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El uso de las palabras para la salud física y emocional

Hay que medir cada palabra para ser una influencia positiva.

“Todo está en la palabra” (Pablo Neruda).

Tener en cuenta la intención de las palabras es esencial para mantener una buena salud, física, mental y emocional.

Porque muchas veces podemos ser heridos o herir, manifestar violencia o causar controversias, simplemente por el hecho de habernos adelantado a hablar sin pensar, sin haber medido las consecuencias.

En una oportunidad llegó a mis manos una reflexión de autor anónimo, titulada La piedra. Comienza diciendo: “El distraído tropezó con ella; el violento la utilizó como arma; el emprendedor construyó con ella; el campesino cansado la utilizó de asiento; Drummond la poetizó; David la utilizó para derrotar a Goliat, y Michelángelo la transformó en la más bella de las esculturas. En todos los casos la diferencia no estuvo en la piedra sino en el hombre… la posibilidad está en cada uno de nosotros, cada uno de nosotros marcamos la diferencia en el destino de nuestra piedra”. Marcamos la diferencia en el destino de nuestras palabras.

La intención con que nos expresamos tiene un valor inestimable a la hora de decir buenas palabras porque imparten un ambiente saludable para uno mismo y para quienes nos rodean.

Relacionando estas reflexiones con el concepto de salud observamos que el estar sanos tiene íntima conexión con la inocencia y pureza del pensamiento.

La queja, la crítica o el descontento son palabras o deseos inexpresados que se originan en los defectos, el resentimiento o falta de compasión con uno mismo y con los demás.

Seguidores de Jesús como fue el apóstol Pablo, mantuvo una tabla de valores espirituales que son la base para una vida saludable y armoniosa, sin arrepentimientos.

Me encanta cómo lo expresa una versión moderna de la Biblia: “No digan malas palabras, sino sólo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen. Echen fuera la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense unos a otros…”. (a los Efesios 4: 29, 31).

El perdón es esencial para lograr curación en nuestras vidas, y lo digo por experiencia. En una oportunidad estaba enemistada con un miembro de mi familia, y me costó mucho el acercamiento y poder perdonarlo porque usamos palabras muy hirientes. Esto me llevó un tiempo, pero luego de haber orado, sabiendo que a todos nos pertenece un mismo origen espiritual, creados por un mismo Padre-Dios, tuve la posibilidad de identificarme e identificar al otro de una manera diferente: viéndonos buenos, puros, inocentes, sin mancha ni culpa.

Al conectarme con estas ideas sanadoras comenzaron a aflorar palabras conciliadoras y reconciliadoras, llenas de comprensión, y empecé a experimentar una verdadera transformación, ya que en ese momento atravesaba, además, un problema de salud.

Una investigación del doctor Renny Yagosesky, que aparece en uno de sus artículos, dice: “Defino aquí la actitud mental como el estilo habitual de pensamiento y sus emociones asociadas, que tiene una persona con respecto a su presente, pasado y futuro. Esto incluye su percepción acerca de sí mismo y sus capacidades y debilidades, así como lo que representan para él las demás personas y el mundo que le rodea. Hoy por hoy existe evidencia científica, de que los pensamientos influyen en la generación de salud y enfermedad. De manera que podemos pensar que las personas participan del estado de salud que tienen, aún sin saberlo. Esto no implica que sean culpables de sus enfermedades, pero sí que tienen mucho que ver en el funcionamiento de su organismo. Significa, además, que disponen de una capacidad para contribuir con su sanación”.

Cuando logré entender profundamente que no había nada que perdonar porque no existía ninguna ofensa contra mí, ni tampoco hacia la otra parte, el resentimiento y la justificación propia se fueron desvaneciendo hasta sentirme libre, satisfecha y en completo orden mental y físico.

El diálogo cordial y ameno con ese familiar se reanudó sin ningún inconveniente a través de los años.

El cambio y transformación de nuestro pensamiento es vital para una vida saludable. Un estilo de convivencia que podemos ejercer en familia y en nuestra sociedad es medir cada palabra que expresemos, para que a través de ella seamos una influencia positiva en cada ambiente en donde nos encontremos.

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