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Cuerpos que hablan

Por Laura Hintze.- Se presenta el libro de fotografías “Tinta libre. Historias grabadas en la piel”, que retrata a internas de la Unidad de Recuperación de Mujeres Nº 5.

Tinta libre. Historias grabadas en la piel, es un proyecto plasmado en un libro que conjuga fotografías y textos sobre la labor artística y militante en la Unidad de Recuperación de Mujeres Nº 5 de Rosario. Hay imágenes y estudios sobre palabras, dibujos, señales con tinta y elementos caseros en la piel de las mujeres presas en la Unidad Nº 5, que son más bien una forma de decir lo que no pueden las palabras. Tinta libre…, que se presentará hoy a las 19.30 en el Museo de la Memoria (Córdoba 2019), está hecho en conjunto por un colectivo de fotógrafos integrado por Andrés Macera, Celina Mutti Lovera, Francisco Guillén, Gabriela Muzzio, Matías Sarlo, Mónica Fessel, Paulina Scheitlin, Sebastián Suárez Meccia y Silvina Salinas; y con el aporte teórico de Analía Aucia, Élida Moreyra, Eugenia Ruiz Bry, Gabriela Sosa, María de Isla, Paula Giordano y Virginia Isnardi. La idea del libro surgió a partir del trabajo que el movimiento Las Juanas  realizó desde 2008 en dicha Unidad.

En la Convención de Tatuajes del Mercosur, que se hizo hace apenas unas semanas en la ciudad, el tatuaje era sinónimo de obra de arte, y el tatuador, un artista. Los tatuajes que se hacían y promocionaban llevaban trabajos de horas y hasta días, y –sin exagerar– valían cientos o miles de pesos. Técnicas, colores, prolijidad, máquinas y el apellido de quién lo hacía estaban incluidos en ese precio. En cambio, las marcas en la piel que se pueden ver en el libro Tinta libre… son muy diferentes. Esos tatuajes son más bien heridas provocadas por las propias mujeres, dibujos hechos con las herramientas más precarias e insalubres. Sin embargo, no cabe duda que el impacto que causan es mayor que los bien tasados. A primera vista salta que, en algo tan simple y pobre, hay una historia lo suficientemente grande como para comprimirla en todo el dolor que causa hacer esa marca.

“Son gritos desesperados. Una forma de expresión muy fuerte”, resumió Héctor Rio, fotógrafo y uno de los pioneros del proyecto. Rio, que ya había trabajado en cárceles, pero siempre de varones, dijo que estar en la prisión de mujeres es desesperante: todos las abandonan. “Allí, la soledad y la sensación de vacío son más fuertes”, contó. El trabajo de fotografía se hizo entre julio y diciembre de 2010. Convocado por el grupo de mujeres Las Juanas, Rio llamó, a la vez, a un grupo de fotógrafos de la ciudad para trabajar allí adentro. La consigna era una sola: que no haya rostros. Éstos, que bien podrían decir y significar mucho, no se extrañan en el libro.

Tinta libre. Historias grabadas en la piel tiene textos teóricos y fragmentos de poesías acompañando las fotos. Éstas reflejan cuerpos que no tienen edad y marcas que son los nombres de los hijos, de los padres, de amores que están tras otras rejas o por fuera de las rejas. También hay flores a medio hacer y dibujos que para un extraño no significan nada. ¿Qué serán? ¿Cómo se hicieron y por qué? ¿A quién le temblarán las piernas cuando los vean? Hay panzas con piercings, uñas largas y rojas, corpiños, polleras, camisetas de fútbol; están Jesús, Madre, Gabriel, Braytón, Sergio, Elsa y Papá.

Pasados los días de sacar fotos, llegaron los de la edición y, finalmente, los de tener el libro en la mano, lo que queda, el trabajo final. Sin embargo, y tal como señaló Rio, “cada uno se llevó algo diferente de este trabajo”.

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