Al cumplirse nueve años de la asunción a la presidencia de Néstor Kirchner cobra importancia el discurso ante la Asamblea Legislativa del 25 de mayo de 2003, cuando trazó las principales líneas de lo que sería su acción de gobierno al señalar que iba a promover “el crecimiento económico, la generación de nuevos puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso”.
“Yo creo que fue un discurso que habría que releer. Un discurso con muchísima visión. Nos ha permitido llevar la labor de Néstor y ahora la de Cristina”, sintetizó el titular del bloque de diputados kirchneristas, Agustín Rossi.
La del trabajo y la distribución del ingreso no fue la única definición, habría otras más que a juicio de quien era el jefe del bloque del peronismo entonces, José María Díaz Bancalari, hicieron nacer “una esperanza. Fue el comienzo de un nuevo tiempo de cambio”, recordó en diálogo con Télam.
Entre otros conceptos, Kirchner dijo que la “gobernabilidad no es ni puede ser sinónimo de impunidad”, en alusión clara a las leyes de Punto Final, de Obediencia debida y a los indultos, que habían paralizado el reclamo de justicia por los desaparecidos, asesinados y torturados durante los años del terrorismo de Estado.
También puntualizó en el recinto del Congreso que “la pobreza no se soluciona desde las políticas sociales, sino desde las políticas económicas”.
Al momento de asumir Kirchner como Presidente, la desocupación era del 25 por ciento de la población económica activa, la pobreza alcanzaba al 50 por ciento de la sociedad y el empleo no registrado trepaba al 44,8 por ciento, según datos oficiales.
Kirchner llegó a la Casa de Gobierno con el 22 por ciento de los votos, después de salir segundo, detrás de Carlos Menem, en los comicios del 27 de abril y una vez que el riojano declinó presentarse al balotaje electoral, la renuncia dejó abierta la designación como presidente electo al peronista representante de Santa Cruz.
Las políticas económicas liberales, el crac económico-financiero de 2001, la declaración de la cesación de pagos de la deuda externa y la mega devaluación habían arrastrado a la Argentina a la peor crisis de su historia.
Ante la Asamblea Legislativa, Kirchner dijo que su proyecto ubicaba en “un lugar central la idea de reconstruir el capitalismo nacional que genere las alternativas que permitan la movilidad social ascendente”.
Luego aseguró que “la capacidad de compra de nuestra población deberá crecer por efecto de los salarios, por el número de personas trabajando y por el número de horas trabajadas”.
Se comprometió a no “recurrir al ajuste ni a incrementar el endeudamiento. No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre y la exclusión de los argentinos. No somos el proyecto del default”, subrayó.
En el discurso de apertura incluyó una referencia a la política exterior de su gobierno. “Nuestra prioridad en política exterior será la construcción de una América Latina políticamente estable, próspera, unida, con bases en los ideales de democracia y justicia social”.
A la derecha de Kirchner se ubicaron los gobernadores, el titular de la Corte Suprema, Julio Nazareno y el ex mandatario Raúl Alfonsín. En los palcos lo escucharon Fidel Castro, Luiz Inácio Lula Da Silva y Hugo Chávez.
Cuando el presidente saliente Eduardo Duhalde entregó el bastón de mando presidencial, Kirchner lo tomó sonriente y lo hizo girar 360 grados entre sus manos delante de legisladores y de invitados, una ruptura con la formalidad de la ceremonia, acaso un anticipo subliminal de los cambios que se venían.