Uno: Desde hace más de un año escribo cada domingo en este diario. Con enorme generosidad, todos los que hacen El Ciudadano me han dado la libertad para que contara con mi voz lo que quisiera. Elegí, casi siempre, mirar la política argentina y local de manera tangencial. Relatando las historias del detrás de escena de algunos dirigentes y lo que ellos mismos piensan y cuenta sólo en privado. Ya hay muchos y muy buenos analistas de la coyuntura del día a día como para sumar otra “opinión de domingo”. Recurrí al off the record, a la reserva de la fuente del que me contaba intimidades de su pensamiento y traté de reconstruir lo que generalmente se maneja en sordina, en segundo plano, pero que pesa, creo, a la hora de entender el gran título de primera página.
Hoy me he tomado la licencia (un abuso más de la enorme libertad que se me concede en este periódico) de abandonar mi acostumbrado tono. Y hasta recurro al pedante relato en primera persona que, espero, los lectores sepan disculpar. Pero es que la muerte no admite otra conjugación verbal.
Dos: La primera muerte que me sacudió en mis sentimientos por estos días fue la de Carlos Fuentes. Será que cuando desaparece físicamente un escritor uno siente que la palabra está en riesgo. No he sido un lector prolijo de la obra del mexicano. Recuerdo haberme interesado por “La muerte de Artemio Cruz” y por “La silla del Águila”. Sin embargo, su presencia en nuestra ciudad, en noviembre de 2004, fue para mí inolvidable. Fuentes inauguró el III Congreso Internacional de la Lengua Española. Su discurso de apertura fue memorable. Ni siquiera los retrasos de los gobernantes de la Nación que fastidiaron a muchos lograron empañar aquel momento.
Dijo entonces Carlos Fuentes: “Tenemos corona de laureles pero andamos con los pies descalzos. El hambre, el desempleo, la ignorancia, la inseguridad, la corrupción, la violencia, la discriminación, son todavía desiertos ásperos y pantanos peligrosos de la vida iberoamericana. La lengua y la imaginación literarias son valores individuales del escritor pero también valores compartidos de la comunidad. No en balde, lo primero que hace un régimen dictatorial es expulsar, encarcelar o asesinar a sus escritores. ¿Por qué? Porque el escritor ofrece un lenguaje y una imaginación contrarios a los del poder autoritario: un lenguaje y una imaginación desautorizados. La lengua nos permite pensar y actuar fuera de los espacios cerrados de las ideologías políticas o de los gobiernos despóticos. La palabra actual del mundo hispano es democrática o no es”.
Algunos periodistas, al día siguiente de su presentación, pudimos conversar unos minutos con él. Tengo la grabación de cuando respondió a la pregunta del destino de Latinoamérica: “Nos debemos gobernantes que no nieguen la realidad. Que no se embelesen con el poder al punto de creer que les es propio y no un mandato de los pueblos. Cuando un funcionario confunde eso la Nación está en peligro de autoritarismos”.
Tres: La segunda muerte que se sumó a esta semana fue en recuerdo. Una cadena de mensajes que creí era spam me recordaba a Randy Pausch. Alguna vez escribí sobre este docente americano que pergeñó el ejercicio destinado a los profesores universitarios de preparar una clase por año que debía ser impartida a los alumnos como si fuera la última.
Randolph Frederick Pausch nació el 23 de octubre de 1960 y era conocido como docente de realidad virtual en la Universidad Carnegie Mellon (CMU), en Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos. Estaba casado y tenía tres pequeños. La revista Time lo nombró una de las 100 personas más influyentes del año y el libro que detalló su última clase dada en 2007 trepó al número uno de su tipo, según la lista de best sellers del The New York Times. Ya ha sido traducido a 32 idiomas y ha vendido en todo el mundo más de cinco millones de ejemplares.
La última conferencia de Pausch se tituló “Alcanzando de verdad sus sueños de la niñez”, y comenzó con su ya célebre frase “tengo un problema de ingeniería y sé que esta película está por terminar”. Se puede ver en internet. En ella cuenta los sueños que tenía de niño y cómo logró realizar la mayoría, menos el de ser jugador profesional de fútbol americano, aunque de ese sueño frustrado fue que aprendió más cosas. Luego explica cómo surgió en él el interés por apoyar a otros en alcanzar sus sueños. Por último, expone las lecciones aprendidas como, por ejemplo, buscar la bondad en las otras personas. Luego de la charla, Pausch anunció que se tomaba licencia para disfrutar con su familia sus últimos días de vida. Nadó con delfines, fue a la playa, le enseñó a su hijo mayor a andar en bicicleta y no dejó de cambiarle los pañales al menor, todos los días. Lo más importante no es que el padre de ustedes esté presente, les escribió a sus hijos. Lo más importante es que sepan que los quiso y quiere mucho.
Cuatro: El tercer episodio del fin de una vida fue saber que Norberto Chiabrando había muerto. No trabajé nunca con él. Ni siquiera conseguí hacerle un espacio en la radio en la que yo mismo estuve tanto tiempo en Rosario. Sin embargo, fui su prolijo oyente cuando conducía aquel “tanque” radial que era “Los Mejores”, en LT8. Admiré su presencia, su voz personal, su marca de radio. Cuando alguna vez charlamos sobre aquella experiencia, el “Gordo” me dijo algo así: “El secreto es no creerte ese rato de poder que te da el micrófono. La radio es saber escuchar antes que saber hablar. No hay que perder el horizonte de los que te rodean”.
Cinco: Corona de laureles, pies descalzos sin medias, inseguridad, sueños de dignidad, humildad, saber escuchar. Esta columna podría haber sido para analizar el viaje a Angola o a los Emiratos Árabes de algunos, los pasajes de avión y el manejo discrecional de los fondos públicos de otros, o para relatar los entremeses mezquinos de los inquilinos del poder, que siguen negando la realidad aferrados a la misma mentira que es decir que el kilo de pan cuesta menos de 4 pesos. Eso será en la próxima. Lo prometo.
Aunque pensándolo bien, Fuentes, Pausch y Chiabrando dicen mucho más de la realidad política de esta semana que lo que hubiera podido escribir este cronista.