Aunque las elecciones municipales se celebran el 7 de octubre en todo Brasil, la atención gira en torno a los eventos de la populosa San Pablo, la ciudad más importante del país, donde el candidato del Partido Republicano (PRB), Celso Russomanno, logró consolidarse como favorito con el apoyo de la comunidad evangélica y correr de la competencia a su rival petista, Fernando Haddad.
El sorpresivo aterrizaje de Russomanno, otrora conductor de televisión, y su inmediato ascenso en los sondeos, instaló un álgido debate sobre la inclusión de la religión en la carrera por la alcaldía, dado que su campaña está dirigida por el obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios, Marcos Pereira, y es de conocimiento público que los pastores de la institución envían mensajes proselitistas durante las ceremonias. Según se desprende del censo de 2010, los seguidores del culto neopentecostal aumentaron del 15 por ciento al 22 por ciento de la población en detrimento de la Iglesia católica, y el máximo volumen de fieles se ubica entre la clase trabajadora y las zonas periféricas, desde siempre bastión del Partido de los Trabajadores (PT).
“En caso de un triunfo de Celso se trataría de un cambio bastante profundo, aunque todavía no se sabe adonde apunta”, explicó César Jordao, politólogo de la Universidad de San Pablo. “Qué cambió y cómo se hará, es una incógnita. Poco se sabe del programa de gobierno de Russomanno, aunque sí que es respaldado por la Iglesia Universal”, recalcó. “Su partido es pequeño, no cuenta con grandes personalidades, ni mucho menos otros políticos que lo respalden”, subrayó.
La evolución de los evangélicos de Brasil fue silenciosa: avanzaron primero en las favelas y barriadas, se posicionaron en cadenas de radio y TV como la SBT, y ahora apuestan a controlar una de las ciudades más grandes de América latina, no sin antes suscitar polémica.
El pastor Pereira lanzó la primera piedra al acusar a la Iglesia católica de controlar las esferas del poder del país y de haber “tolerado” en 2010 un plan educativo de Haddad, entonces ministro de Educación, que buscaba combatir la homofobia en los colegios.
“No se puede usar la religión como instrumento para buscar votos. En el mundo democrático no le cabe a la Iglesia asumir un papel político-partidario”, respondió el cardenal Raymundo Damasceno, en declaraciones que también corrieron por boca del Obispo Odilo Scherer. “No voy a plantar una guerra santa”, se desligó por su parte el candidato del PRB. “Soy un buen crisitano, quiero hablar sobre el programa de gobierno, no sobre la Iglesia”, apuntó para apaciguar los ánimos.
De acuerdo con la última encuesta de Datafolha, Russomanno lidera la pelea con un 35 por ciento de las intenciones de voto y es seguido por José Serra del Partido de la Social Democracia (PSDB) y el oficialista Haddad con un 21 y un 15 por ciento de respaldo, respectivamente. De confirmarse esta tendencia, el PT no participaría del balotaje, un golpe histórico si se tiene en cuenta que desde que volvieron las elecciones directas en 1988, colocó a sus candidatos entre los dos favoritos. Además, rompería con la clásica rivalidad PSDB-PT.
Con Russomanoo en el altar, Haddad salió a hacer campaña a exposiciones cristianas desarrolladas por diferentes iglesias neopentecostales, al tiempo que se reunió con el Consejo de Pastores y Ministros Evangélicos del Estado de San Pablo. Serra también se organizó un circuito religioso.
Russomanno suma un nuevo elemento para la política de Brasil, que solo crea incógnitas. “Es carismático y muy querido por el electorado, probablemente triunfe cómodamente en el balotaje”, afirmó el experto Jordao. Las cartas del juego cambian para el PT, acostumbrado a los rivales de siempre. Es tiempo para que el gobierno juegue otras cartas y se encargue de sostener a su feudo”, concluyó.