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Vacaflor: “Esto no termina, recién empieza”

Por Santiago Baraldi.- Fue protagonista central de la fiesta patria en los últimos años. Su proyecto de hacer la bandera más grande del mundo llegó a su fin, pero alrededor de ella, alcanzó una extensión de 20 mil metros, hay cientos de iniciativas a futuro.

Después de 14 años, el proyecto Alta en el Cielo llegó a su fin. Sin embargo, su creador, Julio Vacaflor, aseguró que “esto recién comienza”. La idea del periodista nacida un 3 de junio de 1999 –aniversario del nacimiento de Manuel Belgrano– prendió en toda la sociedad, primero en Rosario y con los años en todos los rincones del país. “Y ahora no se puede parar –dice el popular Vaca– fijate que a horas del acto llegan delegaciones de distintos lugares con trescientos metros de bandera. No tenemos en claro qué vamos hacer con Alta, hay mil ideas y propuestas; Alta es de la gente, una construcción colectiva”, resume. Ayer, como cada año, salieron a recorrer la avenida Belgrano, frente al Monumento, en tres tramos: uno que bajó desde calle Córdoba, otro desde Rioja y los 30 metros originales por calle Santa Fe.

Paradójicamente, por primera vez Vacaflor encabezó la caminata junto a su familia: su mujer, Graciela Trevisi –más conocida como la Pioja– sus hijos Joaquín y Anahí; su mejor amigo José Manuel y el director de contenidos de imagen y radio de TEA, Emilio Cartoy Díaz, quien se sumó al proyecto desde sus comienzos. Con lágrimas en los ojos, se abrazaron cada una de las integrantes del proyecto Alta en el Cielo: costureras, colaboradoras, docentes, maestras de jardín de infantes, todos levantaron los retazos de celeste y blanco con orgullo. “Viste Vaca, lo hicimos”, gritó una de ellas. Sobre la vereda del Monumento un cerrado aplauso acompañó el encuentro de los tres tramos de la bandera más larga del mundo frente al mástil.

Vacaflor fue levantado en andas, mientras la locutora de protocolo lo nombraba y agradecía a cada uno de los que en estos 14 años sumaron su puntadas a la costura de los más de 20 mil metros de tela celeste y blanco. Vaca recibió el abrazo de gente que él no conoce, hombre y mujeres que solo le decían “gracias” por haberlos hecho partícipe, “de volver a creer en la bandera”. Su hijo Joaquín no ocultaba su emoción, tenía doce años cuando a su casa llegaban los retazos de tela, primero gente del barrio o la ciudad, después comisionistas, en horarios insólitos, tocando timbre para dejar metros de bandera. “Los hijos nos ayudan a pelear, es la revancha que tenemos”, dice Vacaflor a un señor que espontáneamente lo abraza.

Jorgelina llegó con su hija, “tiene la edad de Alta”, le dijo y los dos lloraron, no hay palabras, es otro de esos abrazos que duran segundos eternos. Maestras de Buenos Aires custodiaron el primer tramo. “Vinimos todos los años, con lluvia o frío, estar en Rosario llevando la bandera cocida por la gente no tiene precio”, apuntó una de ellas. En la carpa que se levantó frente al Monumento “está casi 90 por ciento; sacamos a la calle más o menos dos mil metros, la gente está pasando desde el lunes para coser, sacar fotos, tomar un mate. Cuando se levantaban de la máquina de coser, aflojaban de la emoción”, agregó Vacaflor, quien se fundió en un abrazo con la Pioja, su compañera, artífice también de un sueño que ayer llegó a su fin “pero que recién comienza”.

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