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El estallido de violencia sumó una cuarta muerte

Ayer murió una mujer de 36 años que agonizaba desde el viernes. Había sido baleada en la puerta del súper de España al 6300.

saqueos

Una mujer que fue herida con un arma de fuego durante los saqueos de la semana pasada en la ciudad falleció en la mañana de ayer y fue la cuarta víctima fatal que dejaron las tensas jornadas del jueves y el viernes previos a la Navidad.

La muerte de esta mujer arrastra una historia de pobreza y dolor que se enmarca en los violentos episodios en los que murieron otras tres personas, decenas resultaron heridas y una veintena de pequeños supermercadistas perdieron todo lo que tenían.

La madre

Se llamaba Carina Paz, y tenía 36 años. Según contó su hermano Ariel a El Ciudadano cuando ella estaba grave –pero aún con vida– en el Heca, poco o nada había tenido que ver con la escena en la que cayó herida. Es que el viernes pasado Paz volvía de trabajar. Se bajó del ómnibus en la parada de España y Kanthuta, a 30 metros del supermercado de España al 6300, y a no muchos más de donde vive. Ariel dijo que en ese momento su hermana vio a un grupo de personas frente al mercado y su sorpresa fue grande cuando vio entre ellas a su hijo. Decididamente se acercó para sacarlo de allí y fue lo último que hizo: en ese momento un balazo le impactó en el cráneo. Carina agonizó hasta ayer por la mañana, cuando murió.

No se necesitó una investigación minuciosa para saber qué había pasado. A las pocas horas de que Carina cayera gravemente herida, Carlos A., que es policía, se presentó en la comisaría, dijo que él había disparado, entregó su arma y quedó preso.

El agente

El policía vive arriba del súper saqueado: su propiedad tiene un local y se los alquilaba a los comerciantes. Y todo funcionó bien, hasta antes de esta Navidad.

Quien relató su historia es el abogado que lo defiende, Marcos Chela. Según dijo, cuando empezó el movimiento de personas intentado ingresar por la fuerza al súper, la mujer del policía se encontraba en su casa, con su hija de un año y siete meses en brazos. La beba padece leucemia, motivo por el cual el matrimonio viajó hasta la República China para hacerle un tratamiento. Mientras la mujer intentaba persuadir a los saqueadores, recibió un disparo en el brazo y el balazo hizo que soltara a su hija, que cayó al suelo. Su marido no estaba con ella: se encontraba en la calle y al ver que los saqueadores intentaban además derribar la puerta de su casa, disparó. En medio del tumulto, llegó un móvil policial: sus ocupantes dispersaron con balas de goma a los saqueadores.

Carlos A. pudo, por fin, ingresar a su casa. De inmediato comenzó a sacar las cosas de valor que tenía, para subirlas a su auto. Y en eso estaba cuando el grupo regresó. Desde la planta alta disparó al piso para dispersar a los atacantes, que ahora venían por el negocio y por su casa. Y en el intento de asegurar la salida a salvo de su familia y de él mismo, hirió de muerte a Carina Paz, siempre según esta versión. Más enardecido aún, el grupo ingresó en la casa y le robó absolutamente todo lo que tenía. Hoy el hombre está preso y su mujer duerme en su auto, en la puerta de otra casa, donde viven sus familiares. Perdieron todo: su casa quedó destrozada, el súper ya no existe.

La historia

Carlos A. está acusado por doble tentativa de homicidio, pero el abogado Chela insiste en que se trató de un caso de defensa propia. Que el policía siempre disparó hacia el piso, y no apuntó a los saqueadores ni siquiera cuando intentaban ingresar a su casa, con serio riesgo su mujer y su beba, que estaban dentro. Pero el súper arrastra otra tragedia, que también derivó en una muerte y con un saqueo en represalia. Todo ocurrió el 18 de junio de 2010. “Lo mataron como a un perro”. Eso fue lo primero que atinó a decir una de las primas de Emmanuel Carrizo, un pibe de 22 años que murió de dos tiros en la espalda en la puerta del súper. Los disparos salieron de la pistola 9 milímetros que portaba el custodio del lugar, un civil que vivía en el barrio y que hoy purga condena por ese crimen.

Apenas trascendió la muerte “del Ema”, los vecinos armaron una pueblada en la que saquearon el negocio, incendiaron el vehículo del custodio allí mismo, y caminaron dos cuadras para prenderle fuego a la casa.

El muchacho asesinado había ingresado al comercio, junto a su mujer de 20 y su pequeño hijo de dos años. Según relataron en aquel entonces varios testigos, el custodio del lugar observó que Ema guardaba un paquete de carne entre sus ropas y lo increpó. En medio de la discusión, el custodio golpeó al muchacho con un bastón y lo llevó a los empujones hasta la puerta del comercio. Pero el joven, que había dejado su moto en el garaje que hay en la entrada del supermercado, tomó dos cascotes de la calle y los tiró al techo del súper. Ya se había subido a la moto para irse, cuando se escucharon tres detonaciones. Con dos plomos en el cuerpo, Ema cayó con su moto en la zanja. Los vecinos lo llevaron a toda velocidad al hospital Roque Sáenz Peña, pero al entrar, el joven ya estaba muerto. Minutos después, el barrio era un infierno. “Le hizo devolver la carne, no sé por qué le disparó”, se preguntó un vecino que vivía en la misma cuadra del súper y vio a Emmanuel tendido en la zanja.

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