Los dramáticos sucesos de Alepo, la madre de todas las batallas contra la dictadura de Bashar al Asad, han puesto en alerta a las Fuerzas de Defensa de Israel, que se preparan para la posibilidad de tener que recibir a un importante flujo de refugiados sirios.
Así lo aseguró un alto jefe militar y lo confirmó un comandante en el terreno. El epicentro de esa crisis humanitaria, por el momento eventual, son los Altos del Golán, el estratégico territorio que conquistó Israel en la guerra de los Seis Días de 1967 y que controla desde entonces, más allá del interregno que supuso la recuperación parcial y sólo momentánea por las fuerzas de Damasco en la contienda de Iom Kipur de 1973.
Los militares hebreos reconocen no tener aún directivas sobre cómo manejarán un posible ingreso descontrolado de desplazados, pero registran el peligro de que potenciales terroristas o agitadores ingresen junto con los civiles.
Este cronista visitó el Golán, ubicado al sur de Siria y en el extremo noreste de Israel, donde la situación era normal. Es más, el desplazamiento de la tensión militar al norte del país árabe ha llevado al régimen de Al Asad a trasladar tropas desde aquí, generando la paradoja de una distensión a nivel local, explicaron oficiales.
Fuentes militares hebreas en el Golán relataron que zonas civiles de esta última ciudad fueron recientemente escenario de fuertes combates entre tropas leales a Al Asad y rebeldes. Aplastados allí los segundos, en buena medida desertores del Ejército, las tropas oficiales quedaron liberadas para seguir con su faena represiva más al norte.
Los alauitas constituyen cerca del 15 por ciento de la población siria y están concentrados en el sur y en el noroeste, sobre la costa, especialmente en la ciudad de Latakia. Temen, en caso de ser desplazados del poder por la actual rebelión, una venganza de la mayoría sunita, un escenario que convertiría los graves hechos de violencia actuales en, apenas, el prólogo de una larga cadena de sangre y guerra civil en el país.
El Golán es una meseta de 1.800 kilómetros cuadrados, de los cuales Israel controla 1.200. Ondulada, está habitada por unos 20.000 drusos (leales a Siria, pero que no constituyen un problema de seguridad en la actualidad) y otros tantos israelíes. ¿Por qué Israel permanece en esta zona rural, con algunas explotaciones agrícolas y ganaderas?
Por un lado, por su altura y por la ventaja estratégica que eso supone en caso de una nueva conflagración con Siria, un dato evidente pero cada vez más relativizado conforme la guerra se hace más tecnológica, guiada por satélites y sensores.
En segundo lugar, su condición de prenda de canje de paz por territorios, lo que le permitiría a Israel “sacar de la cancha” del conflicto de Medio Oriente a otro gran jugador (el primero fue Egipto en virtud de los acuerdos de Camp David de 1979).
Tercero, por ser el lugar del que desciende el agua que baja por el río Jordán hacia el sur, un curso de agua nada espectacular para ojos rioplatenses pero vital y del que, dividido en afluentes que luego desembocan en el Mediterráneo, la vida realmente depende en esta zona. No alcanzará para la paz con una devolución territorial: la promesa de que Siria “no le cierre la canilla” a Israel deberá ser, inevitablemente, parte de la ecuación.