“Cruzando el mar. Black Doh”. Detrás de estas palabras, un hombre con rastas monta una ballena de ojos azules. Este es el arte de tapa de Germán Arese para el primer sueño de David Dodas Bangoura, inmigrante africano devenido en rapero. La grabación del disco y su historia de vida es materia prima del documental rosarino “El gran río” que, bajo la dirección del realizador santafesino Rubén Plataneo con la producción de Virginia Giacosa, fue estrenado en el Cine El Cairo este viernes, acumuló varias funciones durante el fin de semana y volverá a proyectarse desde el jueves al domingo.
David nació de la unión entre Montescos y Capuletos del puerto de Conakry, Guinea, África. Sus padres, ambos con formación universitaria, provienen de tribus distintas, con ideologías disímiles, lo que generó una separación traumática y, según asegura el joven, con secuelas de magia negra que lo alcanzaron. “Mi padre estaba muy molesto. Ellos tenían creencias distintas y su unión no era bienvenida por las familias”, recordó en diálogo con El Ciudadano. Las tribus compartían dos cuestiones en común: su mutua enemistad y la censura a cualquier integrante que desee cantar.
Con 12 años, David escuchaba MC Hammer, Michael Jackson –con los que no podía evitar bailar– y más tarde los Beasty Boy, Public Enemy y el infaltable Tupac. Debía esconderse para entonar estas melodías y pocas veces se contentaba con los vestigios funks que gustaban a su madre. Hasta los 16 años, el joven no relegó el canto ni el tambor africano djembé. Tampoco dejó de escribir griots, relatos cantados con ese estilo ancestral y temática relacionada a las experiencias de vida.
En un entorno religioso hostil y con “pensamiento e ideología propia”, David montó su “ballena” –tal como bien grafica el arte de tapa de su CD–, un buque que creía con destino a Europa. Allí tendría la libertad de perseguir una carrera musical en el contestatario género del rap. Viajó escondido en el barco con tres amigos: Abdoulay, Lamine y Fonike que hacía beatboxing, base rítmica hecha con la boca. David cantaba para no olvidar las letras de sus canciones. Meses después, las costas santafesinas fueron pileta para su salto hacia aguas locales. “¡La tierra de Maradona!”, dice haber exclamado cuando se enteró de que no era el viejo continente sino la vecina localidad de San Lorenzo.
Antes del documental, David no caminaba solo por las calles y rutas argentinas. “Estaba embrujado. No era mi conciencia. Estaba medio perdido. Parte de mi familia hizo «trabajos» (por brujerías) para que me enfermara”, cuenta. Entre otros beneficios del film, a los 24 años consiguió retomar contacto con su padre y abuela, una curandera que “levantó” estos maleficios. “Era un gualicho”, sintetiza el africano. La referencia se puede encontrar en una de sus canciones del disco debut “Cruzando el mar” –ver recuadro–. “Me embrujaron. Por eso lo escribí. Es algo real que no puedo olvidar. Es real. Existe la brujería”, cuenta David que no sólo domina el castellano –lengua que aprendió en la ciudad– sino el francés y su dialecto nativo.
Como parte de la producción de “El gran río”, los realizadores viajaron a conocer la familia de David, aunque él, por problemas burocráticos, no pudo acompañarlos. Pero África no está lejos para el rapero. Mientras tramita los medios para que su madre, Fatoumata Ousmane Bah, y hermanas vengan a visitarlo, no resiste la idea de regresar. Sobre todo a visitar a su abuela.
David recuerda con cariño a los hacedores de hip hop rosarinos, con fuerte presencia, tal como publicara hace meses El Ciudadano, en el oeste de la ciudad.
Aún sorprendido por el éxito, Black Doh ya tiene listo su segundo álbum aunque no lo ha grabado. Con pocas presentaciones en vivo, sus productores están coordinando fechas en la capital santafesina y luego Buenos Aires. Buen autopromotor concluye la comunicación telefónica: “Primero lo primero: lanzar el disco actual”. El segundo álbum, asegura, es su segundo sueño.
Sueño estéreo
“Cruzando el mar” (2012) cuenta con la voz y letras de Black Doh sobre las bases de Don Q. Con los arreglos musicales de Eduardo Vignoli, el álbum debut se grabó en el Estudio Wasabi y fue masterizado por Charly Egg. Entre los músicos invitados figuran: Martín Pendlebury, Irina, Pabliko Man, Comadreja, Eduardo Vignoli, Celeste, Manutel y Marcelo “Coche”. La producción fue de Rubén Plataneo y Virginia Giacosa y fue financiada con el Fondo Fonográfico del Espacio Santafesino.
Audiovisual santafesino
Entrevistado, entrevistador, protagonista y relator. Estos son los roles de David en “El gran río”, una película documental del director Rubén Plataneo con la producción de la periodista Virginia Giacosa. El film revela el proceso de grabación de “Cruzando el mar”, primer disco de estudio del rapero Black Doh. En realidad, se trata de una excusa para mostrar las vivencias de David y otros jóvenes rechazados por la miseria y violencia política de sus países que llegan a Rosario de forma ilegal. Se aborda la modalidad de inmigración, ya que como explicó el director: “Santa Fe fue uno de los últimos reductos de población negra que los llevaban a los frentes de combate con Paraguay”. La preproducción llevó a Plataneo a enfrentar elementos complejos que enlazaron la nueva condición globalizada y el deseo de contar una de todas esas historias. El viaje de David, las personas que lo ayudaron en la localidad de San Lorenzo, su vida en Rosario –las pensiones, los compañeros, “las madres del corazón” que lo ayudaron a superarse cada día– son los retazos que comparte David a instancias del director. El film también releva “lo que dejó atrás” el protagonista: sus amigos y familiares. En particular, su madre, una mujer tradicionalista que manifiesta su descontento con la transformación de David en el rapero Black Doh. “El gran río” fue seleccionada en la sección Panorama del 14º edición del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) y participó en la competencia de Derechos Humanos.