En la esquina de Mendoza y Sarmiento, la vieja Sala Lavardén se quitó el ropaje burocrático. El edificio maestro se dejó ver para transformarse en un faro convocante, una visita obligada donde la cultura se encuentra detrás de cada puerta. Desde hoy los rosarinos podrán subirse a sus “plataformas”, apropiarse de cada espacio, aprender, jugar, dormir, bailar, asistir a talleres o cursos. Con la impronta que Chiqui González y su equipo imprime en cada uno de sus proyectos, recorrer cada piso de la Lavardén, incluidos sus dos subsuelos, es toda una sorpresa. Llevó cuatro años transformar una construcción donde abundaban oficinas, despachos y dependencias provinciales y nacionales, con sus boxes, paredes y tabiques conformando un laberinto oficinesco que tapaban la belleza de este verdadero patrimonio construido en 1927 como sede de la Federación Agraria.
La ministra de Innovación y Cultura recorrió junto a la prensa las entrañas de la Lavarden y lo hizo desde la terraza hacia los subsuelos. Mientras los trabajadores finalizaban detalles, entusiasmada indicó: “Fijate la cartelería dadaísta que contrasta con el estilo afrancesado del edificio”. Explicó que en el mes de septiembre habrá en la terraza, donde está la cúpula y el reloj original en reparación, “un café al aire libre donde se puede observar todo el centro y de noche contemplar las estrellas o participar de un stand up mientras se comparte algún trago”. En esa plataforma, además, se encuentran los dormitorios que albergarán hasta ocho personas que quieran estudiar o hacer cursos que se dicten en la Lavardén. “Es para aquellos santafesinos que por cuestiones de distancia puedan parar directamente aquí, donde las habitaciones cuentan con cocina y baños y salas de estudio”, apuntó Chiqui.
En el quinto piso se encuentra el original salón comedor de lo que fue el hotel de la Federación Agraria, inmenso, acustizado, con pisos de pinotea, detalles en las columnas, cortinas restauradas a nuevas y una enorme chimenea a leña al fondo “que estaba tapada por tabiques y no la veíamos, todo esto estaba boxeado”, continua, haciendo referencia a los escritorios que se chocaban como en la película Brazil.
En el cuarto y tercer piso están las oficinas del Ministerio de Cultura, pero no será obstáculo para que uno se tope allí con “culturas en movimiento”. En el segundo piso están los Cuartos Crecientes: en esa Plataforma hay salones múltiples donde se podrán practicar danzas o yoga: “Aquí habrá milongas públicas donde se mezclará el tanguero de barrio con el del centro, una bailarina contemporánea con el de club; baile para chicos y rock, filosofía para niños, mitología con plástica para niños, educación sentimental en la literatura; también teatro, danzas circulares, trabajos de inclusión para personas diferentes … Tendremos también Mirada Maestra donde los sábados vendrá un dibujante y el que quiera puede sumarse a su charla y dibujar juntos a Max Cachimba u otro día con Flor Balestra y así… queremos incentivar a todos para decirles: ‘vení, esta es tu casa’; esto será un hervidero de todas las edades”.
Mientras Chiqui González desciende por la escalera caracol y continúa señalando cada lugar recuperado, se imponen los frescos del pintor rosarino Alfredo Guido; paraguas abiertos cuelgan por doquier, de manera caprichosa, y debajo de ellos pequeños caireles simulan gotas de lluvia. Se detiene en el primer piso y allí el sello chiquigonzalezco se impone: siete habitaciones por las que se ingresa por roperos antiguos, como en Crónicas de Narnia: “De chicos creíamos que detrás de los roperos había otro mundo y allí vamos. En uno de los espacios se encontrarán con libros, otro de películas, por otro ropero se ingresa a un club de campo; donde la gente encontrará agua caliente y cedrón para cebar mate y leer los diarios y traerse un sándwich; quedarse acá para descansar. El que no quiera esperar el colectivo para volverse a su casa, puede hacer una tregua aquí. Por otro ropero se ingresa a un gran colchón con almohadas donde Galeano, Cortazar o Borges te leen un cuento, en otras almohadas hay canciones de cuna, podés venir a dormir la siesta. Por otro ropero se ingresa a un gran rompecabezas con dos mil piezas, donde también hay disfraces; once baúles de ropa donde la gente del teatro rosarino podrá venir a pedir un disfraz aquí si lo necesita. Al final del pasillo, por el último ropero, se ingresa a un carrusel que nos regaló el Hospital de Niños, con sus lucecitas y caballitos antiguos…”.
En la planta baja, hay una gran sala donde se podrá ver una muestra sobre el autor de El Eternauta, Héctor Oesterheld, y “la idea es que este espacio sea para todo tipo de muestras, ferias de diseños, fotografía; también de coleccionismo, donde el que quiera podrá exponer sus colecciones de discos, muñecos, o lo que sea, donde podamos mostrar que cultura también son todas las pasiones que tenemos”. Finalmente, en el primero de los sótanos habrá artes urbanas, un taller textil “donde la gente podrá venir a hacerse su propia ropa o disfraz, también carpintería para aquellos que quieran hacer su escenografía para teatro, junto a profesores que estarán para acompañar a los interesados. Habrá cinco salas de ensayo para los que quieran venir a hacer música o teatro, dos horas por turno, es decir, queremos que Plataforma Lavardén sea “más que un complejo cultural, tiene que ser un lugar donde la gente se encuentre con el arte, el ocio y lo lúdico, un lugar sin apuros”.