En diciembre pasado, un ataque a tiros en plena vía pública sumaba otra muerte violenta en Tablada, barrio en el que balaceras, heridos y muertos están a la orden del día y para muchos, ya forman parte “del paisaje”. Pechocho, como se conocía a Ariel Alejandro Ruiz de 26 años, fue acribillado a balazos en la esquina de Gálvez y pasaje Santafesino frente a su mujer. Antes de abrir fuego, la persona que bajó de un Volkswagen Gol color gris aclaró: “Vos estabas metido en la muerte de mi hermano” y disparó. Por ese hecho, 50 días más tarde fue detenido Guillermo Raúl Benavente, de 36 años, quien fue procesado por homicidio agravado y portación de arma de fuego en un fallo que ya fue apelado por la defensa y se encuentra en la sala IV de la Cámara Penal. La principal prueba en su contra fue la mención de su nombre en boca del moribundo y a oídas del primer policía que llegó al lugar.
Los asesinatos en Tablada no tienen relación con ocasiones de robo, refieren en su mayoría a ajustes de cuentas. Y en los últimos tiempos, la mayoría de las manchas de sangre dejadas en las calles del barrio tienen un denominador común: la continuación de un histórico enfrentamiento –en el que no es ajena la disputa por territorio para la venta de drogas– entre dos clanes: los del Tanque (por el tanque de agua ubicado en Grandoli y Güiraldes) y los del Puente (por el puente de hierro de Seguí al fondo, en el Bajo Ayolas).
Benavente es un apellido clave a la hora de entender la guerra territorial que se desató en Tablada con el homicidio de Joel Alcaraz en noviembre de 2009, cometido en pasaje Bécquer al 500 bis, en un hecho que también se cobró una víctima del bando rival al dejar a Jesús, uno de los hermanos Benavente, postrado en una silla de ruedas.
Los Benavente, según refieren voceros policiales, son parte de la llamada banda del Tanque, mientras que los Alcaraz están en la vereda opuesta: con Los del Puente (donde también estaba enrolado Ruiz).
Pero la presunta venganza que terminó con la vida de Pechocho se enmarca en el asesinato de Gustavo Benavente, acribillado en octubre pasado en Grandoli al 3900, en un hecho por el que estuvieron detenidas cuatro personas, que recuperaron la libertad por falta de pruebas. Dos de ellos fueron atacados a tiros con posterioridad y dejaron otra vez al descubierto los códigos que imperan en Tablada: hermetismo a la hora de declarar ante los jueces y justicia por mano propia.
Uno de los mencionados en ese crimen, Daniel “Caballo” Alcaraz, fue asesinado el jueves pasado en Tablada; y otro, Miguelito G., recibió un tiro en la cabeza en el mes de marzo que lo dejó internado con pérdida de masa encefálica. Otro de los crímenes tuvo lugar el 5 de febrero pasado, cuando David Eduardo Caramún, de 27 años, fue ejecutado de siete balazos en la puerta de su casa, en Güiraldes al 400 bis. Si bien por el hecho no hay detenidos, sus familiares apuntan contra Checho A., familiar de Joel y Caballo Alcaraz. A Checho también le achacan otro homicidio, ocurrido el 1º de mayo pasado. La víctima fue Domingo Alejandro Ribles, de 32 años y primo de los hermanos Benavente, quien fue abatido a balazos en la puerta de su casa de Grandoli al 3800, a una cuadra de donde fue asesinado a tiros Gustavo Benavente.
“Me arruinó Negra, llevame al hospital”
Ariel Pechocho Ruiz fue atacado a tiros la tarde del 6 de diciembre pasado, en la esquina de Gálvez y pasaje Santafesino. Según el testimonio de su mujer, ambos habían ido a visitar a una amiga y cuando regresaban a pie rumbo a su casa, el conductor de un automóvil marca Volkswagen color gris descendió e increpó a Pechocho: “Vení que con vos quiero hablar. Vos estás implicado en la muerte de mi hermano”.
Según la mujer, la segunda frase no fue una pregunta sino una afirmación, y tras pronunciar esas palabras el desconocido se levantó la remera, desenfundó un arma y abrió fuego contra su pareja. Luego se subió al auto gris y se dio a la fuga. La mujer dijo que su compañero quedó tendido en el césped y le suplicó que lo lleve a un hospital al tiempo que le repetía: “Me arruinó Negra”.
Pechocho fue llevado hasta el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez con dos impactos de bala, uno en el abdomen y otro en el tórax, que le provocaron la muerte.
La investigación del crimen recayó en el juzgado de Instrucción de la 12ª Nominación, a cargo de Mónica Lamperti, quien procesó a Guillermo Benavente como autor material del asesinato.
Entre los argumentos, la jueza valoró el testimonio de un policía que llegó al lugar y socorrió a Pechocho, quien le habría mencionado antes de morir “fue el Guillermo”. Según la declaración del uniformado, el apellido del presunto asesino lo escuchó en boca de la mujer de Ruiz, quien gritaba a viva voz su nombre. No obstante, la mujer reconoce haberle dicho un nombre a la policía que en sede judicial dijo no recordar.
Además de esos dos testimonios, la jueza Lamperti valoró en su procesamiento la descripción aportada por testigos del auto que se dio a la fuga tras las detonaciones que retumbaron en el barrio. El imputado era poseedor –al momento de su arresto, registrado a fines de enero de este año– de un VW Gol color gris, que su padre vendió tras su detención.
Por último, la magistrada descartó los testimonios de dos personas que dijeron haber estado con el imputado, tomando mates en la vereda de su casa, al momento del crimen. Según el fallo, los testimonios se contradicen entre sí, ya que uno de los testigos no reconoce haber visto al otro, y ambos se enmarcan en la misma franja horaria.
“Una amistad bárbara”
En su defensa, Guillermo Benavente negó los hechos y aseguró tener una relación de amistad con Pechocho y su familia. En ese sentido dijo que eran prácticamente hermanos ya que crecieron en el mismo barrio y que cuando falleció la madre de Ruiz su padre lo crió a él y a los hermanos. “Era una persona muy buena, me duele que le haya pasado esto y que se me quiera acusar a mí, yo lo quería como a un hermano, tanto a él como a la familia. Estoy con todo el dolor del alma por lo que está pasando”, dijo en su declaración indagatoria.
En relación al auto, Guillermo reconoció que tras su detención su padre lo vendió “para pagar los honorarios a mi abogado” y resumió: “Soy un chico trabajador, tengo dos hermanos discapacitados”.
En cuanto a la venganza por el asesinato de su hermano Gustavo, Guillermo dijo que Pechocho no tuvo nada que ver, que era ajeno a ese problema y que ambos tenían buena relación, también como hermanos. Entre los argumentos esgrimidos por su defensa, ejercida por el abogado Hernán Tasada, se mencionó un reconocimiento negativo en rueda de personas, ya que la mujer de Pechocho no logró identificar al imputado, a quien dijo no conocer. También se resaltó que según los testimonios judiciales, ni el policía que llegó al lugar ni la concubina de la víctima dijeron con certeza haber escuchado “Benavente” en boca del moribundo.
No obstante esto, la jueza Lamperti decidió procesarlo por los delitos de homicidio agravado y portación ilegal de arma de fuego y transformó en prisión preventiva su estado de detención.