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Otra imagen de Pyonyang

La pujanza de la capital de Corea del Norte no se detiene aunque el país esté sometido desde hace años a duras sanciones internacionales por su programa nuclear. Su relación con China, clave del esplendor.

Corea del Norte, una nación con alrededor de 24 millones de habitantes, lleva años sometida a fuertes sanciones internacionales debido a su programa nuclear, pero basta con pasearse por las calles de su ciudad capital, Pyonyang, y visitar algunos comercios para darse cuenta de que el país logra burlar alegremente el embargo, según una, reporte publicado por la agencia de noticias AFP. “Para un visitante extranjero que viene por primera vez a este hermético país, el contraste es llamativo entre la imagen que uno se hace de una economía sin fuerza y la realidad de una capital que parece en pleno desarrollo”, define el cronista.

Los pocos expatriados que viven en Pyongyang observan que los automóviles son cada vez más numerosos y que en pleno día el tráfico en el centro de la ciudad es bastante denso.

Muchos modelos son antiguos, pero el número de berlinas recientes de marca Mercedes, BMW, Lexus, Toyota o Land Rover, está en constante aumento, dicen.

Sin embargo, la comunidad internacional impuso en 2009 un embargo estricto sobre todos los productos de lujo con destino a Corea del Norte y a su élite dirigente. Pero es esquivada gracias a una red tejida con China, principal aliado de Pyongyang, según acusa el parlamentario sudcoreano Yoon Sang-Hyun.

Asegura que Corea del Norte prácticamente ha doblado sus importaciones de productos de lujo (televisores, cámaras fotográficas y aparatos electrónicos entre otros) entre 2008 y 2010, pasando de los 272 millones de dólares a los 446 millones.

China, que comparte frontera de 1.415 kilómetros con Corea del Norte, aumentó sus intercambios con su vecino coreano un 30 por ciento entre 2009 y 2010, pasando de los 2.700 millones de dólares a los 3.500 millones.

Durante el primer semestre de 2011, el comercio bilateral incluso se disparó, con un alza del 87 por ciento respecto del mismo período de 2010, hasta los 3.100 millones de dólares.

Los expertos afirman que el volumen real probablemente sea mucho más elevado si se añade el trueque entre bienes de consumo y materias primas (sobre todo carbón y mineral de hierro) que Corea del Norte tiene en abundancia.

La economía norcoreana sobrevive así gracias a China, que permite también a los productos extranjeros llegar hasta los mercados libres y algunos de los grandes almacenes de la capital.

“En Pyongyang no falta nada”, confirma un residente extranjero. El comercio Pothongang Ryugyong ofrece en sus dos pisos sus productos de importación, que abarcan desde ropa, hasta la alimentación, pasando por aparatos electrónicos y muebles.

Su clientela pertenece a la élite política y militar tradicional, aunque también a esta nueva clase de ricos comerciantes que se aprovechan de las redes de intercambio.

La sección vinos y alcoholes es impresionante: champagne francés (unos 70 euros la botella, más del doble del precio francés), grandes vinos de Burdeos y de Bourgogne, gran variedad de whisky, gin, vodka y ron.

En la sección alimentación, bien abastecida, se encuentra de todo: mantequilla danesa o neozelandesa, quesos franceses y europeos, buey de Australia, prácticamente todas las marcas de bebidas gaseosas y azucaradas, con excepción de la Coca Cola.

Pese al estricto embargo decretado por Japón con Corea del Norte, la tienda propone una multitud de productos japoneses: alimentación, utensilios de cocina, vajilla.

Otra sección propone relojes y joyas de marca extranjera, perfumes, televisores de pantalla plana y equipos de música.

Los mercados libres, que dan oxígeno a la economía norcoreana, también están bien abastecidos y siempre llenos de gente.

El gran mercado de Tongil, abierto en 2003 en el sur de la capital, se extiende bajo un hall de 7.000 metros cuadrados. “La gente se amontona junto a las puestos que proponen de todo: carne, verduras, fruta, pero también cerveza de Singapur, alcoholes occidentales, cosmética, y aparatos electrónicos de marcas surcoreanas y japonesas”, cuenta un periodista francés que se desplazó varias veces al lugar.

Para las “parejas de oro”, como se apoda a veces a estos privilegiados –funcionarios del Estado o del Partido casados con una comerciante– ,dos restaurantes italianos abiertos con un socio extranjero proponen pizzas, pasta, vinos italianos y Coca Cola importados de Italia. Un restaurante suizo promete en su menú una fondue con queso fabricado localmente.

La capital Pyongyang ciertamente no es más que una cara de la realidad en Corea del Norte, donde un tercio de los niños de menos de 5 años todavía sufre malnutrición crónica. Pero es un reflejo de una franja de la población seducida por la sociedad de consumo y que podría convertirse en una base favorable al desarrollo de una economía de mercado.

La China subdesarrollada de Mao conoció la misma evolución antes de convertirse 30 años más tarde en una potencia económica.

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