Comenzó el juicio contra el mayordomo del Papa, acusado de haber robado decenas de documentos confidenciales por el caso llamado «Vatileaks». Es acusado de haber trascendido papeles secretos de Benedicto XVI y sus colaboradores y habérselos entregado a un periodista que los utilizó en el libro «Su santidad». Reconoció que actuó para revelar el mal y la corrupción que había en el Vaticano. La pena que le aplicarían sería de 4 años de prisión.
Paolo Gabriele, de 46 años, comparece ante tres jueces laicos en un juzgado perteneciente al Vaticano. Quien es considerado su cómplice, Claudio Sciarpelletti, está representado por su abogado, según precisó el Vaticano. El proceso está abierto a la prensa, lo que supone un hecho inédito en la historia del Estado Pontificio, conocido por su secretismo.
Sin embargo, la audiencia pública está estrictamente controlada: solo ocho periodistas fueron autorizados a entrar a la sala del tribunal y únicamente podrán informar sobre el juicio a su salida.
Gabriele se enfrenta a una pena de hasta cuatro años de prisión. Como servidor de Benedicto XVI, el mayordomo le preparaba sus hábitos de ceremonia y le servía la comida. Está acusado de haber robado y fotocopiado durante meses decenas de documentos confidenciales del Papa y sus colaboradores. Después, bajo el seudónimo de «Maria», los transmitía al periodista Gianluigi Nuzzi, quien los utilizó en el libro «Sua Santità» (Su Santidad), donde quedaron al descubierto las rivalidades y la animosidad, especialmente contra el número dos del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. Entre la correspondencia del Papa destaca una carta de un exresponsable del Vaticano que se quejaba de haber sido apartado tras tratar de luchar contra la corrupción en el seno de la Santa Sede.
El mayordomo reconoció los hechos. Durante los interrogatorios, Gabriele explicó que actuó para revelar el «mal y la corrupción» que había en el Vaticano. Creía que actuaba por orden «del Espíritu Santo», consideraba que el Papa no estaba suficientemente informado de todos los escándalos y quería reconducir a la Iglesia «por el buen camino».
Detenido el pasado 23 de mayo, pasó 53 días en una celda de la gendarmería del Vaticano, antes de ser puesto bajo arresto domiciliario a finales de julio. El proceso podría desarrollarse de forma rápida, ya que Gabriele admitió los hechos, pero sus abogados pueden presentar objeciones de jurisdicción o de nulidad que alargarían su duración. En cualquier caso, es muy probable que el mayordomo se beneficie de la gracia papal, a pesar de que, según su entorno, Benedicto XVI resultó «profundamente herido» por la traición de alguien al que «conocía, quería y respetaba».
Entrevistado en febrero, de forma anónima, en la televisión, Gabriele afirmó que una veintena de personas «en los distintos organismos» del Vaticano estaban implicados en «Vatileaks». Sin embargo, hasta el momento, únicamente Claudio Sciarpelletti es juzgado junto a él y su papel está considerado como secundario.
Al referirse a Paolo Gabriele, los investigadores hablan de un «hombre sensible, capaz de cometer acciones que pueden perjudicarlo a él y a los demás». Se han realizado dos informes psiquiátricos de Gabriele. Uno habla de un «grave malestar psicológico caracterizado por la ansiedad, la tensión, la ira, la frustración». El otro, por su parte, se refiere a «una personalidad frágil con aspectos paranoicos que esconden una profunda inseguridad».
En la entrevista concedida a Nuzzi, Gabriele afirmó ser consciente de las consecuencias de sus actos y de los riesgos que asumía. Pero añadió que «ser un testigo de la verdad significa estar dispuesto a pagar el precio».