…Has aprendido el ego: exigir, pensarte diferente a otro, evaluar de buenas o malas a las personas, evaluar de buenas o malas a las situaciones, tener miedo y justificarlo, calcular para tu lado, vivir para agradar a los otros, buscar relaciones especiales, amores especiales, odios especiales, pensar que el dinero, los títulos, o la familia te dan la identidad o te salvarán, has aprendido el miedo a perder.
Creerte enfermo, pensar que alguien muere o que vas a morir, creer en la injusticia, creerte superior o inferior a alguien, creer que eres un cuerpo que hay que defender, proteger y desarrollar, creer que alguien está enfermo o creer en la maldad, creer que alguien es víctima de otro, pensar que las personas no deciden lo que les sucede, pensar que las personas no son tus hermanos e iguales a vos: has aprendido el ego.
Buscar el logro en el mundo como si fuera todo lo que hay, pensar que vivir implica esfuerzo, defenderte verbalmente, creer en el sacrificio y la austeridad, sentir culpa por algo o por todo, reprimirte, negar lo que sientes, no decir “no” para agradar, mofarte de Dios, sentirte víctima y creer que Dios es culpable del mundo que tú fabricaste, tener miedo del amor y aprender de un mundo falso: has aprendido el ego, pero ¡puedes desaprenderlo y recordar nuevamente quién eres!, ¡puedes despertar!
El ego es tu manera condicionada de mirarte, ver a los demás y ver el mundo, es tu percepción. El ego no es tu identidad sino un invento, un sustituto, y una ilusión. Tú eres amor y nada más que amor, y cada relación que experimentas con otros te sirve para darte cuenta de esto: ¿quién elijo ser? Y tienes únicamente dos alternativas internas a seguir: la voz del ego, tu fabricación inconsciente, que vienes forjando con esfuerzo, al no elegir seguir tu propia voluntad y la voz de la inspiración, que habla de amor, de perdón y de paz, aquella que parece un imposible cuando la miras desde el batallador disfraz del ego.
Puedes preguntarte: ¿y cómo hago para que crezca una y no la otra? Debes saber que crece aquella a quien tú le das vida por prestarle oído y atención. Así que un primer propósito es desaprender el ego. Y así como la maleza necesita ser arrancada de raíz y no ser nutrida para que la planta principal tome fuerza, de la misma manera debe ser tratada la “maleza” en la mente.
Desaprender el ego es un gran servicio a ti mismo y a la humanidad, es el objetivo primario de la mente y el requisito de la felicidad duradera. Cuando desaprendes el ego se comienza a entender y experimentar lo que es el amor, el cual se revela desde lo profundo de la mente, debido a que por nuestra propia voluntad corremos, soltamos o liberamos todo aquello que podría impedirlo. Así que no hacemos el amor, sino que, más bien, es el amor quien nos hace, cuando decidimos olvidar toda ilusión de oposición.
El Srimad Bhagavatam, una obra clásica de la India, por ser la explicación esencial de todos los Vedas en forma de historias, narra que tanto el príncipe Siddharta (Buda) como Druva Maharaja, cuando estaban siendo atacados por un ejército que venía desde el cielo empuñando toda clase de armas, reaccionaron de la misma manera; ellos dijeron: “Esto no puede ser verdad, esto es una ilusión”. Y esa visión peligrosa se deshizo y desapareció en un instante ante sus ojos.
Podemos entender entonces que nuestras dudas y creencias producen ciertas visiones y “realidades”, pero sólo durante el recorrido de tiempo que nos toma decidir desde nuestra propia y firme voluntad. Vemos lo que hemos decidido ver, y así no hay cambio alguno que esperar. Pero puedes hacerte el hábito mental de decidir por sobre las percepciones confusas del ego. Si no decides, algo lo hará por ti. Al soltar aquello que no puede ser otra cosa que una ilusión, se manifiesta la verdad. No tienes que aprender nada más, en cambio desaprende todo impulso a defenderte y atacar, comienza con cosas pequeñas y cotidianas. Desaprende el ego… y confía.