Los datos oficiales de la Argentina indican que el país ya cumplió con su compromiso ante la ONU de disminuir la pobreza a menos del 20 por ciento de su población para 2015, aunque los indicadores extraoficiales dan cuenta que aún queda un largo camino por recorrer.
Los jefes de Estado y de gobierno de 189 países, entre ellos la Argentina, tomaron en septiembre de 2000 el compromiso de cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) para 2015, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
El reto planteado por el ODM para dentro de tres años es reducir el porcentaje de hogares pobres (en términos de ingresos) a menos del 20 por ciento, y erradicar en forma definitiva la indigencia.
La tendencia de reducción de la pobreza registrada por el gobierno nacional muestra que podría lograrse la meta establecida, pero no así la relativa a la eliminación de la indigencia, cuyo ritmo de disminución debe acelerarse, según precisó Unicef, la agencia de la ONU para la infancia.
La meta establecida fue alcanzada ya en 2008, de acuerdo a los números brindados por el gobierno argentino a la ONU, con un índice de pobreza del 15,3, unos 5,3 puntos porcentuales inferior al nivel registrado durante 2007.
No obstante, los sindicatos de trabajadores y las consultoras económicas privadas del país descreen de esos datos y aseguran que aún falta un largo camino por recorrer, con entre siete y diez puntos porcentuales por reducir.
Es que la guerra fría de indicadores sobre la pobreza y la inflación entre el gobierno central, las provincias, los sindicatos, las consultoras privadas y la Iglesia no pierde vigencia, y restan cambios clave en las metodologías de medición para que estos entes puedan ponerse de acuerdo.
En su último informe la administración de Cristina Kirchner asegura que la pobreza bajó de 8,3 al 6,5 por ciento de la población durante el primer semestre de 2012, por lo que afectaría a 1.650.000 personas, mientras que la indigencia descendió al 1,7 por ciento, unos 443 mil ciudadanos.
Pero no son pocos –interesados o no– los que descreen de estos números y de la macroeconomía en general, confiando más en la propia percepción derivada de la inflación que advierten día a día reflejada en las góndolas, sin tener en cuenta muchas veces si mejoró o no su situación relativa respecto del poder adquisitivo y de bienestar general comparada con épocas pasadas.