La ceremonia de la Pachamama mantiene una tradición milenaria que subsistió a la “extirpación de las idolatrías” de los conquistadores españoles, y a quinientos años de aquella invasión los pueblos originarios buscan en cada celebración reactualizar el valor de la tierra y su identidad cultural.
Esta celebración, que se realiza en el norte del país y en los Andes peruanos y bolivianos y será conmemorada mañana, refleja la continuidad de una cosmovisión y la permanencia del “ser” de los pueblos que sufrieron los horrores de la colonización.
La colonización se basó en la desestructuración del orden americano y se implementó a partir de los apetitos imperiales que fundaron el pensamiento racista desde una política eurocentrista que justificaba la destrucción y sumisión del “otro”.
Como parte de ese avance los españoles implementaron la política de extirpación de idolatrías persiguiendo, flagelando y matando a quienes veneraban imágenes no católicas.
En ese marco, el ritual de la Pachamama es uno de los pocos que sobrevivió, muchas veces oculto entre otras creencias.
“Lo que fue pasando en muchas comunidades es una asociación de la Pachamama con la Virgen, porque era una forma de camuflar las religiones locales ante la extirpación que realizaron los españoles”, precisa el arqueólogo Hugo Yacobaccio, docente de la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet.
Explica que “se identificaron ciertas deidades andinas con vírgenes y santos católicos y se unificaron en algunos casos las ceremonias”.
En Bolivia, por ejemplo, se la identifica con la Virgen de Copacabana. “Es el sincretismo religioso, donde una figura se funde con otra y pasa a ser la misma”, precisa Yacobaccio.
“En un principio este sincretismo nació como forma de eludir la persecución religiosa”, afirma el especialista tras indicar que por este motivo “estas tradiciones se han mantenido muchas veces ocultas”.
En los rincones más aislados de la Puna, por ejemplo, las ceremonias a la Pachamama “se han hecho siempre, y en algunos casos, para disimularlas, se realizaron en las mismas fechas dedicadas a la Virgen María, pero la significación era otra”, revela Yacobaccio.
En la actualidad, y lejos de aquellos tiempos, “las identidades indígenas fueron cobrando luz y estas fiestas se han hecho públicas. Ahora tienen una mayor visibilidad”, sostiene el investigador.