Por Javier Hernández
Valiéndose de la tecnología como medio para narrar historias, desde esta noche y hasta el domingo, la compañía porteña Fuerzabruta, bajo la dirección del histórico Diqui James, desembarcará en el Salón Metropolitano (Intendente Lamas 601) con ocho funciones (ver aparte), para dar a conocer en Rosario Wayra, un espectáculo que combina monumentales escenas de destreza física, y habla de la libertad, la concentración y la fuerza colectiva.
De gran esplendor e inmensidad, Wayra, que en quechua significa “viento”, prescinde de la palabra como lenguaje primario y, buscando disolver las barreras convencionales del teatro, en su seno, propicia un torrente de estímulos que ponen en tela de juicio el lugar del espectador dentro de la escena.
Estrenada el año pasado en el mítico estadio porteño Luna Park, la obra muestra algunas escenas que triunfaron en el espectáculo anterior (Fuerza bruta) y que tuvieron su adagio en 2010, en los mega festejos del Bicentenario, por las calles de Buenos Aires. No obstante, una de las nuevas vedettes es la incorporación de un domo que se expande sobre el público y donde la gravedad parece desaparecer, y el “wayra”, jugar su carta central.
Con intensidades disímiles, la obra podrá vivirse desde dos sectores diferenciales: platea y campo. En dialogó con El Ciudadano, Fabio D’Aquila, coordinador general del Wayra Tour y cofundador de la compañía, repasó lo que significó para el equipo de trabajo la participación en los actos por el Bicentenario y adelantó detalles de esta obra: “Queremos que la gente se desconecte y no piense «qué me estarán queriendo decir»”, expresó.
—¿Cómo nace “Wayra”?
—La idea apareció luego de lo que nos generó el trabajo montado para el Bicentenario. Por un lado, ese festejo nos abrió las puertas a la masividad y a la popularidad, pero por otro, también a la inspiración. Fue muy fructífero trabajar con la historia argentina, los pueblos originarios y la música autóctona. Nos llenó de ideas, y así nos propusimos trabajar un concepto para un estadio.
—Como un film que tiene un comienzo, un desarrollo y una conclusión, la obra no es sólo expansión tecnológica…
—Pasa que trabajamos un formato de espectáculo desde el cual el actor cuenta con el cuerpo, sin utilizar el texto. También ponemos en evidencia ese contraste que implica la tecnología, que permite al performer, por ejemplo, estar colgado en el aire, pero lo combinamos con la sangre del propio actor que permite humanizar la escena. Utilizamos la tecnología pero no somos expositores, la usamos para ponerle sangre a la acción.
—¿Cuál es el puente que trazan con el quechua? Wayra significa viento en esa lengua…
—El eje de Wayra fue entender que el concepto, que es la palabra “wayra”, era un motor para nosotros. Pensábamos en el viento y en el aire. En este show hay una escena que está motorizada por el viento, que existe gracias al viento. Estamos mucho en el aire. Y además, esa cosa de palabra de raíz, fue inspiración del Bicentenario que fue muy importante para darle una vuelta de rosca a todas nuestras ideas.
—¿Sienten que con el Bicentenario, además, ganaron un nuevo público?
—Ganamos masividad y popularidad, nos pudo venir a ver un abuelo con sus nietos; gente que por ahí no estaba enterada de lo que hacíamos antes. Y esto nos ayudó a sacarle un poco de misterio a lo que hacíamos.
—¿Cómo definirías a nivel teatral la propuesta de Fuerzabruta?
—Hoy en día pasaron muchísimas cosas en el teatro. Yo creo que lo nuestro es teatro, que hacemos teatro. Le sacamos la etiqueta, le quitamos las butacas, le sacamos el texto, pero hacemos teatro; nos ponemos en un lugar donde presentamos una historia. Y para mí el teatro es eso: es presentarle al público sensaciones, imágenes, cosas que permitan ser vividas.
—El público está muy presente en la obra, es uno más…
—El público genera muchos momentos del show. Imagínate si frente a un espectáculo como este la gente no se compenetrara… sería otra cosa. El actor que está corriendo con garra siente el feedback tremendo con la gente. La escena donde una chica vuela furiosamente por el aire, sólo existe porque hay un público que la está sosteniendo. Cuando con Diqui (James) éramos jóvenes, tuvimos sensaciones brillantes al ir a los conciertos de rock y estar abajo del escenario saltando con adrenalina; acá tomamos eso pero le sacamos el escenario y los pusimos a todos entremezclados.
—En “Wayra”, los espectadores somos sólo energía, y como público dejamos un poco la cabeza de lado y vivimos al ritmo del espectáculo…
—Qué bueno que te pasó eso, que lo viviste de ese modo, porque es lo que buscamos. Queremos que la gente se desconecte y no que piense “qué me estarán queriendo decir”. Nosotros no queremos decir nada, sólo estamos invitando a la gente a que se mueva y pueda desconectarse. Diqui tiene una frase alucinante: “Fuerzabruta presenta algo que va a ir más rápido que tu pensamiento”, dice, y es cierto, porque cuando ya estás entendiendo estás en otro lugar.
—¿Coincidís en que la música es fundamental?
—Es el 50 por ciento del espectáculo. Mitad es escena y mitad es música.
—Y funciona bien en vivo…
—Volvimos a trabajar así porque en Fuerza bruta lo hicimos sin músicos en vivo. Wayra fue una vuelta a lo que hacíamos con De La Guarda (grupo del que se desprende Fuerzabruta), y acá queríamos meterle de nuevo la sangre, porque da en la dimensión del lugar. Además, el Bicentenario nos llevó mucho a eso: la música étnica tiene mucha potencia y no necesitamos instrumentos del rock anglosajón.