Mika Etchebéhère, una argentina que participó en la Guerra Civil Española, luego de haber pasado por París en los años 30, por Berlín durante el ascenso del nazismo y que cuando era una jovencita estuvo enla Patagoniainvestigando la masacre de los obreros rurales, es la protagonista de una novela recién publicada por Elsa Osorio.
“No quería hacer una biografía, me gusta la aproximación que da la ficción”, dice la escritora en una entrevista con Télam y, aunque muchas veces abandonó la idea de la novela, comenzó a escribirla en 2007, luego de realizar entrevistas a personas que la conocieron, reunir documentos, manuscritos, datos aquí y allá, en lugares por donde pasó esta luchadora incansable.
La historia de Mika (Seix Barral) se remonta 25 años atrás cuando en un otoño de 1986 el escritor Juan José Hernández le habló por primera vez de esa mujer que nació en la colonia judía de Santa Fe en marzo de 1902 y vivió en Rosario.
“Me prestó un libro en francés donde ella habla de una parte de la guerra. A partir de ahí escribí artículos y conocí gente que se había cruzado con ella. Hasta que un documento le dio encarnadura real a la que era un personaje”, señala Osorio y nombra entre los amigos de Mika que entrevistó a Salvadora Medina, mujer de Natalio Botana y a Guillermo Nuñez, quien la conoció en Perigny en 1977.
“Hice varios viajes a París, hasta que me topé con Guy Prévan, poeta, militante internacional, él tenía los manuscritos de Mika y me los fue dando de a poco hasta que me prestó todo”, relata.
Primero le mostró recortes de prensa sobre las memorias de ella de la guerra; luego las cartas de amor que se escribieron con su compañero Hipólito Etchebéhère, los cuadernos de París y de Berlín, libretas, dos cartas de Alfonsina Storni (quien como Mika pasó por la revista Insurrexit) y una carta y una postal de Julio Cortázar (también su amigo).
“En el Musée Social de París encontré las cartas de Mika a Alfred y a Marguerite Rosmer. El fue un hombre fundamental del movimiento francés. Ella los conoció en 1931, cuando con Hipólito fueron a París. Fue una etapa de formación ideológica y de debate con muchos militantes internacionalistas”, resume Osorio.
La propia escritora irrumpe en la novela con reflexiones sobre todos estos escritos dispersos que la ayudaron para armar el itinerario seguido por Mika desde que dejó Buenos Aires junto a Hipólito para encaminarse a Madrid, dispuestos a pasar de la teoría a la acción.
Por Prévan, la autora de A veinte años, Luz llega a contactarse con Emma Roca, una miliciana joven, que en el libro es recreada en una primera persona, que alterna con la voz del narrador y de la propia Mika, sumergida en los avatares dela Guerra Civilespañola.
“¿Anarquista, comunista, trotskista, opositora de izquierda al estalinismo, del grupo Que Faire, del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), me di cuenta que más allá de un encuadramiento fugaz no la podía encasillar en ningún partido, pero estuvo siempre contra el fascismo”, subraya Osorio.
“Estuve en Berlín y fui recorriendo los lugares donde ellos estuvieron. Es increíble pensar ahora que al principio no se le dio importancia a Hitler. En 1932 comunistas, socialistas y los nazis se perfilan en el panorama político alemán”, añade.
De ese viaje, surge en la novela el espía Jan Well. “Y así encontré la manera de contar esos años y juntarlos en un personaje de ficción, basado en oscuros agentes dela GPUque andaban por todos lados”, sostiene.
Y ese personaje –camuflado con otro nombre– aparece también en España y es responsable de la detención de Mika. “Ella no dice que estuvo presa y yo cuando escribo la novela imagino que sí –eso es lo extraordinario de trabajar con la historia– y luego corroboró que realmente estuvo presa”, agrega.
“Ella permaneció enla Dirección Generalde Seguridad, como desafecta ala República. Unamujer que combatió y que fue reconocida por los milicianos como su capitana –define–. Yo investigué esta vida extraordinaria y esto me llevó a acercarme al Poum y ver lo que fue la fragmentación de la izquierda en España”, dice Osorio.
Algunos hechos ficcionales siguen los acontecimientos históricos, como el episodio de Well. “Me interesaba el tipo que la pone presa –de ficción– que es un estalinista y ella tienen el mismo sueño para el futuro, confían en una sociedad igualitaria con métodos diferentes”, señala.
“Es complicado escribir desde la guerra, tomándola a ella me di cuenta de su miedo, buscaba ser querida, y la diferencia entre una militante con el discurso intelectual y lo que era el día a día en el campo de batalla. Y lo logra porque tiene una gran certeza de lo que hacía”, evalúa Osorio.
Y continúa: “Ella consigue un lugar de respeto con la tropa. Una periodista me contó que Mika dijo que los lugares se ocupan: alguien tiene que mandar y ella se da cuenta que tiene condiciones para hacerlo”.
En medio de la guerra, prosigue la escritora, “va unos días a París y cuando se encuentra con sus compañeros del grupo «Que Faire» no quiere hablar de política. Lo único que le interesa es estar en el frente. Cuando en España no la dejan volver a luchar se queda escondida hasta el final de la guerra”.
“Sobre el paso temprano de Mika Feldman e Hipólito Etchebéhère porla Patagoniahay un cuaderno que me dio Prevan con notas sueltas de lo que los dos van averiguando sobre las matanzas de los obreros rurales en1922”, cuenta.
En realidad, reflexiona Osorio, “ella fue reconocida en vida, pero siempre tuvo un perfil muy bajo. Fue amiga del uruguayo Carmelo Arden Quin –con brocha gorda le pinta el departamento en París donde vivió hasta su muerte– y de la mujer de André Breton. En ese ambiente surrealista compra unos cuadros que después le permiten vivir en su vejez. Muere en1992 alos 90 años”
“El libro termina con la muerte de Hipólito (en la localidad castellana de Atienza, julio de 1936), son como dos relatos: la vida con él y la vida de ella en la guerra”, añade.
“Ese capítulo, explica también su feminidad porque cuando su marido muere por la explosión de un obús, ella no quiere vivir. Y luego le parece escucharlo: «Cómo te vas a matar por una causa personal. No es momento para dejarse llevar por los sentimientos»”, termina Osorio.