Suiza, que no tiene costa marítima, pero sí varios lagos, no puede descartar totalmente tener que volver a vivir otro tsunami como el que ocurrió en el año 563 en el lago Leman, según un artículo publicado ayer en la revista Nature Geoscience.
Los tsunamis, que suelen estar asociados a importantes terremotos, son particularmente temidos en las costas marítimas tras los dramas acaecidos en Indonesia en 2004 y en Japón en 2011. Sin embargo, un equipo de la Universidad de Ginebra demuestra que las regiones sin costa marítima ni mayores riesgos de sufrir terremotos importantes tampoco están a salvo de los efectos destructores de los tsunamis.
En el año 563, una ola gigante devastó la orilla del lago Leman, el mayor lago natural de Europa occidental, en lo que se conoce como la catástrofe del Tauredunum.
Dos relatos históricos describen este mortífero tsunami, causado por derrumbes en donde hoy es el cantón suizo de Valais, a más de 70 kilómetros de Ginebra, en el lugar en que el Ródano entra en el lago Leman.
Este tsunami inundó la orilla del lago, arrasó pueblos, habitantes y animales, destruyó el puente de Ginebra y penetró en la ciudad, dejando muertos.
La secuencia exacta de los acontecimientos que vinculan los desprendimientos del monte Tauredunum y el tsunami del lago Leman sigue siendo incierta, pero los investigadores emiten la hipótesis de que el impacto del desprendimiento sobre sedimentos arenosos desestabilizó los terrenos de la zona de entrada del Ródano en el lago, la cual se desmoronó, provocando el tsunami en la superficie del Leman.
Simulaciones informáticas mostraron que luego de un desmoronamiento de este tipo, una ola de trece metros llegó al cabo de quince minutos más tarde a Lausana y una de ocho metros a Ginebra, setenta minutos después.
Una reconstitución de la ciudad de Ginebra, basándose en la configuración del siglo VI, revela que una ola de ocho metros habría pasado por encima de las murallas de la ciudad, afectando el puente y los molinos, como lo describieran historiadores de aquella época.
Hoy en día, más de un millón de personas viven a orillas del Leman y la ciudad, según los investigadores, es sumamente vulnerable, dada su poca altura con respecto al nivel del agua y su ubicación en la extremidad del lago en forma de embudo, lo cual amplifica mucho la amplitud de las ondas.
Según los investigadores, un acontecimiento como el de hace quince siglos podría reproducirse porque los sedimentos se siguen acumulando en el lago.