Search

A 25 años de aquella primera piedra

Por Rubén Alejandro Fraga.- Mañana se cumple un nuevo aniversario del alzamiento palestino contra las fuerzas de ocupación israelíes.

Todo comenzó en un campo de refugiados palestinos de Jabalya, en la Franja de Gaza, la tarde del 9 de noviembre de 1987, cuando un camión que transportaba colonos judíos embistió a un ómnibus repleto de árabes que regresaban de sus trabajos en Israel provocando la muerte de cuatro obreros palestinos.

Poco después, miles de palestinos en duelo iniciaron una marcha hacia un campo del Ejército israelí, convencidos de que el choque había sido deliberado. Es que tres días antes un comerciante israelí había sido asesinado en Gaza y los palestinos creían que el chofer del camión era un pariente del comerciante dispuesto a vengar su suerte.

El Ejército israelí disparó sobre los manifestantes matando a cuatro palestinos, y la Franja de Gaza, una pequeña zona en la que por entonces se apiñaban 650.000 habitantes, estalló en una lluvia de piedras, cócteles Molotov y gomas incendiadas contra las patrullas israelíes.

La rebelión se extendió como reguero de pólvora a los territorios de la orilla occidental del río Jordán, donde, al igual que en la Franja de Gaza, los campos de refugiados, y en particular las escuelas de la Agencia de las Naciones Unidas para la Ayuda a los Refugiados Palestinos se convirtieron en la primera línea del alzamiento contra las fuerzas de ocupación israelíes. Había nacido la intifada (del árabe “levantar la cabeza”, “agitación”) o “Guerra de las piedras” que comenzó como una resistencia civil contra la ocupación israelí en Cisjordania y la Franja de Gaza y se intensificó luego con la realización de atentados contra objetivos judíos.

La Primera Intifada duró más de cuatro años, se extendió a todos los territorios ocupados incluidas las ciudades de Jerusalén y Belén. En un comienzo el alzamiento fue liderado por los “niños de las piedras”, pero con el correr de los meses la rebelión fue ganando adeptos y se fueron sumando los adultos, los refugiados y hasta los intelectuales.

Más tarde, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), los fundamentalistas islámicos y los dirigentes de izquierda se aliaron para organizar boicots y huelgas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos. En 1990, más de 700 palestinos habían muerto (y 40 israelíes), decenas de miles resultaron heridos, y miles de encarcelados sin juicio previo. Pero la intifada había ayudado a la causa palestina más que cualquier otro acontecimiento en cuatro décadas.

Aunque Israel había librado todas sus guerras por la cuestión palestina, el conflicto con los propios palestinos se limitó mayoritariamente a encuentros con comandos de la OLP. Los árabes que se encontraban en Israel disfrutaban de una igualdad oficial, y la mayoría de los palestinos de otros lugares, aunque a menudo confinados en campos de refugiados, habían dejado que otros libraran su lucha. Ahora, cuando se defendían por sí mismos –incluso los árabes israelíes se rebelaron y se unieron a una huelga general– con armas que recordaban la batalla de David contra Goliat, se ganaron apoyos que no habían conseguido hasta entonces. Al declarar su lealtad a la OLP, rechazaron la negativa israelí a la legitimidad de la organización, pero también presionaron a sus líderes para que obtuvieran resultados rápidamente. La intifada llevó al rey Hussein de Jordania a renunciar a su reclamo de la orilla oeste (Cisjordania) y ayudó al líder de la OLP, Yasser Arafat, a controlar a miembros de línea dura de la organización.

Ilustración: Facundo Vitiello.

En noviembre de 1988, Arafat intentó capitalizar políticamente la intimada proclamando simbólicamente la creación de un Estado palestino independiente –cuyo gobierno en el exilio presidía él–, que obtuvo el reconocimiento de más de 60 países. Además, renunció al terrorismo y reconoció implícitamente a Israel por primera vez desde la creación del Estado hebreo en 1948. Al mes siguiente, luego de que Estados Unidos vetara su entrada en las Naciones Unidas, la Asamblea General se reunió en Ginebra para escuchar a Arafat: el histórico líder palestino repitió las intenciones de moderación de la OLP y nació una nueva esperanza para Medio Oriente.

Bajo la presidencia del demócrata Bill Clinton, Estados Unidos impulsó la apertura de un proceso de paz en Medio Oriente que le dio a Arafat la ocasión para iniciar conversaciones secretas con representantes israelíes. Las mismas, auspiciadas por el gobierno noruego transcurrieron bajo total hermetismo en la capital de Noruega y se sellaron con la firma de los Acuerdos de Oslo el 20 de agosto de 1993. La ceremonia pública se realizó en los jardines de la Casa Blanca, en Washington el 13 de setiembre de 1993. Allí, un sonriente Clinton ofició de anfitrión para el histórico apretón de manos entre Arafat y el primer ministro israelí Isaac Rabin.

Arafat regresó a Cisjordania como titular de un gobierno autónomo (la Autoridad Nacional Palestina) que inicialmente sólo tenía poder sobre la Franja de Gaza y Jericó (después se iría extendiendo a otras ciudades de Cisjordania). Pero los retrasos y discrepancias en el plan de retirada israelí de los territorios ocupados añadieron dificultad al proceso, viciado por problemas de fondo, como la falta de entendimiento sobre el futuro de Jerusalén –reclamada como capital por israelíes y palestinos–.

Pese a que los esfuerzos de Arafat fueron reconocidos con la concesión, junto a Rabin y al canciller hebreo Shimon Peres del Nobel de la Paz y del Príncipe de Asturias de la Concordia en 1994, el proyecto de paz enfrentó grandes dificultades debido a la oposición de los radicales de ambos bandos. Extremistas palestinos cometieron atentados y el 4 de noviembre de 1995 el premier Rabin fue asesinado por un ultranacionalista judío. El proceso de paz naufragó con la victoria electoral de Benjamin Netanyahu (actual premier israelí), del derechista Likud, en mayo de 1996.

El 18 de marzo de 1997, comenzaron una nueva serie de enfrentamientos entre jóvenes palestinos y tropas israelíes, por la construcción de un barrio judío en la zona árabe de Jerusalén. Una semana más tarde, los alzamientos en Belén y Hebrón se extendieron a Ramalá. El 28 de septiembre de 2000, el dirigente derechista israelí Ariel Sharon, líder del Likud, visitó la Explanada de las Mezquitas –lugar sagrado del Islam y de gran importancia simbólica también para el judaísmo–, en Jerusalén oriental. Esto, considerado una provocación, fue el detonante para que se iniciara la segunda intifada o intifada de las mezquitas, que paralizó por completo el proceso de paz.

Los disturbios se extendieron por Cisjordania y la Franja de Gaza y se prolongaron hasta febrero de 2005.

Si la primera intifada en 1987 buscaba reclamar una solución al problema palestino y recordar al mundo que los palestinos vivían bajo ocupación militar israelí desde hacía 33 años, la segunda intifada apareció para rechazar las “soluciones” propuestas. Es que, como advirtió Yasser Arafat, “es muy fácil para cualquiera iniciar una guerra pero es muy difícil conseguir la paz”.

Bonus New Member
linitoto
dongjitu
10