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Copa Pinasco: todo rojiblanco

Por: Franco Scala.- Con un gran trabajo colectivo Juan XXIII derrotó 3-1 a Pablo VI en el clásico “papal”.

Cada vez es más frecuente que un equipo que se encuentra en inferioridad numérica por alguna expulsión redoble el esfuerzo colectivo y hasta obtenga un triunfo inobjetable. Eso fue lo que pasó ayer en la victoria de Juan XXIII sobre Pablo VI 3-1, por la séptima fecha de la copa Pinasco.

El Canario llegaba como uno de los líderes del torneo y enfrente se encontró con un rival que lo sorprendió en casi todo el partido y lo dejó sin punta y sin invicto. Apenas en el inicio del cotejo Pablo VI se mostró más decidido con la conducción de Leandro Ahumada, un talentoso que por momentos se lo notó solo y por otros resultó egoísta por confiar demasiado en sus cualidades.

La primera parte fue pareja, con varias situaciones en ambos arcos y en donde la efectividad de Pablo VI dio sus frutos a los 36 minutos cuando Álvarez aprovechó un buen pase de Reato para vulnerar a Sandoval. Con el Canario en ventaja se terminó el primer tiempo, pero con la sensación de que ese grito de Álvarez no iba a ser el único de la tarde.

Y a falta de un tanto, en la segunda etapa fueron tres. Todos de Juan XXIII. A los 6 minutos Gómez se generó un espacio, aprovechó ciertas indecisiones defensivas y marcó la transitoria igualdad. Un minuto más tarde Peralta le fue feo a Ovando y Chavarri le mostró la roja dejando al equipo de Moscetta con diez.

Sin embargo esa expulsión fue una especie de inyección anímica para Juan XXIII que demostró sacrificio, valentía e inteligencia en todas las líneas. Pablo VI, en tanto, fue pura desesperación y jamás pudo poner de rodillas a su rival, a pesar de tener un jugador de más.

Por eso no fue nada extraño que en una contra, muy bien manejada por Gómez, Zelayes quedara cara a cara con Cedro y con una buena definición diera vuelta el resultado. Desde ahí el Canario intentó el empate, pero sin profundidad. Iba más por inercia que por convicción. Pero faltaba algo más. Rodas se animó, encaró y  fusiló al arquero de Pablo VI a siete del final.

Juan XXIII mostró mucho sacrificio colectivo y el temple necesario para quedarse justificadamente con los tres puntos. Pablo VI falló en cada intento de emparejar la historia y lo pagó con una dura derrota.

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