El Pro-Huerta, el programa argentino de autoproducción de alimentos en pequeña escala de extendido desarrollo en el país y exitosa implantación en Haití, se apresta ahora a generar una réplica a orillas del océano Índico, en Mozambique.
“Ya viajaron dos misiones (a la capital, Maputo), en diciembre y en marzo pasados, y pronto firmaremos un convenio de cooperación por un año”, informó Liliana Periotti, subsecretaria de Políticas Alimentarias del Ministerio de Desarrollo Social.
La propuesta de llevar el Pro-Huerta al país africano se inscribe en una cooperación bilateral más amplia, en la que está involucrado principalmente el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), que comparte con Desarrollo Social la responsabilidad del programa.
Esa cooperación entre los gobiernos incluye temas tales como sanidad animal y vegetal, siembra directa, biotecnología, riego, transferencia de tecnología y desarrollo de cultivos, por lo que también se proyecta a la producción de escala comercial.
“En lo que hace al Pro-Huerta, en las conversaciones preliminares ya definimos dieciocho localidades donde desarrollarlo. Allí se están eligiendo los promotores voluntarios”, indicó Periotti.
La funcionaria explicó que los promotores son líderes sociales, religiosos, comunitarios, personas con capacidad para coordinar a la gente de su comunidad con la institución estatal que lleve el programa allí.
Periotti subrayó que “los promotores son los que devuelven al técnico el día a día de la marcha del programa en su comunidad, organizan a quienes trabajan en la huerta, reciben los insumos y retransmiten la capacitación técnica; con ellos se desarrolla un trabajo cuerpo a cuerpo”.
En la Argentina, con veintidós años de vida, el Pro-Huerta tiene veinte mil promotores apoyados por setecientos técnicos, para 650 mil huertas y 150 mil granjas que dan alimento a 3,5 millones de personas. En Haití son más de 2.500 promotores para 1.500 huertas y 15 mil participantes.
La subsecretaria afirmó que este tipo de organización es una de las características sobresalientes de este programa de cooperación de probada efectividad, “del que la gente que participa se empodera, y que ha impresionado a la propia FAO”, la organización de las Naciones Unidas para Agricultura y la Alimentación.
“Es que el Pro-Huerta es mucho más que comida. De hecho, Mozambique no sufre falta de alimentos. Les interesa mucho porque también fortalece las redes comunitarias, mejora el empleo y permite desarrollar el cultivo de especies autóctonas”, enumeró Periotti.
La funcionaria explicó que, por ejemplo, las semillas para comenzar tienen que ser argentinas; las que se adapten al clima, al suelo y al agua disponible, que “en el caso de Mozambique corresponden más a nuestro Noroeste”.
Aclaró que no se utilizan semillas de otros orígenes, que no estén probadas. Pero el programa apunta a que los mozambiqueños desarrollen las suyas. “Porque este programa no es sólo para las crisis, en las que ha demostrado ser muy útil. Sin crisis, sirve para recuperar la cultura productiva y poner en valor la producción propia de un país”, destacó la subsecretaria.
El programa, que es argentino y está patentado, tiene un fuerte acompañamiento técnico. En las misiones, además de los agrónomos van asistentes sociales, expertos en recursos hídricos y hasta arquitectos, e incluye la formación de técnicos locales, la capacitación de las familias y la entrega de los insumos.
“Pero nuestra propuesta a Mozambique es que, acompañando la producción, debe ir fuertemente la educación alimentaria. Y eso refuerza la efectividad del programa, porque se producen los alimentos que mejor respondan a las necesidades nutricionales del pueblo mozambiqueño y éste aprende a valorarlos”, explicó.
Periotti aclaró sin embargo que los técnicos argentinos no van con la idea de imponer sus puntos de vista, sino de recoger los datos de la realidad de ese país, la experiencia de ese pueblo, para combinarla con la del Pro-Huerta y que se adapte a esas circunstancias.
La subsecretaria aseguró que “Mozambique ha recibido cooperación muchas veces, pero es la primera vez que sienten que son parte de diseñar e implementar una propuesta”.
De hecho, dirigentes de la Unión Nacional de Campesinos de Mozambique expresaron su respaldo al proyecto de cooperación, al que consideran coincidente con su visión y enfoque del desarrollo agrícola.
Predisposición y experiencia agrícola y organizativa
Mozambique tiene 21 millones de habitantes en un territorio equivalente a un tercio de la Argentina continental, recostado sobre el océano Índico y a una latitud similar al sur de Brasil.
El 98 por ciento de las explotaciones agropecuarias pertenecen a 3.500.000 familias de pequeños productores que viven de sus cultivos, con lotes de media a cinco hectáreas. Pero la tierra cultivada equivale a apenas el diez por ciento de la superficie con potencial productivo, según informes preliminares elaborados por el Inta para el Pro-Huerta.
Entre las especies que Mozambique cultiva a escala comercial está la banana, cítricos, otras frutas tropicales, arroz, soja, palma aceitera, girasol, algodón y caña de azúcar.
La producción campesina de consumo comunitario incluye mandioca, batata, maíz, poroto y algunas hortalizas, junto con la cría de bovinos para carne y leche, cabras, cerdos y aves.
Los campesinos sólo tienen unos pocos animales por familia, labran con herramientas manuales o de tracción animal y poseen escasas vías de comunicación.
Los técnicos argentinos observaron experiencias de huertas cultivadas por iniciativa propia por los campesinos, incluso en banquinas, y encontraron “buena predisposición y experiencia organizativa y agrícola”, según describió en un documento del Inta Daniel Díaz, gerente de misiones de cooperación técnica internacional de ese instituto, tras una visita al país africano.
Los mozambiqueños tienen elevadas expectativas por esta cooperación, “porque reconocen a la Argentina como una potencia mundial en alimentos”, dijo Díaz.