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Sobre crímenes espectaculares

Por Juan Aguzzi.- El docu-ficción “Parapolicial Negro” es un rescatable muestrario de testimonios que describen el accionar terrorista de la banda Triple A, que produjo 1500 muertes.

Cierta espectacularidad rodea a Parapolicial Negro, el film de Javier Diment sobre el accionar y la génesis de la Triple A, la banda criminal paraestatal que asoló las calles de la grandes urbes argentinas durante el decadente último gobierno de Perón e Isabelita. Tal vez esa espectacularidad se condiga con lo terrible que resulta pensar todavía que en un período “democrático”, donde el gobierno contaba con más del 60% de los votos, tamaña calaña de asesinos pudieran disponer de la vida de los otros con semejante impunidad, más allá que muchos medios denunciaran sus atrocidades con pelos y señales.

Una espectacularidad que el docu-ficción de Diment acentúa con, justamente, las secuencias de ficción, una especie de viaje tenebroso a los tormentos y muertes irrespirablemente sádicos. Si bien puede deducirse que estos pasajes apuntan a “ilustrar” el carácter de la violencia ejercida por los esbirros que respondían al Brujo López Rega, en su desnuda naturaleza no agregan nada a lo explícito de la serie de testimonios que construyen la historia de ese grupo de delincuentes amparados paradójicamente en el llamado Ministerio de Bienestar Social de entonces. Ni siquiera con los zócalos que aparecen cada vez que una secuencia de éstas se inicia y que remiten a un tiempo más actual, en la apuesta a señalar que este tipo de grupos todavía existe en el seno de cualquier fuerza de seguridad. No hay dudas que existan, de eso se trata la tan mentada depuración que todavía debe hacerse en estas fuerzas, pero eso, en todo caso, podría ser objeto de otro film.

Dinámica en su más de hora y media, Parapolicial Negro trabaja muy atinadamente los testimonios, que van de adelante hacia atrás, es decir, en principio los periodistas e investigadores y algunos de los mismos involucrados en los ataques de la Triple A que lograron salvar su pellejo, describen el accionar de la banda, sus repercusiones, e intentan, cada uno desde su lugar, contextualizar el tablero político que permitía las matanzas de militantes, trabajadores, delegados sindicales que alcanzaron a sumar 1500 muertes. Luego se va revelando quiénes eran cada uno de los que integrarían la banda parapolicial.Y esto funciona muy bien, permite enterarse de ese pasado delincuenciala, sobre todo de Eduardo Almirón Sena y Juan Ramón Morales, dos de los ejecutores de gran parte de los crímenes –a Almirón Sena logró extraditárselo desde España pero, igual que su compinche, murió antes de ser juzgado–, quienes integraban, en su carácter de personal de Robos y Hurtos de la Bonaerense, grupos de tareas que mejicaneaban mercadería mal habida a los contrabandistas o piratas del asfalto. Para ello, reclutaban malvivientes de la peor ralea, muchos de ellos buchones, a quienes luego, en la puja con fuerzas de la Federal por territorios y botines, iban eliminando con un nivel de crueldad espeluznante (manos y pies cortados de los cadáveres, incendiados vivos, muertes a golpes) para evitar denuncias de la cadena de complicidades.

Pero el hallazgo central de Parapolicial Negro, además de los testimonios citados –donde aparecen relatados algunos de los crímenes más resonantes como el del abogado de presos políticos Rodolfo Ortega Peña o el del intelectual de izquierda Silvio Frondizzi, acribillados ambos con múltiples balazos–, es la entrevista a la viuda de Almirón Sena en España, que habla de su marido como de un santo inocente, y lo más notable es que no parece hacerlo para defenderlo de las atrocidades de las que se lo acusa, sino desde cierta malsana inocencia, como si alguna singular patología la hubiera hecho “calzar” perfectamente en el rol de la mujer de un asesino serial. No son escasos los pasajes en los que la mujer se “pisa”, como cuando insiste en señalar que su marido no era violento mientras los archivos muestran el nombre de Almirón en artículos periodísticos que denuncian los crímenes de las patotas que integró.

De este modo, Parapolicial Negro cumple con el objetivo de poner sobre el tapete uno de los episodios más aberrantes de la Historia Argentina durante un gobierno elegido democráticamente –sobre todo en lo que compete a su génesis y conformación–, pero que sin duda fue uno de los laboratorios de prueba –el otro fue el Operativo Independencia en Tucumán– para la terrorífica represión desatada a partir del golpe militar del 76.

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