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La Plata: 49 años de cárcel para “sátiro de la bicicleta”

En fallo dividido, fue penado como autor de 30 violaciones cometidas entre 2005 y 2006.


El denominado “sátiro de la bicicleta” de La Plata fue condenado a 49 años de prisión, al ser hallado autor de 30 violaciones cometidas en la capital de la provincia de Buenos Aries entre 2005 y 2006, informaron fuentes judiciales.

Se trata de Emiliano Perandones Pérez (27), quien fue condenado por un fallo de los jueces que integran el Tribunal Oral Criminal (TOC) 5 de la ciudad de La Plata durante una audiencia en la que estuvieron presentes varias de las víctimas de violación.

Los magistrados Carmen Palacios Arias, Horacio Nardo e Inés Siro hicieron lugar al pedido formulado por la fiscal Maribel Furnus, quien acusó a Perandones Pérez por 29 casos de vejaciones en las que resultaron 30 víctimas, debido a que en un solo hecho abusó de dos jóvenes.

En la parte resolutiva, dada a conocer en la tarde de ayer, Palacios Arias e Inés Siro le impusieron 49 años de prisión mientras que Nardo votó para que se lo condene a 45 años.

Pese a la condena a 49 años, Perandones es aún investigado en al menos otros 23 casos de abuso sexual ocurridos en La Plata.

En el fallo, los jueces tuvieron en cuenta los reconocimientos en rueda que hicieron las víctimas, los resultados de cotejos de ADN y los peritajes médico forenses que lo describieron como un “psicópata que no tiene empatía con el dolor de la víctima”.

Perandones tenía antecedentes de violación, ya que cuando era menor de edad había violado a una mujer en la localidad de Adrogué, delito por el cual no se lo condenó por ser inimputable.

Ya de adulto cometió otra violación por la que se lo condenó a 7 años de prisión, aunque por buena conducta sólo cumplió la mitad de esa pena.

Al salir en libertad, en 2005 se estableció en la casa de su novia, en La Plata, y unas semanas después comenzaron los abusos sexuales en los barrios platenses Tolosa, Ringuelet, San Carlos, Altos de San Lorenzo, Hipódromo, uno en la ciudad de Berisso y otro en Ensenada.

En diciembre de 2006 fue detenido luego de que una de las víctimas lo reconoció mientras despachaba combustible en una estación de servicio ubicada en Ensenada.

Según el planteo de la fiscal, el hombre tenía como modus operandi estudiar los movimientos de sus potenciales víctimas, a las que luego interceptaba en la vía pública y bajo amenaza de arma de fuego las obligaba a caminar simulando ser su novia.

Luego, las subía a la bicicleta y las trasladaba a un descampado o una vivienda deshabitada donde las violaba, tras lo cual les pedía una prenda íntima para llevarse y les decía que cuenten hasta 200 y se alejaba en su bicicleta.

Además se acreditó que a las jóvenes que se resistían, las tomaba del cuello y las asfixiaba hasta que accedieran a su deseo. A algunas de ellas les robó el poco dinero que tenían y a una le dejó plata para que se compre la denominada pastilla “del día después”, según se conoció en el debate.

En las pericias, se hizo mención a la “frialdad e indiferencia” de la personalidad del condenado y a que “no goza con el sometimiento sexual, sino con el sadismo, control, dominación y sometimiento de las víctimas”.

Los peritos atribuyeron también el robo de las prendas íntimas de las víctimas a una conducta “fetichista, ya que los guarda como trofeo y eso le produce excitación”.

“Perandones es un acechador, un predador que no huye, que estudia y se despide de sus víctimas y se muestra omnipotente con el no uso de preservativos”, sostuvo la fiscal en su alegato.

En el veredicto, uno de los jueces hizo referencia a una pericia psiquiátrica que reveló que “no existen tratamientos médicos para tratar estos casos y que de quedar libre tiene una alta probabilidad de reincidir en este tipo de ataques sexuales”.

Horacio Nardo admitió que se le plantearon “dudas” al momento de imponer el monto de la pena debido al testimonio de un perito psiquiatra que declaró sobre el trastorno de personalidad de Perandones.

“Nos dijo entre otras cosas, que «no puede amar, si se lo libera reincide en lo mismo y si se lo encierra no se cura», y además en nuestro país no están dadas las condiciones (como en otros), para poder tratarlo”, explicó.

El magistrado reveló que se preguntó: “¿Entonces qué hacemos?”. “Lamentablemente como juzgador soy esclavo de la ley y debo aplicarla, no tengo otra alternativa que encerrarlo y mensurar una pena de acuerdo a la cantidad y calidad de hechos como la extensión del daño causado”, expresó.

Agregó que debido a que ese daño “es imposible de reparar, la pena debe ser alta y no estar lejos del máximo posible”.

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