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Lucas Martí, íntimo y reflexivo

El viernes, a partir de las 21,30, en Plataforma Lavardén, Lucas regresa a Rosario para presentar "Tercer y último acto de noción", su disco  con el que cierre su trilogía iniciada hace siete años y con la que pudo explorar una faceta compositiva distinta que logra abrazar a una generación.

Por Javier Hernández

A dos años de su anterior visita, cuando dio a conocer la penúltima parte de la trilogía sonora y conceptual que comenzó en 2005, Lucas Martí regresará esta noche a Rosario para estrenar Tercer y último acto de noción, un disco en el que refuerza la idea del músico solista con canciones de profunda mirada reflexiva brotadas de su propia experiencia personal pero que pueden atravesar a muchas personas de una misma generación nacida a finales de los 70.
Ex integrante de la banda A-Tirador Láser, con la que editó cinco discos, Martí llegará al escenario del Gran Salón de la flamante Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza) para, a partir de las 21.30, realizar un recorrido por toda su carrera que también incluye seis placas como músico solista. Pero no estará solo; sobre las tablas lo acompañarán Ezequiel Kronenberg (bajo), Diego Arcaute (batería), Nicolás Pedrero (guitarra) y Alejandro Carrau (teclados).
Con esta serie de trabajos el compositor, productor y músico de treinta y pico mostró su costado más personal, indagando en estructuras y letras que atraviesan muchos lugares hasta llegar a destinos por momentos imprecisos. La búsqueda de explicaciones pero también de acciones concretas –“me muero por ver que hicimos vida en este andar”– dice en “Proyectar” (segundo tema de este disco) es una marca que atraviesa y configura muchas de las canciones.
Antes de llegar a la ciudad, el músico diálogo telefónicamente con El Ciudadano y contó pormenores de su Tercer y último acto de noción. “Creo que el hilo conductor es la canción que se sale del formato pop y me permite desarrollar una letra que rompe la fórmula más clásica”, anticipó.
—¿Pudiste cerrar conceptualmente el mundo que comenzaste a crear hace siete años con el “Primer y último acto de noción”?
—Hay un poco de eso pero tampoco es tan estricto. Está la idea de que los discos siguen un concepto pero tampoco es algo que yo respete a rajatabla. Por ejemplo, este disco me llevó a usar elementos que no estaban en los dos primeros. Creo que el hilo conductor es la canción que se sale del formato pop y me permite desarrollar una letra que rompe la fórmula más clásica. Básicamente las canciones las fui seleccionando por lo que tenían en común pero hay algo que las emparentan que no sé muy bien qué es.
—El disco tiene qué decir y lo hace con una mirada reflexiva sobre las formas de vivir el presente. ¿Es un tema de “nuestra” generación o el ritmo que tomó el rock actual ya no de combate sino en el terreno de la propia existencia individual?
—En cuanto me topo con alguna experiencia ajena a mí pero que entiendo o puedo trabajar desde la canción, intento aprovecharla; pero en general siempre hablo desde mi lugar. Muchas veces siento que no estoy capacitado o tengo la información suficiente para abordar muchos temas y me limito a lo que me pasa específicamente. Me gusta hablar de otras cosas y vos lo notaste al escuchar el disco. Hay momentos donde puedo tener una mirada crítica de algo pero, como te digo, siempre me gusta ser cauteloso porque no tengo la información suficiente para mandarme con todo. Igual tampoco sé si lo haría si tuviese esa información…
—En “Trato con el diablo” (primera canción del disco) aparecen tres conceptos fuertes: el caos, los sueños y el destino. Ahí decís “Pelearme con cada yo interior es sano y me tiene vivo”. A veces, ¿los pensamientos brotan contradictorios?
—Sí. La contradicción siempre está presente porque todos somos así. Por eso no siempre uno se puede comprometer tanto con algún punto; la gente va evolucionando a través del tiempo. De esto hablo mucho en una canción que se llama “Por 200 años más” (parte del EP homónimo que el músico grabó en forma solista en 2011) que si bien hace una mirada crítica y reflexiva de cómo somos los argentinos también habla de cómo uno cambia y se transforma en otra persona y de repente sorprende a todos con nuevas ideas. Yo veo mucho de eso, especialmente en las personas más grandes que yo. Me gusta ser cauteloso con respecto a afianzarme a una idea porque la mutación en las personas es algo que se da en algún momento de la vida.
—A veces es necesaria…
—Y también es buena. Nunca estuve muy a favor de cambiar y pretender que los demás cambien de la misma manera que lo hacía uno. Eso es algo que está muy en discusión; se ve mucho en los medios. Yo me dedico a hacer canciones y no a la política; siento que el mejor aporte que puedo hacer es desde la música. De repente puedo tirar alguna idea que me surge pero siempre priorizando el hecho de hacer canciones y que si puedo aportar algo sea desde ese lado.
—Este disco refuerza la idea del músico solista. ¿Cuál es la búsqueda estética con este lugar que elegís? ¿O pasa por no comprometer a otros en uno de tus discos más personales?
—Mirá (piensa)… puede ser. Yo creo que estas canciones terminan generando un espacio diferente a otras. A mí me gusta mucho trabajar con la banda y también hacerlo solo. No creo que no pueda sumar a la banda a un disco como éste pero se da una realidad; juntar una banda para hacer un disco es bastante complicado y eso no coincide con mis necesidades de hacer cosas. Tal como las ideas surgen, me gusta llevarlas adelante.

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