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Radiografía de la timba

Un estudio del Instituto de Juego de Apuestas de Buenos Aires.

El 40 por ciento de los hombres que juega lo hace por dinero, mientras que en las mujeres el porcentaje desciende al 30 por ciento, reveló el primer estudio sobre prevalencia del juego patológico en la ciudad de Buenos Aires, realizado por el Instituto de Juegos de Apuestas porteño.

“Existe en el imaginario la idea de que las mujeres están jugando mucho en las máquinas tragamonedas o en el bingo. Quizás ésta sea una tendencia, pero en la actualidad el hombre sigue siendo el que más apuesta”, explicó la doctora Verónica Mora Dubuc, una de las autoras de la investigación.

El estudio sobre la prevalencia del juego patológico en la ciudad de Buenos Aires, que constituye el primero en el país en ser representativo de la población, arrojó que el 0,7 por ciento de los porteños mayores de 17 años posee esta adicción.

“Si comparamos el resultado con estudios similares nos encontramos por debajo de la media, cercanos a países como Noruega, donde el porcentaje es de 0,6”, explicó la especialista.

Dubuc señaló que la proliferación de nuevas tecnologías en el juego, que incluyen las modalidades vía internet y celulares, “seguramente tendrán un impacto de aquí a algunos años y por eso es importante haber hecho este estudio porque nos permite seguir la problemática en el tiempo”.

Las entrevistas se realizaron durante el año 2010 en 1.200 hogares de la ciudad de Buenos Aires “elegidos cuidadosamente en diferentes barrios a fin de que la muestra sea realmente representativa”.

El Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación Panamericana de Psiquiatría define al jugador patológico como aquel que reúne diez características.

Cuatro de ellas son la preocupación constante por el juego, la necesidad de apostar cada vez mayor cantidad de dinero para mantener la excitación, el fracaso repetido en tratar de controlar o interrumpir el juego y la presencia de inquietud e irritabilidad cuando se interrumpe la actividad.

También se incluyen el uso del juego para recuperar el dinero perdido o resolver problemas económicos, el sentimiento de angustia, ansiedad, culpa y tristeza mientras se juega, la presencia del engaño o la mentira para poder jugar e incluso llegar a cometer un delito para proveerse de dinero.

El desplazamiento de otras actividades, como salidas con amigos o con la pareja, y esperar que otros resuelvan el problema son los últimos dos síntomas de la adicción.

“Lo que hicimos fueron preguntas focalizadas sobre ocho de las diez características con las que se define al jugador patológico. Quienes cumplían cinco de estos puntos consideramos que tienen la enfermedad”, describió Dubuc.

También incluyeron otra categoría que es la del “jugador problema” que es aquél que cumple sólo con una o dos de estas características pero, que al ser consultado, manifestó haber sentido “tener problemas a causa del juego”.

“En esta categoría detectamos al 2,5 por ciento de los entrevistados”, detalló Dubuc.

La primera pregunta de la encuesta indagó sobre si el consultado había jugado ese último año a las cartas, al bingo, a las carreras de caballo, a la lotería o afines, en el casino, con las máquinas tragamonedas o bien a algún juego virtual.

“El 60 por ciento de los entrevistados había jugado. Lo que no es malo en sí porque el juego como actividad propia del hombre es saludable”, sostuvo la autora, quien precisó que la siguiente consulta fue si había realizado apuestas durante estos juegos.

“Es que la apuesta –explicó– es un primer indicador de riesgo. No es sinónimo de enfermedad pero marca un alerta”.

El estudio también incluyó entrevistas más extensas con quince jugadores patológicos en tratamientos entre quienes se detectó, según la especialista, que “existe sobre ellos un impacto negativo al ver o escuchar publicidades que incentivan al juego, donde a diferencia de otras adicciones no hay regulación”.

“Como hemos visto no es alta la prevalencia aún del jugador patológico en la ciudad de Buenos Aires pero, sin embargo, el riesgo de vida de estas personas es elevadísimo, porque muchos de ellos tienden al suicidio”, sostuvo la autora.

Para la especialista, “realizar este tipo de investigaciones es importante para sensibilizar a la población acerca de esta enfermedad, de la que muchas veces no se tiene dimensión”.

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