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En busca del “poder ciudadano”

Por Paulo Menotti.- El hijo del legendario dirigente sandinista Carlos Fonseca brindó una conferencia en Rosario sobre el movimiento y la democracia participativa. Allí expuso los aprendizajes y las nuevas formas del sistema político en Nicaragua.

Luego de regresar al poder en 2006, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) busca perfeccionar su modelo gubernamental a partir de formas de democracia directa, que no dejan de lado las formas de representatividad, pero pretende incorporar a los habitantes en las decisiones de la vida política. De paso por Rosario, Carlos Fonseca Terán, hijo del homónimo y mítico líder guerrillero, brindó la conferencia “La historia del sandinismo y democracia participativa”, invitado por la Multisectorial de Solidaridad con Cuba.

Allí, se explayó sobre cómo poder incorporar la sociedad a la política de su país a partir del concepto “poder ciudadano” que plantea el gobernante Frente Sandinista, con el fin de darle protagonismo en las decisiones a distintos sectores de la población.

En una entrevista con El Ciudadano, el actual secretario internacional adjunto de Nicaragua y miembro destacado del sandinismo dejó su impresión de la actualidad de su país, así como relatos de su propia historia.

—¿Cómo está Nicaragua hoy y cómo se incorpora al escenario internacional y a América latina?

—El comandante Daniel Ortega, cuando asume el gobierno en el 2006, en el acto masivo con miles de personas en la plaza, anuncia el ingreso de Nicaragua al Alba. Al día siguiente se emite un decreto gubernamental desprivatizando la salud y la educación. Los que conocen la experiencia revolucionaria en los años 80 saben que en Nicaragua hubo una campaña de alfabetización sumamente importante, una proeza se puede decir. Cuando triunfó la Revolución en 1979, el analfabetismo era del 54 por ciento y, con el accionar del gobierno sandinista, se redujo al 12 por ciento. Con el neoliberalismo durante los 90, aumentó la cantidad de gente que no sabía leer ni escribir al 35 por ciento, y ahora se redujo al 1,5 por ciento. Luego tenemos que, de ser el cuarto país más desigual de América latina en el 2006, actualmente somos el tercer menos desigual. Somos superados por Venezuela y Cuba. Somos el segundo que más ha reducido la desigualdad social después de Venezuela. Esto a pesar de que aún dependemos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, de ser uno de los países que más condiciones recibía del FMI, pasamos a ser uno de los que menos disposiciones acata. Esta limitación existe porque, la mal llamada cooperación europea que aporta el 40 por ciento de su presupuesto, pone como condición que el FMI apruebe ese presupuesto. También se redujo el 60 por ciento de la mortalidad materno-infantil, así como un 7 por ciento la pobreza en general y 15 por ciento la pobreza extrema.

—¿Qué perspectiva política tienen para el futuro de Nicaragua?

—Introducimos el (concepto) “poder ciudadano”, que es la expresión organizada de la democracia directa, que tiene como objetivo que los ciudadanos tomen las decisiones y que los representantes y gobernantes cumplan con esos mandatos. Todavía estamos en ese proceso porque cambiar el sistema político no es sencillo y es mucho más complicado, todavía, que cambiar el sistema económico. Estamos sentando las bases para la construcción del socialismo. El rumbo, el objetivo es el mismo que el de los años 80, pero está adaptado a esta época y eso tiene de diferente. El elemento nuevo que no existía antes es la existencia del “poder ciudadano”. En ese entonces, no se cambió el sistema. En los años 80 se instauró, en Nicaragua, la democracia representativa. Era una novedad en un proceso de orientación socialista. Ahora estamos buscando sustituir la democracia representativa por la democracia directa, sin que se pierda la representatividad, manteniendo el pluripartidismo. Lo cual responde a las características específicas de Nicaragua. Nosotros queremos que el modelo alternativo de izquierda genere una expresión histórica y una expresión territorial. Lo primero que requiere la expresión histórica es de la democracia directa. La expresión territorial te indica, según cada país donde se aplique la democracia directa, si deberá haber pluripartidismo o no. Por ejemplo, en Cuba hay una democracia que tiene muchas características de la democracia directa pero sin pluripartidismo. No consideramos que el pluripartidismo fuera una condición única de la democracia. En el caso nuestro es inevitable pero no es la esencia del sistema político que estamos tratando de integrar. Tiene que haber representantes por las clases populares, no puede haber representantes de otra extracción, así como tampoco el partido único puede arrogarse ese papel. Consideramos que la vanguardia es para dirigir, el pueblo para mandar y el gobierno para obedecer.

—En los años 80, ¿hubo una desconexión entre la vanguardia y la base popular?

—El problema en la década de 1980 fue que no se instauró un nuevo sistema político en sustitución del sistema representativo. En Nicaragua, el sistema representativo era un avance porque veníamos de una dictadura de derecha de más de 40 años. Sin embargo, creo que nos quedamos cortos en ese sentido porque no se institucionalizó la revolución. La institucionalidad política que ocurrió en los 80 no reflejaba el cambio revolucionario. Ahora se está constituyendo una nueva institucionalidad política adecuada a las características del modelo socioeconómico que estamos planteando. Ésa es una diferencia fundamental que, en mi punto de vista, hace más radical este proceso que aquel otro de los 80.

—¿Qué cambia ahora?

—El problema era que en esa época, era evidente que el Frente era un movimiento revolucionario que se inscribía entre la lucha del norte y el sur, y también entre el este y el oeste. Nosotros tuvimos el apoyo de Cuba y de la Unión Soviética. Eso creaba determinadas condiciones en las cuales políticamente no era pertinente ser muy ostentosamente socialista. Con el derrumbe de la URSS se plasma por primera vez en el Frente el objetivo de la construcción del socialismo como parte del enfrentamiento a los sectores internos que pretenden que el Frente renuncie a esa meta. Estos sectores quedaron en minoría, prevalece la posición revolucionaria del comandante Daniel Ortega y se da la necesidad de la proclamación de los principios revolucionarios en un momento en el que es duro hacerlo, porque hay una hegemonía total del neoliberalismo, de las ideas de derecha. Es el momento en el que no se veía la luz al final del túnel, era el Apocalipsis de los movimientos revolucionarios y del socialismo a nivel mundial. Sin embargo, luego se da el resurgimiento de la izquierda y para eso el Frente ya había proclamado abiertamente su programa, su identidad ideológica que ya estaba clara. No había sido necesario ostentarlo durante los 80, pero luego sí se hizo necesario proclamarlo abiertamente. Por eso se dan las condiciones que permitieron que esté más claramente definido el programa revolucionario del Frente Sandinista.

Un joven de la generación del 80

Carlos Fonseca Terán es hijo de uno de los fundadores del FSLN en 1961. Su padre fue una destacada figura en Nicaragua, donde fue nombrado héroe. Debido a eso, Fonseca Terán vivió exiliado en Cuba hasta el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979, tres años después de la muerte en combate de su progenitor. A pesar de eso y con 12 años, Carlos se incorporó a la vida social y política de su país al igual que la mayoría de los jóvenes. “Allí llego con fuertes convicciones revolucionarias por haber vivido en Cuba, por el padre que tuve y por lo que estaba pasando en mi país. Era casi imposible que no me identificara con la Revolución y en esa época, en Nicaragua, no había joven que no se identificara con la Revolución. Era hasta penoso para un joven no haber ido a alfabetizar, no haber ido a la guerra o a trabajar en la recolección del café. No había cosas con las cuales presumir”, recuerda Fonseca y agrega: “Eso creó un ambiente en el cual ser joven en Nicaragua era sinónimo de ser sandinista y revolucionario”.

Sin embargo, el proceso electoral alejó al sandinismo del poder en los 90 y, al mismo tiempo, reforzó sus convicciones y su compromiso con la organización política. En ese marco, Carlos comenzó a ocupar cargos de responsabilidad en el FSLN y fue legislador. Actualmente, el dirigente sostiene que nuevamente la juventud, hija de la generación de jóvenes de los 80, apoya al sandinismo y genera un rasgo primordial que explica la política presente de Nicaragua.

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