Por Patricia Dibert /Fotos de Leonardo Vincenti
Por un momento el Fundación Astengo se transformó en un cabaret europeo de los años 20. Fue el jueves a la noche, cuando la cantante alemana Ute Lemper ofreció su debut en Rosario, “El último tango en Berlín”, un espectáculo que recorre sus grandes interpretaciones, a las que suma un especial apartado con las recreaciones de temas de Astor Piazzolla, y un segmento de su nuevo proyecto artístico con poemas de Pablo Neruda.
Junto a Vana Gierig en piano y el bandoneonísta argentino Marcelo Nisinman (el gran apoyo de la cantante en todo el concierto), Ute recreó escenas de cabaret donde da rienda suelta a su gran capacidad interpretativa, con un amplio registro vocal que la lleva de los tonos graves y fuertes, a los falsetes y sus potentes y afinados agudos. Ella se mueve y baila con pasos coreográficos puestos en el momento justo, y sus largos brazos se mecen armónicamente con las melodías, lo que denota que Ute también canta con su cuerpo. Lemper es hermosa; tiene una fuerza de interpretación que inunda el escenario y concentra la atención del público, sorprende en cada tema, convierte su voz en una trompeta durante todo un tema parada al lado del piano transformando la inocente experimentación en un momento mágico.
Ute intenta comunicarse con el público, lo hace en inglés, francés, italiano, alemán y algo en español. Pero los problemas de sonido le impiden una comunicación con el auditorio, aunque lo logra al cantar. A veces habla en las introducciones de los temas, a la manera de Laurie Anderson; “blues, jazz, chanson, tango”, dice Ute, y queda claro que esa mezcla de géneros define su pertenencia. “¿Dónde queda el bar que quiero tomar un whisky?” dice la artista en inglés, y con esa simple frase definió el clima de todo el concierto.
Medias negras y un vestido de lamé del mismo color, la cantante contrasta esa oscuridad con su piel blanca, una boa de plumas rojas y un sombrero bombín que deja para el final. Ubicada entre el piano y el bandoneón, va armando un repertorio característico de cabaret, y su canto responde íntimamente a ese ámbito, que es provocativo, sensual, irónico y sentimental.
El estilo del cabaret marca los momentos más interesantes del recital. Lemper canta temas de Kurt Weil, como “Bilbao Song” y el clásico “Surubaya Johnny” de Kurt Weil con poesía de Bertol Brecht de la Ópera de dos centavos (“Adonde vas tú, yo también voy; oh, Johnny”), que fue uno de los momentos más emocionantes de la velada.
Claro que para el público local, la interpretación del segmento de Astor Piazzolla tuvo un agregado emocional. El bandoneón de Marcelo Nisinman también sirvió para la percusión, y llegaron “María de Buenos Aires” y el tango con letra del recientemente fallecido Mario Trejo, “Los pájaros perdidos”. Ute se apartó después de la escena para sentarse junto al piano y escuchar la interpretación de “Adiós Nonino” que realizó Nisinman.
Seguidamente, la alemana prosiguió con la presentación del proyecto en el que trabaja desde octubre, que consiste en musicalizar los “Poemas de amor” de Pablo Neruda, donde lamentablemente, su falta de dominio del español va en desmedro de la interpretación de su canto.
El espíritu del cabaret se consolidó definitivamente con la versión tanguera y bluseada del clásico “Moritat”, mientras Ute invitada a la platea a silbar la melodía. En esa interpretación, ella mezcló todos los ritmos y las influencias, como una muestra de cuatro minutos de lo que se vivió durante todo el concierto, una paleta sonora que tuvo rock, jazz, blues y tango. La tradición del cabaret, la mezcla de culturas y de canciones populares, su registro vocal amplio y contundente, Ute Lemper es una artista que juega en los grandes escenarios del mundo, y que pesar de su incomodidad por los problemas de sonido, ofreció uno de los mejores shows de este año, que el público aplaudió de pié.