“No, con el Día de la Chupina nada que ver. Aquello fue un desastre”. Así, con evidente sensación de alivio, tomaron desde la Municipalidad la manifestación –en este caso espontánea sin dudas– de chicos –en especial de quinto año– que recorrió el centro de la ciudad para celebrar el final de clases. Ya desde la mañana se preanunciaba una jornada complicada y se activaron los sistemas de prevención. Y antes del mediodía la Guardia Urbana Municipal había decomisado cuatro morteros para bombas de estruendo y pirotecnia a una multitud de chicos que avanzaba por San Juan al 1700. Pero horas después nada había pasado a mayores. “Hubo mucho bullicio, pero no hubo enfrentamientos, no hubo destrozos ni personas agredidas ni heridos. Tampoco detenidos: al margen del ruido y de las molestias a los automovilistas, fue un festejo saludable”, resumió el jefe de la GUM, Gustavo Franco.
Disfrazados, con uniformes escritos, los rostros pintados y hasta pasando galeras con las que pedían monedas a los conductores de autos, “miles” de chicos se juntaron en parques y plazas y hasta hicieron micromarchas por bulevar Oroño, por otras calles céntricas.
Como si fuera un embudo, el grueso de los chicos fue confluyendo hacia peatonal Córdoba para avanzar en el que hace décadas es un ritual rosarino: “Todos al Monumento”.
“Fueron más de mil chicos y ocuparon la nave central. Pero desde el sistema no captamos ningún hecho de violencia. Tampoco daños a la propiedad o arrebatos”, dijo con evidente alivio el director del Centro de Monitoreo, Patricio Campbell. Para el funcionario, a cargo de casi un centenar de ojos vigía en distintos puntos de Rosario, la diferencia con la última chupina masiva resultó sideral: “No alcanzaban las cámaras para tantos hechos. Ahora no captamos enfrentamientos entre chicos de distintas escuelas ni ningún otro tipo de problema”, remarcó.
Tampoco la Policía había registrado hasta anoche denuncias por daños materiales o a personas. De igual modo, sí quedaron huellas del paso de los chicos, y anoche el problema lo tenían los trabajadores de recolección de residuos y de higiene urbana: dejaron un tendal de miles y miles de hojas, apuntes y carpetas hechas añico por buena parte de la ciudad. Pero nada que no sea reparable.