Por Miguel Passarini
“Después de varios años haciendo funciones en Buenos Aires, hemos decidido emprender viaje hacia distintos parajes del vasto suelo de la república que nos parió, Argentina en este caso”, escribió el Sr. Mikozzi (así lo conocen en el ambiente) en su blog hace poco más de un año, anunciando que su elogiado unipersonal Por el lado más bestia arrancaba una gira. En ese recorrido, Rosario se convirtió en una parada en la que el actor Pablo Mikozzi parece sentirse a gusto. Tanto es así que cada viernes, a las 21.30, en el Café de la Flor (Mendoza 862), arremete con su habitual ímpetu, escudado en los singulares personajes que integran la variopinta galería de su espectáculo de “humor ácido y peligrosamente real”, tal como lo define.
“Por el lado más bestia es una recopilación de monólogos que fui haciendo desde 1999; todos ellos nacieron a lo largo de mis caminatas en las cuales miraba con sorpresa la jungla de cemento para luego encerrarme a escribir sobre aquello que había observado y sentido. De ese ejercicio silencioso de observación y narración nacieron las criaturas que hacen a este espectáculo, monólogos que se fueron haciendo a base de intuición y exposición permanente. Busco mostrar el lado B que todos tenemos adentro. Creo que todos tenemos un lado marginal y peligroso, otro paranoide y represor, pero caminamos derechos para que nadie vea nuestra parte más oscura, nuestra parte «más bestia». En el show desnudamos a los personajes, los dejamos expuestos y sufrimos y nos reímos con ellos, mostramos con naturalidad y elocuencia las contradicciones y la locura de la ciudad, de personajes desmesurados y aberrantes, pero peligrosamente reales. La idea es poder reírse de lo peor, decir aquello que todos tenemos ganas de decir pero no podemos. Tenemos la necesidad de reír, nuestro país pasó por tantas crisis, mentiras y robos, que se puso un poco triste; creo que todavía nos falta humor. Reír con sentido alivia y da esperanzas”, escribe Mikozzi acerca de su propuesta, que cuenta con la dirección de Tino Tinto.
—He leído alguna reseña de tu espectáculo donde te definen como “un documentalista de la realidad”. ¿Estás de acuerdo con esa lectura?
—Yo sólo puedo verlo desde adentro y no sé si el mío es un registro documental; uno va escribiendo acerca de las cosas que le van ocurriendo o que le van conmoviendo. Sí tiene que ver con las cosas que, por lo menos, veo yo, y en el espectáculo hay una fauna de personajes bastante patéticos y al mismo tiempo, bastante salvajes.
—¿Cuál sentís que es el “lado más bestia”, el del teatro o el de la vida cotidiana?
—Siempre el lado más bestia no está en el teatro sino en la vida. En el teatro se juegan algunas cosas simbólicamente, con garra, fuerza y fuego, pero simbólicamente. En cambio, lo otro es la vida real y la crueldad, para algunas personas, puede no tener límites.
—¿Cuáles son algunos de esos personajes que alguna vez viste y que hoy aparecen en el espectáculo pasados por el tamiz del teatro?
—Hay una chica que se llama Esvástica, y es un personaje muy festejado por el público porque es muy real, es de esa gente que te dice cosas terribles con una normalidad que, cuando lo llevás a escena, resulta para algunos algo impostado, “muy agresivo”. Sin embargo, cuando la gente asocia ese personaje con la realidad, toma conciencia de que en la vida ve cotidianamente personas o situaciones que pueden ser aún más terribles. Esta chica es de esas que le dicen cosas terribles a la gente y que rematan: “Perdón, estuve re esvástica, pero me sale de corazón, no lo manejo”. Todos los personajes están comunicados entre sí por ese costado de la realidad.
—Entre la extensa galería, aparece también un indigente que tiene un discurso singularísimo…
—Sí, se llama Rey Lumpen, y es un tipo que estaciona los autos y pide una monedita a cambio; vive en la calle y tiene una edad indefinida. Es un personaje como muchos de esos con los que nos cruzamos todos en las calles de las ciudades cotidianamente, con el que aprovecho para decir algunas cosas que me gustaría que esa gente le diga a otra gente, aunque yo lo haga simbólicamente. Y también hago un hincha de fútbol que va a terapia. Es el cliché del hincha de fútbol, pero le canta algunas canciones al psicólogo, como por ejemplo una que dice: “A terapia voy a saber quién soy, de terapia vengo cuantas dudas tengo” (risas).
—¿Sentís que el teatro, desde el bufón que sos, te permite abordar un lugar de mucha verdad, que es el lugar de los actores?
—En general, y a grandes rasgos, me peleo bastante y me aburre bastante el teatro. Lo que sí me parece que es de verdad y que está viva es la palabra, y la palabra que es dicha en vivo y delante de la gente, pero no sé si el teatro es de los actores como decís, porque siento que, muchas veces, los actores de teatro están “teatralizados”. Yo creo que para poder obtener un hecho real y en vivo, hay que estar ahí, y eso es lo más lindo del teatro y al mismo tiempo lo más complejo. Lo que hago en el humor dista bastante de los espectáculos con “cuarta pared”, es decir con lo que sucede en las salas teatrales. Hay cosas de ese teatro a las que yo no les creo, más allá del quilombo que esto que digo me genera con los teatreros.
—Cuando hablás de tu propuesta, ¿te referís a los espectáculos que son, como en este caso, montados en espacios no convencionales como puede ser un bar-teatro?
—Sí, me refiero a que acá está la palabra alzada, con la mirada de esos personajes puesta en la gente, en el contexto de una democracia como la nuestra a la que le ha constado mucho crecer, y no sé si ha crecido o está creciendo un poco cada día. Me parece muy importante el hecho de decirnos las cosas mirándonos a la cara, en vivo, mirando al otro a los ojos, y no con una metáfora tan escondida o tan suave. Por ejemplo: en estos días fui a un acto escolar de mi hijo y es el reflejo de lo que te digo, allí está presente esto de la falta de la palabra para llegar a conmover al otro, la falta de una mirada. Hay maestras que hablan o leen en voz baja y eso es algo terrible si se está intentando manifestar una idea, comunicar algo, y ni hablar de enseñar. Me encuentro con mucha gente que no puede hablar en público, no se puede parar frente a otros y dar una opinión, decir dos oraciones seguidas. Seguramente tenga que ver con que, por muchos años, vivimos en un país que no aceptaba ningún tipo de críticas.
—¿Qué cosas tiene que tener un personaje de esos que ves en la calle para que te resulte atractivo, “recreable”?
—No lo sé…, en realidad soy como una máquina que caga personajes (risas). La verdad es que no sé qué decir, no sé qué tiene que tener; seguramente se trata de personajes que tengan este lado “más bestia”; creo que lo que más me interesa de un personaje son sus contradicciones, que en definitiva hacen al equilibrio de la persona, esos casos en los que se dice una cosa pero se hace otra, cuando el personaje tiene un doble discurso o bien cuando no se da cuenta de lo que está diciendo y desde dónde lo está diciendo; todo eso me llama mucho la atención, como la mayoría de las cosas que tienen que ver con la injusticia social, porque se trata de cosas que me conmueven, o las crueldades que uno ve cotidianamente, como los desatinos verbales que, al contrario de lo que se cree, yo siento que son sabios, porque en el fondo están hablando de nosotros; el argentino me conmueve.
—Al final, sos un poco “documentalista de la realidad”…
—De todos modos, quiero correrme de esa visión en la que pareciera que uno tiene una lupa y está mirando al otro para imitarlo. En mi caso no es así, sino que es mucho más complejo porque yo soy cada uno de esos personajes. Más allá de que se trata de algunos personajes con los que alguna vez me crucé, no podría nunca salir a la calle a espiar a la gente para ver qué se me ocurre hacer con eso. A veces, el personaje más común, que también soy yo, es el que más gracia me da. Creo que uno, tratando de ser progre, se evalúa a sí mismo y se encuentra con que uno es medio patético, medio reaccionario y bastante peor de lo que quiere ser o de lo que imagina que es. Creo que esto de entender que todos los seres humanos tenemos un poco de todo es lo que nos sirve para entender al más lejano. Y, de ese modo, estás haciendo humor para gente toda distinta y no para guetos.
http://www.youtube.com/watch?v=dr921DzMu0w&feature=relmfu