Los tatuajes no son simples elementos decorativos, describen lo que piensa o es una persona, o al menos lo que alguna vez fue. Estas marcas en la piel pueden condicionar, e incluso, limitar el futuro de un individuo. Esto es lo que descubrió el estadounidense Bryon Widner, que tras dejar atrás su pasado como líder racista y fundar una familia, descubrió que los tatuajes de su cara le impedían empezar de nuevo, publica el Daily Mail.
No hay trabajo para alguien que lleva marcas de odio en el rostro. Una dolorosa y larga cirugía sufragada por un donante anónimo le liberó de sus tatuajes y su pasado.
Desesperado, sin seguro médico y dos pequeños hijos, Widner y su mujer investigaron sobre la forma de eliminar tatuajes en la cara, sólo para descubrir que es una práctica muy peligrosa y que pocos médicos la practican. Además, era imposible de pagar. Hasta llegó a plantearse aplicar ácidos sobre su cara para eliminar las marcas de un pasado que lo tenía atrapado.
Ante esta situación, su mujer decidió ponerse en contacto con asociaciones que tratan a personas que han estado en grupos violentos y racistas. La historia de la familia les conmovió tanto que les prometieron que buscarían a un donante que quisiera pagar las cirugías valoradas en 35.000 dólares. A los pocos meses, una mujer anónima decidió ayudarlos en el conflicto de imagen.
El tratamiento, a base de láser, fue largo y doloroso, e incluyó 25 operaciones, pero tras 16 meses la cara de Widner volvió a estar limpia: ni rastro de tatuajes. Tras años de sufrimiento, este padre de familia logró desembarazarse de un pasado marcado por el odio racial y conseguir un trabajo con el que mantener de forma digna a su familia.