Con miras a las elecciones del año próximo, a través de las que deberán renovar bancas diputados nacionales, concejales y presidentes de comunas, el peronismo provincial está en pleno proceso de gestación de proyectos y estructuras. Un peronismo dividido en todas partes, que comparte espacios incluso con otros sectores políticos (como es el caso en la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe, donde algunos peronistas viajan con el PRO por la ruta política) y que, salvo excepciones, no alcanza a proponer coherencia ni en sus palabras ni en sus acciones y que, para añadir algo más a su estrambótica ensalada, basa su plan de acción, en algunos casos, en antiguos moldes y personajes ya desechados por el humor social.
Hoy por hoy, y aun cuando desde ciertos sectores del poder kirchnerista porteño se intente fabricar nuevas figuras aquí en Santa Fe, que muy poco podrán contribuir a las aspiraciones del poder central en el acto eleccionario del año próximo, la coherencia política y la militancia permanente son sustentadas por el jefe de la bancada oficialista en la Cámara de Diputados de la Nación, Agustín Rossi. Ciertamente que puede o no coincidirse con el pensamiento del legislador, pero si hay algo que no puede soslayarse en su aspecto político es la militancia, la coherencia y algo muy preciado que escasea en estos días: la lealtad. Porque si bien hay nuevos kirchneristas, muchos lo son por conveniencia, por interés o porque es la moda política o por cualquier cosa menos por apego al ideario del modelo. Y así como muchos que ayer adherían a las políticas del peronismo neoliberal hoy están en las filas del peronismo progresista, no hay dudas de que si los vientos políticos cambiaran girarían como verdaderas veletas.
No fue casualidad, por otra parte, que Miguel Del Sel casi se hiciera de la Gobernación de la provincia en las elecciones pasadas. Y si no alcanzó su propósito sea tal vez porque el macrismo no pudo (o no quiso) arrimar esa pizca de plus que se necesita para girar la rosa de los vientos que guía al destino de las cosas.
Es probable que por esa falta de afán político, Osvaldo Salomón, ex y buen intendente de Chabás y compañero de fórmula de Del Sel, haya decidido bajarse de esa nave y lanzar su propio espacio peronista en la provincia. O sea tal vez que siendo Del Sel el primero en la lista como candidato a diputado nacional, y correspondiéndole posiblemente el segundo puesto a una mujer, Salomón haya elegido ser “cabeza de ratón y no cola de león” y armar su propuesta dentro del llamado Peronismo Federal. Hace pocos días, el hombre de Chabás compartió un acto con figuras nacionales de ese espacio político enfrentado al kirchnerismo, en el Círculo Católico de Obreros de Rosario. Como se sabe, estuvieron José Scioli, Claudia Rucci y el titular del bloque de diputados nacionales Frente Peronista, Enrique Thomas, entre otros.
Frente a un peronismo atomizado en la provincia, en algunos casos “unido por el espanto”, y dentro del mismo espanto nadando quienes nada tienen que ver con la idea del que espanta (¡ah, política argentina!) y con un socialismo gobernante cuya única figura política en la provincia es el gobernador, y que por ausencia de cintura política de algunos funcionarios no alcanza a satisfacer las expectativas de cierta parte de la población, un nuevo espacio político aparece como prometedor o al menos con posibilidades de cubrir un lugar vacante. Podría ser el caso, por ejemplo, de la estructura que intenta armar Osvaldo Salomón. Siempre y cuando, claro, no se suban al barco viejas figuras, desgastadas (que ya quieren asomar la cabeza por allí), que poco y nada podrían aportar a la idea y que sin ninguna duda coadyuvarán a que la nave se hunda antes de botarla.
Tal parece que nadie, o muy pocos, advierten sobre el anhelo del ciudadano común, que gira en torno de nuevas caras y con proyectos contundentes y precisos con los que se sienta consustanciado.
Por otra parte, la ausencia de un mensaje aguardado ansiosamente por la población, que en algunos casos no se da por las trabas que impone la idea o por la falta de “pasta” para ofrecer adecuadamente el producto, determina que casi todo el espectro político no sólo santafesino, sino nacional, aparezca como una pléyade de pésimos autistas (y se dice pésimos autistas porque el autista casi siempre es un ser extraordinario, pero poco comprendido). Es decir, los políticos argentinos, ebrios de poder y de afán por el mismo, están incapacitados, tal parece, para entender el deseo de muchos argentinos (santafesinos, claro). No sólo que no saben transmitir sus ideas respecto de casos puntuales –si es que las tienen- sino que no saben aplicarlas cuando el destino los lleva a la función.
Y como muestra, se podría referir al caso de la inseguridad que ha dejado ya de ser eso para convertirse en algo más peligroso. Porque inseguridad entraña hablar de “no estar seguros” y de “probabilidad de ser víctima”. Y lo cierto es que la situación determina que se haya pasado ya el límite del “no estar seguros”, porque un gran porcentaje de la población es ya víctima directamente. Víctimas que pueden definirse como asaltados, heridos, asesinados, violados, estafados, etcétera. Y ya en este país, mal que les pese a los abolicionistas e impulsores de este descalabro, se es víctima de manera activa o pasiva. Sin embargo, de la estructura política pocos hay que hablen responsablemente del tema (si es que hablan); y son menos los que hacen algo respecto del asunto. No es casualidad.
Pero este aspecto, el de la inseguridad, para mejor decir el de las “víctimas del delito”, es sólo la punta del iceberg y no lo más peligroso. Hay cuestiones institucionales, por ejemplo en la provincia de Santa Fe, que son la raíz de la mole, su lamentable fundamento, y que navegan tranquilos favorecidos por el silencio de todo el espectro político.
Esta nota de opinión comenzó diciendo que “con miras a las elecciones del año próximo…” y allí radica el problema de los argentinos y en este caso puntual de los santafesinos. Un problema que sólo será soluble cuando las columnas puedan comenzar reflejando el deseo de bien común y no de cargos por parte de la clase política. Tal vez sea una utopía la esperanza de que las primeras palabras de un escrito sean: “Con miras a satisfacer los deseos de la comunidad…”, o tal vez no. Por eso la pregunta, más espacios políticos: ¿para qué, cómo, con quiénes?