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Historia agridulce sobre los vínculos

Con la obra de teatro "Vuelve", las hermanas Paula y María Marull elaboran un atractivo melodrama.

Las migraciones internas, las cuestiones no dichas, las que engendran sueños incumplidos relegados por carencias afectivas, económicas, vinculares de toda índole. Una ciudad frente al campo que se eterniza, la metáfora de lo que nace “torcido”, el deseo de ser escuchado al menos una vez, aunque cuando llegue el momento, no sea tanto ni tan importante lo que se tenga para decir.
Con algo de este material metido dentro de una especie de comedia costumbrista que coquetea con el melodrama, aunque abrevando en la consistencia y profundidad de algunos personajes entrañables, Vuelve, con dramaturgia y dirección de Paula Marull, pasó el lunes por la sala Arteón, en una única función en Rosario (al menos por el momento), ya que la obra se encuentra en cartel en la sala porteña El Kafka.
Las mellizas rosarinas Paula y María Marull, radicadas hace años en Buenos Aires, parecen haber hecho el salto inverso al de la mayoría. Tras una incursión televisiva que tuvo sus frutos, y luego de formase con maestros como Raúl Serrano, Mauricio Kartun, Julio Chávez y Javier Daulte, el teatro se revela como el lugar elegido por ambas, donde, entre otros espacios, compartieron el elenco del ingenioso Vestuario de mujeres gestado por el referido Daulte en 2010, en formato díptico.
Partiendo de la potente idea dramática que sostiene que “uno no es lo que recuerda, sino lo que pudo olvidar”, Vuelve se sustenta en una historia pequeña que se vuelve grande por la fabula que termina desarrollando.
Un hermano poco más que adolescente recala en el departamento de su hermana en Buenos Aires buscando un “nuevo horizonte”; vaya paradoja en una ciudad donde no se lo suele ver. Viene “del interior del interior”, de Chañar Ladeado, localidad de la provincia de Santa Fe que hace alusión a un árbol que crece torcido; segunda paradoja si se piensa que en la vida de esos hermanos hay un destino (o algo señalado como herencia) que está torcido y debe “enderezarse”.

Un pasaje de «Vuelve», un texto simple y entrañable sobre dos hermanos de pueblo enfrentados a la gran ciudad. Foto de Leonardo Vincenti

Lo fortuito lleva a estos hermanos a enfrentarse con algo desconocido: un afuera que los amedrenta en su interés por alcanzar un estándar citadino que no tienen. Los personajes que vienen del afuera, una “amiga” y un especie de manager con pocos escrúpulos, serán el detonante de una pequeña gran tragedia que tiene solución y que, al mismo tiempo, vuelve a dar sentido al vínculo entre los hermanos y valor a aquello que parecía no tenerlo.

Por si fuera poco, un personaje de transición entre ambos universos, la hija del portero del edificio en el que habitan y paseadora de perros, que entabla una relación particular con el inocente hermano en cuestión, completa el cuadro de situación.
Vuelve juega con una historia agridulce, condimentada con buenos trabajos actorales, donde sobresalen por su frescura y naturalidad los hermanos (María Marull y Juan Grandinetti) y la paseadora de perros (Flor Braier).

Es, además, una muy buena oportunidad para encontrarse con una dramaturgia despojada de los vicios en los que suele incurrir el teatro porteño: extrañamente, Vuelve es un trabajo cuidado, que posibilita la siempre compleja lectura por capas. Quien quiera quedarse con los ribetes propios de la comedia costumbrista, podrá hacerlo. Quien desee ir más allá, se encontrará con un pequeño ensayo acerca de los efectos de los vínculos, el desarraigo, la pérdida, de cómo la ciudad fagocita cierta inocencia pueblerina que define a los hermanos, y de cómo el hecho de crecer puede volverse algo doloroso e inevitable.

 

 

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