Newell’s vivía su victoria más importante y terminó sufriendo su derrota más humillante. Una presentación más cercana al equipo del año pasado que al de este torneo. La Lepra no dio la talla ante un San Lorenzo que se jugó la vida. Ni siquiera cuando estuvo 2-0 arriba tuvo el partido controlado. Y el Ciclón, recurriendo sistemáticamente al juego periférico y al centro al área, lo dio vuelta con total justicia y festejó el 3-2 que le permite seguir con vida. El equipo que conduce Gerardo Martino sufrió la segunda caída consecutiva que atenta contra sus chances de pelear el título hasta el final.
Newell’s no tuvo fútbol ni pelea. Ricardo Caruso Lombardi acertó con los ingresos de Carlos Bueno y Leandro Romagnoli. Martino no encontró respuestas jamás. San Lorenzo fue un justo ganador ante un Newell’s demasiado parecido al de los sinsabores del año pasado. Así, imposible pelear por el campeonato.
San Lorenzo salió a matar y tuvo 15 minutos muy favorables con Julio Buffarini siendo profundo por derecha de manera constante. Y para Newell’s fue más fácil ponerse en ventaja que jugarlo. Porque encontró el 1-0 tras un golazo de zurda de Pablo Pérez y aumentó cuando Fabián Muñoz aprovechó un error de la defensa azulgrana y fusiló a Pablo Migliore. Pero nunca dio la sensación de tener el partido dominado porque los centros del Ciclón siempre fueron una pesadilla.
El terror se profundizó en el complemento. Romagnoli entró para darle vuelo al Ciclón por izquierda y Bueno para complicar aún más con el juego aéreo. Y San Lorenzo encontró algo de justicia por esa vía. En apenas cuatro minutos lo empató con un cabezazo de Emanuel Gigliotti y otro de Bueno.
El uruguayo tuvo el tercero que tapó Peratta, Gigliotti se perdió un gol increíble mano a mano, Bueno metió un tiro en el travesaño y su compañero de ataque otro cabezazo que pasó cerca. Todo en diez minutos. ¿Newell’s? Nada. Ni enjundia ni juego. Sólo un remate de Muñoz que Migliore mandó al corner. El final fue una consecuencia lógica. Romagnoli armó una jugada por izquierda y envió el centro para que Gigliotti le ganara a Leonel Vangioni y desatara el delirio local.
Un golpe previsible que llegó por la vía que Newell’s nunca supo anular. Un disparo directo a la ilusión que no sostuvo con un rendimiento acorde a lo que había generado hasta entonces. Tropezó en el momento menos indicado. Se desdibujó inoportunamente. Desempolvó viejos errores. Se equivocó feo. Nada de lo que necesita un equipo para pelear el título.
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