“Ante la realidad de que personas con discapacidad no eran aceptadas en los coros de quienes se titulaban ‘normales’, pensamos que debíamos responder con una propuesta superadora. No con un espacio para discapacitados, sino un espacio donde la única condición es la capacidad de cantar”, sintetizó Tania Ramírez Margot, directora del Coral Integración Rosario, único en Latinoamérica, fundado en 1989 por iniciativa de alumnos y docentes de la Escuela Luis Braille. Este fin de semana, el grupo integrado por 16 coreutas participará de un encuentro nacional en Villa Carlos Paz.
“Años atrás, si una persona tenía una discapacidad le ponían trabas para ingresar a un coro, o si ingresaba, cuando cantaba en lugares con escaleras, por ejemplo, no le avisaban porque era complicado subirlo, o porque al formarse el coro rompe la estética… ha pasado que a un coreuta con discapacidad visual lo dejaban detrás de una cortina o los dejaban detrás de todos porque ellos no se daban cuenta”, relató Ramírez Margot, quien se hizo cargo del coro con apenas 20 años, en 1996.
Formada en el Instituto Pro Música, estudió canto e integró el grupo de niños del coro estable; luego continuó sus estudios de música en la Escuela Provincial y hoy, además, ensaña canto en el Estudio de Comedias Musicales del teatro El Círculo. “El coro comenzó en 1989 porque las personas con discapacidad no eran aceptadas en los coros formales, entonces, por iniciativa de los alumnos y docentes de la Escuela Luis Braille, se decide, de manera superadora, que fuera de integración, que no sea únicamente de ciegos, como hay en Buenos Aires, sino que se abriera la puerta a cualquier persona que quisiera cantar, sin importar su edad ni su discapacidad; así es como comenzó el coro dirigido entonces por el profesor Adrián Katzaroff”, recuerda Ramírez Margot.
En 1996, siendo asistente del Coro Estable para Niños, le llegó la propuesta y el desafío de hacerse cargo del Integración, cuyo repertorio es sólo de música popular y folclórica argentina. “Somos un grupo en movimiento, donde permanentemente hay gente nueva; las edades van entre los 18 y los 60 años, hoy somos 16 integrantes, cuatro de ellos no videntes y otros con dificultades motrices”, explicó la responsable.
Cuando el Coral Integración se hace conocido en la zona y participa en diferentes encuentros “demostramos que se puede trabajar con personas con discapacidad visual; en Buenos Aires hay uno que es únicamente para ciegos. Para mí fue toda una novedad poder dirigirlos, buscar pequeños secretos para hacernos entender al momento de comenzar a cantar, porque el director es muy visual, gestual; entonces hay que buscarle la vuelta… Hay directores reacios a trabajar de esa manera por la estética, por cómo se arman arriba del escenario, hubo casos de directores que los escondían detrás de una cortina. Incluso hay coros en Rosario que si tenés más de 40 años no podés entrar, eso es el colmo de la segregación, y si encima sos discapacitado quedás afuera de todo. Cuando surge el Coral Integración no había uno similar en toda Latinoamérica porque había el coro de ‘normales’ o el coro de no videntes, no había una propuesta inclusiva”.
La idea, plasmada por alumnos y docentes de la escuela Luis Braille, era la de hacer del desarrollo del oído, el sentido con el que más trabajan, y “entonces hay muchos de ellos que hacen música, tocan instrumentos, cantan y tienen ganas tremendas de participar. El coro les da la posibilidad de aprender a escuchar distintas voces que no es lo mismo que quedarse solo cantando o tocando un instrumento, tiene que aprender a armarse en grupo, a escuchar al otro, saber en qué medida canta más fuerte o más despacio… está bueno como entrenamiento para cualquier músico que quiera desarrollar el oído desde ese lugar. Hay muchos chicos con discapacidad visual que quieren acceder a un coro y se quedaban sin la posibilidad, por ello existe el Integración”, agregó su directora.
A la hora de estar frente al grupo, Ramírez Margot cuenta algunos de sus “secretitos” para hacerse entender: “Dejo pautas claras, como por ejemplo, dos vueltas de guitarra y después entramos o, por ejemplo, yo emito un sonido con mi respiración y ellos respiran conmigo y entran, o si yo canto fuete es porque les estoy pidiendo más, o si hay que bajar el tono le hago una seña al compañero que tienen a su lado y éste con el codo, suavemente le avisa…son pequeños trucos que ensayamos y ellos ya saben cómo nos manejamos. Mi experiencia había sido hasta ese momento con niños; no tenía prácticas con adultos y menos con discapacitados visuales, pero no me lo plantea como una dificultad, arrancamos a cantar y le fui buscando la vuelta para superar los problemas”.