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Prendiendo un reclamo

Por Agustín Aranda.- La Asociación Rosarina de Estudios Culturales convocó y marchó por la despenalización del consumo de marihuana. Apoyan el proyecto de ley del senador Aníbal Fernández, pero le piden “sintonía fina”.

Al cumplirse ayer y con gran asistencia de público una nueva marcha por la despenalización de la marihuana en la ciudad, la Asociación Rosarina de Estudios Culturales (Arec) celebró la presentación del proyecto de reforma de la ley de estupefacientes que lleva la firma del senador y ex Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, pero a la par cuestionó algunos puntos. Las modificaciones, tal como plantearon desde Arec, no son suficientes para terminar con la inseguridad jurídica que sufren los usuarios, en particular los que cultivan cannabis para su consumo personal. Además apuestan al cultivo industrial de marihuana medicinal y para subproductos, siempre bajo la fiscalización del Estado. Sobre el consumo personal, proponen la formación de clubes sociales de cultivo, figura en funcionamiento en España, también bajo el control estatal.

La ciudad aloja a un importante y estudioso grupo de militantes sobre la despenalización de la marihuana. Nucleados en distintas organizaciones sin fines de lucro, los jóvenes concretaron la tradicional marcha para visibilizar el debate sobre el consumo. Desde Arec y la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (Arda) convocaron a “todos aquellos interesados en apoyar la pelea por las libertades individuales” no sólo a la marcha sino a sumarse al reclamo por el tratamiento inmediato de de los proyectos de modificación de la ley 23.373, el reconocimiento de los usos terapéuticos e industriales del cannabis, la descriminalización del cultivo para su consumo personal, el respeto por las libertades individuales y actos privados, y la formalización de las asociaciones canábicas y clubes de cultivo.

A la rosarina

Desde 2003, internet –como en tantas otras iniciativas– fue el espacio de desarrollo para usuarios y cultivadores argentinos. Con la figura del polémico activista Dana Beal, como referente ideológico, el movimiento se movió por foros y revistas especializadas, tanto en cultivo como en activismo, y llegaron a los kioscos a fines de la década pasada. Esta usina, muchas veces celada por sus propios usuarios, atrajo a investigadores y estudiosos de los usos medicinales y lúdicos (entiéndase recreativos) de la marihuana.

En 2002, de la mano de Arda comenzaron las primeras reuniones de usuarios que otros movimientos por las libertades individuales, como el colectivo LGTB, llaman a “salir del closet”. Las movilizaciones fueron sumando pequeñas cantidades de adeptos y en 2008 la marcha llevó a 500 personas. El salto cuantitativo se dio en 2010 con 750 personas y tras un quiebre durante agosto de 2009, cuando se avivó el debate mediante un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró inconstitucional el castigo penal a la tenencia para consumo personal, en un caso particular en el cual los usuarios fueron detenidos por fumar marihuana. En 2011, el número de participantes, según los registros de Arec trepó a más de 2.000 personas en el país. Y ayer se superó esa cifra.

Tras el éxito creciente de la movilización, desde Arec esperan que la presentación del proyecto de Fernández no sólo ayude al espacio de debate en el Congreso sino que aumente y clarifique la información relacionada al mundo cannábico.

Arec todavía no posee personería jurídica, ya que en los últimos ocho meses Inspección General de Personas Jurídicas, dependiente de la Fiscalía de Estado santafesino, rechazó en tres oportunidades el pedido.

Crítica feliz

Hace una semana, mediante su página web www.arec.com.ar, los representantes del movimiento por la despenalización del cannabis celebraron la presentación a fines de marzo pasado de un proyecto de reforma integral de la ley de Estupefacientes (23.737) por parte del senador kirchnerista, Aníbal Fernández. Entre los valores positivos del proyecto K, Arec destacó que plantea una nueva proporcionalidad de las penas para los diferentes delitos vinculados al tráfico de estupefacientes, modera la figura del agente encubierto, quita el tratamiento compulsivo y agrega algunas cláusulas “positivas” como el resguardo de las políticas de reducción de daños, además de despenalizar la tenencia de pequeñas cantidades de sustancias y, racionalmente, el compartirlas en el momento del consumo.

“Consideramos que el proyecto intenta llevar equidad y justicia a diversas área de la cuestión criminal vinculada a la problemática de las drogas que aqueja actualmente a las sociedades del mundo”, consintieron desde Arec.

Sin embargo, a la par marcaron algunos planteos a la iniciativa: “La marihuana o cannabis sativa L. se diferencia de las otras drogas ilegales en que es posible cultivarla y lograr abastecer el consumo propio, permitiéndole al usuario no recurrir al mercado negro para acceder a la sustancia. De esta manera se deja de financiar al narcotráfico y el consumidor accede a un compuesto puro sin degradaciones, adulterantes o agrotóxicos. El conflicto con el proyecto es que despenaliza el autocultivo para consumo personal, pero no define cantidades”, puntualizaron.

Además desde la asociación consideran vital que se modifique la letra del proyecto. En caso de no lograrlo, apuestan a definir la aplicación, en particular, la cantidad definida como de consumo personal. Esta cuestión es la principal preocupación de los militantes, debido a que al no especificar cantidades, ante un allanamiento queda a interpretación del juez, “y “esto no es una garantía jurídica para los cultivadores”.

Sobre la primera propuesta, Arec pide que se modifique el inciso a) del artículo 1º para que quedan exentos los productores “de estupefacientes de las variedades de cannabis sativa L. para uso industrial con contenido menor al 0,2 por ciento de tetrahidrocannabinol (THC) y, por ende, eximidas del alcance de la ley y sujetas a autorización y regulación por parte del Ministerio de Agricultura”. La excepción se plantea para el cultivo industrial y sus diferentes subproductos. Según el informe de Arec, el cáñamo industrial es cultivado en Alemania, Canadá, China, Francia, Inglaterra, Japón, Corea, y países de Europa del este . El único país latinoamericano que realiza esta práctica es Chile, siendo un recurso estratégico aplicable en numerosas áreas de la industria, desde los textiles hasta la construcción.

También piden que queden exentos los cultivos a gran escala que se realicen para la elaboración de productos terapéuticos de utilización medicinal, también fiscalizado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería y el Ministerio de Salud. En la actualidad el cannabis de grado medicinal es accesible legalmente en Canadá, Holanda, España, Reino Unido y en 16 estados de Estados Unidos.

¿Cuánto es mucho?

En Arec sostienen que de no poder modificar la letra del proyecto, se deben definir con claridad las cantidades equivalentes al consumo personal. “El consumo de cannabis es variable, pero de la misma manera que es imposible autoabastecerse de tomates con una planta en el balcón, el cultivo de marihuana tampoco puede resolverse de esa manera”, explican.

Un cultivador promedio necesitaría unos 16 metros cuadrados para autoabastecer su uso medicinal. El uso recreativo promedio sería la mitad de la dosis medicinal, de manera que necesitaría 1,4 kilo para su aprovisionamiento anual, y 8 metros cuadrados para obtenerlo. Para legislar los límites del cultivo de acuerdo a su rendimiento, insisten desde Arec, no es conveniente utilizar el número de plantas ya sea por su forma de cultivo o variables del desarrollo del vegetal que devienen en distintas cantidades consumibles. Un método de mayor eficacia, proponen, es la utilización de la canopea, es decir, la superficie de follaje que hace sombra en el suelo cuando la luz esta perpendicular al mismo. De acuerdo a sus estadísticas, un metro cuadrado de follaje puede estar compuesto por 16 plantas o más, o por una sola, o la fracción de una planta con una canopea mayor a 1 metro cuadrado. De acuerdo a esta estimación de los rendimientos, mucho más precisa que el número de plantas, un cultivador promedio necesitaría 8 metros cuadrados de canopea para producir 1,4 kilo de marihuana, que es lo que va a consumir durante el año, y que debería ser el límite de acopio mínimo permitido para los cultivadores de exterior que hacen una cosecha anual. Si la persona acredita un uso terapéutico el acopio máximo sería de 2,8 kilogramos.

Como alternativa a quienes no poseen la infraestructura o tiempo que demanda ser un cultivador, Arec propuso un acceso regulado bajo la figura de los clubes sociales de cultivo. Según este modelo desarrollado en España, la producción de cannabis se realiza en un círculo cerrado de personas adultas que, mediante la conformación de cooperativas de cultivo sin fines de lucro, producen la cantidad necesaria para sus socios. “Todo esto dentro de las regulaciones fiscales pertinentes”, insisten desde Arec y apuntan a que el Estado regule el funcionamiento de los clubes.

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