Unos 100.000 egipcios marcharon ayer al Palacio Presidencial para manifestarse contra la decisión del mandatario Mohamed Mursi de darse poderes casi irrestrictos y contra la aprobación a las apuradas de una nueva Constitución, en una protesta que derivó en algunos disturbios.
En un breve estallido de violencia durante una manifestación mayormente pacífica, la Policía lanzó gases lacrimógenos para impedir que un grupo de personas se acercara al Palacio, ubicado en el residencial barrio de Heliópolis.
El Ministerio de Salud dijo que al menos 18 personas resultaron heridas, ninguna de ellas de gravedad y muchas por la inhalación de gases. Asesores de Mursi dijeron que el mandatario islamista estaba en el Palacio cumpliendo con su agenda pero que se retiró por una puerta trasera en medio de las protestas.
La represión policial comenzó cuando un grupo de personas desprendido de la multitud tiró una valla ubicada a varios cientos de metros del edificio. La Policía lanzó gases y después se replegó, informó la cadena de noticias BBC. Tirada la valla, los manifestantes se pudieron acercar más al Palacio Presidencial, y la Policía al parecer optó por no realizar cargas adicionales para hacer retroceder más a la gente.
Unos 10.000 opositores más tomaron las calles en la norteña y costera Alejandría, la segunda ciudad del país, y cantaron eslóganes contra Mursi y contra la Hermandad Musulmana, el poderoso movimiento islamista del cual procede el presidente.
Sumándose a las protestas, al menos 11 diarios decidieron no publicarse ayer, y los periodistas se unieron a miles de manifestantes que se echaron a las calles. La manifestación de ayer se convocó bajo el lema “Última advertencia”, en medio de creciente tensión por la nueva Carta Magna y por decretos emitidos por Mursi por los que se puso por encima del Poder Judicial.
Mursi convocó a un referendo el 15 de diciembre para aprobar la Constitución, que según sus críticos tiene un sesgo islamista tal que podría restringir los derechos de las mujeres, de las minorías y las libertades civiles en general y permitir que clérigos musulmanes tengan poder de supervisión de las leyes. Las medidas de Mursi sumieron a un Egipto ya polarizado en la peor crisis política desde el derrocamiento de su antecesor, el autocrático Hosni Mubarak.
El país se halla dividido en dos campos, ambos con gran apoyo del público: Mursi y la Hermandad Musulmana, así como otro grupo islamista ultraconservador, los salafistas, versus grupos laicos y de izquierda. En la céntrica plaza Tahrir de El Cairo, también se concentraron miles de personas.