La crisis de 2001 provocó que la Argentina, un país tradicionalmente receptor de inmigración, sufriera un éxodo de jóvenes. Pero en los últimos 10 años una combinación de factores –los cambios en la ley de Migraciones, la recuperación económica– renovó el impulso inmigratorio, compuesto principalmente por sudamericanos de países limítrofes y por argentinos que retornaron al país con sus hijos nacidos en el exterior. Rosario no estuvo al margen de este fenómeno: el boom de la construcción y el impulso de la industria textil atrajo mano de obra extranjera, mientras que la universidad pública y gratuita hizo lo propio con jóvenes que se acercan en busca de un título. Dos especialistas en la materia hablaron con El Ciudadano y aportaron sus opiniones sobre este fenómeno.
Un país de inmigrantes
Es un dato conocido que Argentina se ha definido tradicionalmente como un país de inmigración. Desde su consolidación como Estado-Nación en el siglo XIX hasta 1915 fue una gran receptora de inmigrantes europeos, proceso que continuó, atenuado, hasta mediados del siglo XX, y que influyó en la constitución de su clase trabajadora, media y dirigente. A partir de allí cesó la inmigración transatlántica europea y asiática y comenzó la latinoamericana, especialmente la de países limítrofes, tendencia que se profundiza hasta la actualidad. “En la segunda mitad del siglo XX fue decreciendo la tasa de extranjeros, pero desde 2001 en adelante vuelve a crecer levemente, un 0,4 por ciento. En la Argentina viven hoy, según el censo 2010, 1.800.000 extranjeros, un 4,5 por ciento de la población total del país”, apunta Mariana García, investigadora y docente de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), politóloga y magíster en Relaciones Internacionales.
“Entendemos por migrante a la persona que de manera temporaria o permanente reproduce cotidianamente su existencia en otro lugar traspasando las fronteras de su país, provincia o ciudad, según sea migración externa o interna. Los movimientos migratorios son muy difíciles de regular, porque se siguen produciendo a pesar de las trabas jurídicas o represivas que pongan los propios países receptores”, señala la especialista. Esto se debe a que “en la era de la globalización la inmigración se constituye como pauta cultural, por la facilidad de movimientos, la reducción de costos, el alcance de nuevas tecnologías, la conformación de redes migratorias, la libre circulación de bienes, ideas, símbolos. Esto cambió profundamente la tipología migratoria, modificando esa idea de asentamiento permanente y de manera unidireccional, desde un país de tipología emigratoria a otro puramente receptor de inmigrantes”, agrega.
Nueva corriente migratoria
Las huellas en nuestro país de cambios recientes en el flujo migratorio nos retrotraen a 2001, con la eclosión de la crisis económica, cuando partieron 300.000 jóvenes –casi un 3 por ciento de la población total– hacia el exterior, con España y Estados Unidos como destinos primordiales. García explica: “Esto hace que la Argentina modifique radicalmente su política migratoria, desde una restrictiva creada bajo la doctrina de la Seguridad Nacional hacia una abierta, que considera al inmigrante como sujeto de derechos humanos”. Otro factor, según la opinión de la investigadora, es el proceso de integración del Mercosur y su respuesta migratoria desde los países limítrofes, que incluye el Acuerdo de Libre Residencia, firmado en 2002 por los países que conforman el bloque.
Los índices nacionales de mejora económica son el último elemento que explica la profundización de la inmigración en la Argentina. “A partir de 2003 hay una nueva corriente migratoria que, como todas, está directamente vinculada a los procesos económicos de los países, tanto para el egreso como para el ingreso”, indica Daniel Zárate, jefe de la Delegación Rosario de la Dirección Nacional de Migraciones.
El trabajo llama
“El nuevo modelo que se instala, y el nuevo concepto de economía interna que se desarrolla, termina generando cinco millones de nuevos puestos de trabajo en todos los rubros. Además, desde 2004 rige una nueva ley de Migraciones, que quita el concepto de ilegal para convertirlo en irregular, y que contempla que el concepto de libre tránsito de servicios y productos entre los países del Mercosur se extienda también al tránsito de personas. Estas variantes generaron que fundamentalmente desde los países limítrofes, viendo el proceso de la Argentina que la convierte en un polo de atracción, se empiece a abrir un canal migratorio”, enfatiza.
Rosario, polo de atracción
“La cuestión geográfica es fundamental en las corrientes migratorias”, explica Zárate. “Los chilenos se quedan en Cuyo y el sur patagónico, los uruguayos en Capital Federal, y después en el Norte se forma como una especie de embudo, que termina desembocando en gran parte en Rosario, con gente de países como Perú, Bolivia, Paraguay, algo de Brasil y otro poco de Colombia. Esa corriente migratoria «baja» hacia el sur, y termina teniendo un fuerte polo de desarrollo en la ciudad producto de dos rubros laborales muy importantes: la construcción y la industria textil, en especial de ropa informal. Están también los trabajos temporarios, semigolondrinas, vinculados a la siembra y a la cosecha, principalmente en Coronda con la frutilla y en la zona quintera de Rosario y sus alrededores”, complementa.
Según el funcionario de Migraciones, Rosario “ha sido históricamente, desde sus comienzos, un polo de atracción de inmigrantes internacionales e internos”. Mariana García aporta algunos argumentos que apuntalan esa afirmación: “Es una ciudad metropolitana, que ofrece una variedad de servicios públicos, salud, educación, que tiene una universidad gratuita, y es receptiva a la inmigración”. La politóloga graduada en la UNR detalla: “A partir de las décadas de 1950 y 1960 se hizo muy fuerte la entrada de latinoamericanos (paraguayos, bolivianos, peruanos, algunos chilenos y uruguayos), tendencia que aún se mantiene. La migración interna en la zona del Gran Rosario es de origen chaqueño, entrerriano, correntino, con algo también de la provincia de Buenos Aires”.
Los perfiles del que llega
“El perfil de este migrante se compone en general de hombres de entre 20 y 30 años, mano de obra dispuesta al sacrificio, sin especialización y sin un gran arraigo en su país a nivel de propiedad o familia propia consolidada. Esa es la corriente migratoria más fuerte, cuantitativamente”, describe Zárate. García complementa: “La mayoría son jóvenes y solteros que terminan asentándose y formando su familia acá, o bien atrayendo al resto de su familia nuclear”.
En cuanto a las particularidades de la más reciente corriente migratoria, la docente menciona que se incorporaron a las mismas nacionalidades que antes no tenían un peso significativo. Así ahora llegan al país colombianos y africanos, con un aumento también de ciudadanos de origen chino.
Trabajo mejor pago y estudio gratis, dos atractivos
La contundencia de los datos que aportan los especialistas tiene su correlato directo en una serie de causas vinculadas a lo económico, pero también a políticas de Estado. Así lo señala Daniel Zárate, de la delegación local de Migraciones: “El modelo cambiario es sumamente favorable para el inmigrante. Un obrero de la construcción que hoy puede ganar cuatro mil pesos por mes, se encuentra con un cúmulo de casi mil dólares, mientras que ese mismo salario en Paraguay, Perú o Bolivia es, en promedio, de 200 dólares. Con este ingreso, el que había venido a «probar suerte» solo, primero empieza a mandar dinero a su país de origen y luego termina trayendo a sus familiares. La ley mientras tanto le permite transitar con su documento original sin necesidad de pasaporte, y para iniciar su residencia se le piden solamente tres documentos: partida de nacimiento, cédula de identidad de su país y antecedentes penales”.
Hay otro factor de atracción, advierte Zárate, que también tiene que ver con el proceso económico, aunque referido al estudio: “En la provincia de Santa Fe tanto la Universidad Nacional de Rosario (UNR) como la del Litoral (UNL) tienen una calidad educativa muy importante, y son libres y gratuitas. Esto, sumado a que la vida en dólares debe ser mucho más barata que en las capitales sudamericanas, desemboca en una corriente interesante de estudiantes que vienen a desarrollar una carrera formal o informal, de las que también hay una nutrida oferta. Esta presencia de estudiantes extranjeros que siempre caracterizó a carreras como Medicina, hoy se ha extendido a casi todas las demás de la UNR”.
La multiplicidad de programas de cooperación internacional que tiene la UNR y la apertura que marca la política migratoria, con facilidades para radicarse y derechos reconocidos al migrante, son dos condiciones estructurales que explican el aumento de la matrícula de estudiantes extranjeros. La gratuidad de la educación universitaria, de la mano con los indicadores de calidad de las universidades públicas, constituye otra razón de peso. “Hay una gran presencia estudiantil peruana, históricamente en Ciencias Médicas e Ingeniería pero que se ha diversificado hacia otras facultades. También hay una pequeña colonia de haitianos, que pasaron a primera plana de los medios en la época del terremoto, pero no es muy relevante en términos de cantidad”, aporta a modo de ilustración Mariana García.
Otra cuestión que hace de nuestra ciudad un polo importante de flujo extranjero es el turismo. “Más allá de la potenciación de Rosario como centro turístico, hay un importante caudal de visitantes referido a lo que es la cirugía estética y las intervenciones odontológicas de complejidad”, afirma Daniel Zárate. “Son europeos de los países centrales, que por el mismo precio que pagan estas intervenciones en sus países de origen, aquí además les alcanza para financiarse un viaje de un mes, hacer el post-operatorio y además hacer un circuito turístico. Es toda una novedad, a la cual también podríamos ya agregar el caso de la pareja homosexual paraguaya que vino a casarse, lo que puede generar otra corriente turística de extranjeros que vengan a hacer lo mismo”, pronostica.