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Felicidad, el objetivo

Por Luciana Sosa.- Claudio María Domínguez se presenta en Rosario con su charla “Nacimos para ser felices” e insiste: “El mejor remedio es el amor y el perdón”.

Las formas en las que se ha hablado de felicidad son infinitas. Se conocieron poemas y canciones donde la misma está ausente, o bien se la ha buscado. Hay mensajes sobre cómo ser feliz, o qué puede aportar al caso, y hasta terapias que dan una especie de concepto sobre la felicidad en sí. ¿Sentimiento? ¿Responsabilidad? ¿Derecho? ¿Utopía? El periodista y conductor de TV Claudio María Domínguez se presenta hoy en Rosario con una noticia concreta: “Naciste para ser feliz”. La charla tendrá lugar a las 21 en el teatro El Círculo (Mendoza y Laprida). El “niño prodigio”, como se lo conoció en televisión con el concurso «Odol pregunta», afirmó haberse encontrado “no del todo feliz” a sus 30 años, inclusive con una carrera y un currículum “que dejaría contento a cualquiera mundanamente”.

Alguna vez Domínguez relató una parte de su historia: “A los 3 años leía y escribía, y a los 6 años sabía seis idiomas. A esa edad me anoté en «Odol Pregunta», pero nunca respondían mis cartas. Así que a los 9 años fui a al programa y les dije «¿por qué no le responden a un chico?». Y ellos creían que los había estado cargando. Cuando vieron que yo era ese chico, me invitaron a participar. A la semana estaba contestando por un millón de pesos. De ser una familia pobre, pudimos acceder a más viajes por el mundo que los ricos, a estudios, a cursos, a tesoros”. Fue entonces cuando comenzó la búsqueda “de una vuelta de timón”.

Tras sus entrevistas a personajes históricos como el papa Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta, al Sai Baba y al Dalai Lama, hoy sigue con sus mensajes de amor y paz en diversos medios de comunicación porteños.

Domínguez accedió a dialogar con El Ciudadano y, citando el mensaje de Sai Baba, instó a los lectores a “¡despertarse ya!” y liberarse de los rencores. “El mejor remedio para la angustia es el amor y el perdón”, advirtió.

—Sobre el título de la charla, ¿qué pasa con la cotidianeidad de malas noticias, inseguridad, desastres naturales, esto significa que –inconscientemente– atentamos contra esa felicidad?

—Lo importante es que entendamos que no va venir ningún fin del mundo y que las profecías fueron hechas para no ser cumplidas. ¿Cómo? Con nuestro amor y con nuestra fe. Tú lo has creído, tú lo has creado. No existe nada más fuerte que el amor y con esa fe tenemos que salir a la calle todos los días. El planeta protege a quien lo cuida y ama. Deben tener siempre en cuenta que la vida es como un eco y, como tal, actúa en nosotros y te devuelve todo lo que vos le das. Esto tiene muchísimo que ver con la energía que generamos y emitimos. ¿Qué estás atrayendo en tu vida en este instante? Observá y preguntate: ‘¿Qué estoy pensando y cómo me siento ahora?’. Bueno, eso mismo es lo que estás atrayendo, más y más de lo mismo. De ahí veremos la necesidad de liberarnos de nuestros rencores, porque estaremos generando más y más. Debemos enfocarnos en cosas positivas como el amor y la gratitud.

—Eso desde el primer minuto del día…

—Algunas personas, cuando despiertan, ya sienten el horror del día que les espera o del que ellos creen que les espera y ya nuestro ser genera eso: mala onda. Otros, en cambio, agradecen por un día más y lo que está por venir. Dicen que el Universo es neutro, no es ni bueno ni malo, sólo está muy atento a la orden de tu mente. Buda decía: “Donde va tu mente, va tu vida”.

—Se habla de lo fundamental que es la autoestima para trabajar por la felicidad. ¿Cómo explicarla sin que se confunda con el “creérsela”?

—La diferencia estriba en el ego. Dice un bello poema de Taneda Santoka (1882-1940): “¿Qué pretendo encontrar internándome en el viento? El poeta olvida en el viento su propia búsqueda, su propio interés. El viento conmueve al poeta hasta la entraña, y lo lleva a ser un hombre ausente de sí mismo (y, quizá por esta ausencia, presente más que nunca en sí mismo). Lo desnuda de sí; el viento lo traspasa de una parte a otra. El hombre no es nada; no es sus ideas ni sus creencias; es un esqueleto recubierto capaz de conmoverse cuando sopla determinado tipo de viento. O cualquier viento”. Tal como escribió Otsuyu: “Al fin, todo no es más / que un armazón de abanico / cuando sopla el viento de otoño”. Digamos en este poema que el cuerpo es el ego y el viento es el amor incondicional. Un hombre vacío de ego no es nada ¡y lo es todo! Cuando alcanzamos a sentir eso, la respuesta aflora en nuestro interior y sentimos que verdaderamente somos todos hijos de Dios y seres de luz. Cuando eso sucede comprendemos que como creaciones divinas somos todos iguales, divinas partes de un todo único. Entendemos que el otro ya no es más el otro, el otro es una prolongación mía y soy yo en esa persona.

—¿Cómo dirigirse a las personas que tienen el “no” al comienzo de cada frase, o que sienten que el mundo se puso en su contra?

—A esas personas les digo ya mismo que se liberen de ese sistema de creencias que aprendieron tan bien. Hay que desprogramar la mente y comenzar a trabajar como si fuéramos a un gimnasio mental. Todos los días un poco, pero todos los días, porque tenemos que hacer que esa mente regrese a su perfecto centro y recupere su poder, que trabaje a tu favor y no en tu contra. Hay que eliminar ya mismo el “no” y también el “no puedo”. Son las peores trampas mentales. Sobre esos temas también trabajamos todos los días en mis programas. Aprovecho para invitarlos a tener todos los datos en www.claudiomdominguez.com.ar.

—¿La angustia o la depresión está más relacionada con los adultos o con los jóvenes?

—No creas que hay mucha diferencia. El mejor remedio es el amor y el perdón. Tengamos presente que el perdón sana y libera a un solo prisionero, que estuvo atado al rencor por años: y soy yo mismo. El rencor no resuelto trae enfermedades como depresión, cáncer… así que a tener cuidado. Hay una frase que repetimos todo el tiempo en los programas: “Elimina la ira antes que la ira te elimine a ti”. Comprender eso es fundamental. En cuanto a los chicos, la cosa es un poco más delicada porque ¿qué rencor puede haber generado un chico y estar con depresión? ¿No será que somos los adultos que le vamos pasando todos los nuestros? Si el niño nace radiante y consciente de su luz, ¿en qué momento lo vamos apagando? Creo que la cosa pasa más por ser conscientes del modo en que los estamos criando. ¿Cuántas veces te dijeron a vos que eras un ser de luz y que naciste para ser feliz? ¿Cuántas veces te dijeron tus padres que fuiste un hijo amado y deseado?

—¿Qué mensaje se puede dar a los adultos mayores que están transitando la última etapa de su vida?

—Les diría que ¡aún están a tiempo de ser felices! Para despertar en este presente, en el aquí y ahora siempre se puede. Les repito, perdonen ya, suelten ya, amen. Hay una frase brutal de Sai Baba, por lo fuerte en sacudir el alma de las personas: “¡Despierten! ¡Despierten! ¡Despierten ya! No queda tiempo!”.

—¿Qué papel juega la religión en la búsqueda de la felicidad?

—Expliquemos primero qué significa la palabra religión. Viene del latín “religio”, viene del verbo “religare”, re: de nuevo, otra vez; y “ligare”: unir, ligar, atar. Entonces quedaría “volver a unir, volver a ligar”, eso significa la religión, unir corazones, unir almas, nunca jamás desunir, nunca jamás decirles “mi religión vale y la tuya no”. Al fin de cuentas la única religión universal es el amor, y Dios es el mismo dios en todas ellas. Yo siempre digo que soy respetuoso de todas las religiones pero no soy seguidor de ninguna. Hay que escapar a las religiones que te quieren hacer creer que las creencias de ellos es la que vale y si no arderás en el infierno. La religión que se basa en el amor y el respeto al otro siempre te va a llevar a la automaestría, a que reconozcas a la divinidad que habita en vos.

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