Mario Barletta no es un radical que tenga vocación de hacer acuerdos políticos con otros partidos. Al menos a nivel nacional. El actual presidente de la centenaria agrupación se encarga de decir a quien quiera escucharlo que en la UCR son “acuerdistas”, pero que este no es el momento. “No hay en agenda ninguna reunión ni con Mauricio Macri ni con Hermes Binner”, dijo esta semana a los suyos luego de haber recorrido las provincias de Chaco, Corrientes, Tucumán y San Juan en campaña de resucitación de la mística boina blanca.
Negar de manera tan terminante encuentros con el jefe de gobierno de la Capital Federal y con el ex gobernador de Santa Fe es marcar la cancha para los movimientos internos de su partido que, por caminos bien separados, buscan alianzas con vistas a 2015. Hay radicales de la provincia de Buenos Aires que dicen que la única alternativa que les queda es pensar en el PRO. Basta ver a intendentes como el de Junín, Mario Meoni, que sobreactuó sus abrazos con Macri al sellar acuerdos municipales, corriéndose de su tradición cobista e incluso cercana al kirchnerismo. A esto, Barletta quiere ponerle coto con sus discursos ante las autoridades del Comité Nacional o en las organizaciones de base. “Mario y Mauricio no se quieren. Se desconfían y se ven muy lejos en sus ideales políticos”, grafica uno de los asesores del ex intendente de Santa Fe. Un operador del hombre PRO es más tajante respecto del presidente radical: “Cuando se haga conocido por sus afiliados, hablamos”.
Con Hermes Binner la cosa es distinta. “El Frente Cívico en Santa Fe todavía sigue funcionando”, confirma el mismo asesor. Todavía, se remarca. Desde el costado del ex rector de la Universidad Nacional del Litoral se está reclamando más participación en el gobierno de Santa Fe y darle institucionalidad a la alianza. ¿Qué es esto? “Una especie de órgano suprapartidario que termine con el dedo decisor de Hermes. Todo no puede ser pensamiento único”, explica la misma fuente.
La prolijidad (para muchos anodina) en las expresiones públicas de Barletta sobre su relación con Binner no ocultan un cierto subtexto de reclamo. Hay que ser un orfebre de la exégesis para entender el malestar. “A Hermes lo veo menos ahora. Me suelo encontrar más en Buenos Aires con (Rubén) Giustiniani”, confía a los suyos el titular de la UCR. Allí se muestran todavía las heridas de la interna en las que perdió la chance de ser gobernador a manos de Antonio Bonfatti. El radical cree que los socialistas incumplieron la promesa de alternar las aspiraciones a la Casa Gris que, según él mismo, se habían pactado de palabra sentados a la mesa del comedor de su propia casa.
Si hay acuerdo en Santa Fe, ¿puede aparecer en la Nación? A Barletta no le seduce su sello partidario al lado del Frente Amplio Progresista.
Radicales rosarinos
“Yo ya estoy acostumbrado a ser el loco malo del partido”, le dijo Jorge Rosario Boasso a uno de sus jóvenes colaboradores en el Concejo. “Así y todo voy a buscar el consenso para no llegar con listas separadas en las elecciones internas de abril. No tiene sentido semejante desgaste”, concluyó el concejal.
Este polémico edil amortigua las críticas que pueden hacérsele a su estilo y a su verba con votos. En las elecciones internas obtuvo, personalmente, más de 110.000 sufragios. ¿Qué otros correligionarios pueden exhibir semejante cosecha? Por citar a los más conocidos, Néstor Trigueros ocupa la Secretaría de Coordinación Municipal de Gabinete (“un cargo de lujo discernido a dedo”, dicen desde las huestes de Boasso) y el otro radical, desconsiderado por Jorge Rosario por su funcionalidad permanente con el Ejecutivo socialista, es Gonzalo del Cerro, que recibió 2.719 votos cuando se presentó a elecciones. Es cierto que este último sigue teniendo su banca en el Concejo invocando el nombre y la convicción de don Arturo Illia.
La relación de Boasso con Mario Barletta es buena pero no luce tan fluida como hasta el año pasado. El presidente del partido es mesurado, extremadamente cauto y poco afecto a las definiciones tajantes. Boasso es exactamente lo contrario: sanguíneo, frontal (a veces desbocado) y nada “tiempista”. Por sólo poner un ejemplo, el edil rosarino cree que Ricardo Alfonsín es un lastre para la UCR que hay que dejar atrás cuanto antes. El ex intendente de Santa Fe prefiere decir en privado que “Ricardito tiene tiempo para revalidar títulos en la interna de su provincia y decidir cuál es su futuro”.
Tampoco coinciden en las valoraciones que tienen sobre la gestión de Antonio Bonfatti. Boasso reclama a voz en cuello por la inseguridad, especialmente en Rosario, por la poca gestión en obras de fondo y por el modo dogmático con el que se destrata a las opiniones divergentes del socialismo, sea en la política como en los medios de comunicación. Barletta evita todo adjetivo descalificativo y abre siempre la chance de una mejor comunicación a futuro.
Punto polémico de encuentro
Esta semana sí coincidieron ambos en una mirada crítica al proyecto de otro radical sobre la despenalización de drogas para uso personal. Ricardo Gil Lavedra introdujo la iniciativa en la Cámara de Diputados y los dos santafesinos pusieron sus reparos. No les gusta la idea.
De hecho, desde el lado no partidario, cabría preguntarse si es el tiempo de poner en debate una ley que protege un evidente derecho individual: drogarse como acción privada exenta de la autoridad de los magistrados.
Si es cierto que cualquier filosofía libertaria sostiene esta facultad, aun cuando ejercerla implique el deterioro físico irreparable de quien la asuma, la pregunta que surge es saber si no se trata de una discusión propia de un país avanzado que no tiene que ver con las prioridades de un territorio que todavía conoce del subdesarrollo en cuanto a la satisfacción de las necesidades más elementales. Discutir esto en Argentina, ¿no es una iniciativa con aires holandeses en una nación que aún tiene al 25 por ciento de su población, al menos, en la pobreza, que no da discernimiento serio y libre para elegir drogarse con riesgo de vida?
Las calles del país (¡y las de Rosario!) están llenas de pibes excluidos que toman paco y deshecho indeterminable de droga para evadir su no futuro y hasta para paliar el hambre. Los que eligen como filosofía de vida el placer sintético son elites minoritarias que lo han hecho, lo hacen y lo seguirán haciendo al resguardo de la Justicia que no mira para ese lado.