de su ingenioso “pedritófono”, una pequeña cajita rellena con arroz que, repartida en la platea, sirvió a modo de objeto de percusión, y que a lo largo de la noche tendría un protagonismo inesperado.
Luego, tras el paso del porteño Hernán Lerner, en parte responsable de la visita de Román al país que comenzó el jueves en el porteño ND / Ateneo y que anoche continuó en la ciudad de Santa Fe (luego vienen Río Cuarto, San Luis, Mendoza, Córdoba, Mar del Plata y Bahía Blanca), llegó el turno de la española, quien por algo más de una hora y media de show, repasó sus tres discos: Vueltas y vueltas, Olga Román 2 y Seguir caminando, su último material editado en 2011.
El show comenzó con “Un par de cosas que hacer”, con el que abre su último CD, en el marco de una velada donde se escucharon, de su primer registro editado en 2001, piezas tales como “Te querré”, “Nada es suficiente” y “No da igual”, para dar paso, del segundo, fechado en 2005, a “Brindis”, “Como si nada”, “Ahora ya ves”, “Apareces”, “Eso y todo lo contrario”, “Un día particular” y “Me asomo”, que también grabó Juan Carlos Baglietto, algo que, según dijo, la llenó de orgullo.
En el medio, se lucieron canciones de su último material, del que participaron Sabina, y los cubanos Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, tales como la referida “Un par de cosas que hacer”, “Que sí, que no”, “Seguir caminando”, “Margarita”, la más “sabinera” de todas (de hecho, el cantautor aporta su voz en esa canción), “Desde entonces”, “No me digas cómo”, “He soñado”, “Me esperas” y “Eh! morena”.
Las bellas letras de Juan Uría, quien compone especialmente para la cantante desde su segundo registro, y que abrevan en una poética agridulce, donde la universalidad de encuentros y desencuentros parecieran fundamentar cada una de las estrofas, encontraron en la música de Román la sonoridad exacta, la métrica precisa, en composiciones que lejos de cualquier prejuicio, muestran su multiplicidad de influencias. Es allí donde brillan los reflejos del jazz y el soul de sus años en la Escuela Berklee de Estados Unidos, la bossa nova y los sonidos del Brasil que tanto la seducen (“yo no sé porqué no soy brasileña”, se preguntó en un pasaje del show), el flamenco y la música de su tierra, y hasta las diferentes aristas del folclore latinoamericano, entre la tradición y la revisión, dado que todos estos géneros juntos conviven y dibujan una cadencia tan propia como singular, tan agradable como infrecuente, que a veces coquetea con el pop pero que, por suerte, sabe alejarse a tiempo.
Así, sutil y atenta a los más pequeños detalles de percusión que pasaron por sus manos, y en medio de los problemas de sonido que tuvo que afrontar a lo largo de todo el show, el “pedritófono” fue la excusa perfecta para una pequeña improvisación mientras las cosas volvían a su lugar, en el marco de una noche mágica, de comunión, de agradecimientos y de la profusión de la propuesta de una verdadera “hacedora de canciones” que encontró en Reñé y Lerner a dos grandes compañeros de ruta.
Algo más de una docena de canciones después, y con la certeza (y el compromiso) de estar “en la ciudad de Fito, Baglietto y Messi”, tal como expresó promediando el show, a la hora de los bises, y cuando se calentaba la platea que casi al unísono le pedía a gritos “Ahora ya ves” (que cantó al final) y ni pensaba en abandonar la sala, Román tomó por asalto el piano y regaló una hermosa versión de “Canción del jangadero”, de Falú y Dávalos, en la que su voz pareció tomar prestada la sonoridad del río Paraná que había recorrido unas horas antes y que la había maravillado. Ya estaba escrito: lo de Román y Rosario fue un amor a primera vista, el romance está iniciado, ahora sólo falta que ella regrese.