El supuesto fin del mundo que interesadas interpretaciones adjudican al cambio de era previsto para mañana por el calendario maya abrió un amplio espectro de negocios que van desde programas turísticos para visitar la región donde se desarrolló esa civilización precolombina hasta el ofrecimiento de “lugares seguros” en distintos países para ponerse a salvo del Apocalipsis.
Con la mercantilización del acontecimiento muchos se frotan las manos calculando cuánto dejará en sus arcas la explotación de la “profecía” maya, como la llama inequívoco sentido marquetinero, pero los herederos de aquella civilización que llegó a alturas del desarrollo nunca alcanzadas en Europa se muestran indignados con tanto manoseo y utilización.
En México y en los países de América Central en los que se extendió la civilización maya –Belice, Guatemala, Honduras, Salvador– se organizan conferencias, reconstrucciones de ritos, acontecimientos especiales y espectáculos de luz y sonido, y los antiguos sitios atraen multitudes en los últimos días, haciendo caso omiso de la indignación de los indígenas para quienes el cambio de era que marca el calendario de sus ancestros tiene un profundo sentido espiritual.
Pero en otros sitios del mundo da más rédito la explotación de la credulidad pública y el ofrecimiento de refugios contra un supuesto Apocalipsis cuya potencial realidad está más vinculada con los desatinos de la humanidad moderna que con los resultados de la paciente observación que los mayas hicieron del cielo y los astros para establecer sus fechas esenciales.
En Brasil, el pueblo de Alto Paraiso, al que se atribuye tener “energía mística”, atrae a cientos de crédulos ante la inminencia del “último día del mundo”.
El monte Bugarach, en el suroeste de Francia, publicitó su reputación de refugio antiapocalipsis y algunos hoteles cobran tarifas de hasta 1.500 euros para pasar allí la noche fatídica, suma que hay que pagar por adelantado, llegue o no la hora final.
También en Francia, pero en el este, muchos acuden al fuerte de Schoenenbourg y sus galerías subterráneas, parte de la “inexpugnable” Línea Maginot que se reveló totalmente ineficaz para detener la ofensiva alemana durante la Segunda Guerra Mundial.
En Turquía se dice que el pueblo de Sirince quedará también al margen del desastre final porque es desde allí que la Virgen María subió a los cielos, y los hoteles vendieron todas sus reservas y los peregrinos se apiñan donde pueden para ponerse a salvo.
En Estados Unidos se ofrecen refugios antinucleares o sótanos transformados en búnkers para sobrevivir al cataclismo, y en Rusia se cobra 30.000 rublos (unos 9.700 euros) por cada una de las trescientas plazas disponibles en un búnker de la época estaliniana, a 65 metros de profundidad.
En Asia, Japón, India y Australia, en cambio, el fin del mundo pareciera sobre todo ser ocasión para darse un último gusto. En Hong Kong, por ejemplo, varios restaurantes propusieron menúes uno de los cuales promete incluso no cobrar la cuenta… si llega el Apocalipsis.
Para los actuales líderes mayas es lamentable tanta especulación y manipulación comercial de una fecha –solsticio de invierno en el Hemisferio Norte– que para su pueblo sólo está asociada a la espiritualidad y a la esperanza de un mundo mejor.
Más lamentable aún, opinan, es el estado de miseria y postración en que viven cerca de nueve millones de personas, herederas de la civilización maya que dio al mundo maravillas en los campos de la ciencia, el arte y la cultura en general.