Por: Guillermo Griecco
Guillermo Moretti, vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) –ocupa el mismo cargo en la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe)– consideró que hay una reactivación dispar de la industria después de un año marcado por la crisis financiera y estimó que la economía nacional crecerá este año un 6 por ciento. Reconoció que a partir de 2002 el país optó por un modelo productivo que sostiene el actual gobierno, pero opinó que hay que ir más a fondo, con inversión y valor agregado para avanzar en la distribución de la riqueza. Moretti se encuadra con el sector de la UIA “que apuesta al mercado interno con intervención del Estado; los otros son liberales”, sostuvo en diálogo con El Ciudadano. Para el industrialista, “la sociedad no madura el proyecto de país que quiere”.
—Pese a los efectos negativos de la crisis, el año pasado la economía Argentina creció al 0,9 por ciento con relación a 2008. ¿Cuáles son las perspectivas para 2010? ¿Se observa una reactivación de la industria o se prolonga el estancamiento?
—No hay que mirar el pasado porque para este año las perspectivas del sector industrial son muy buenas. En algunos sectores la recuperación se da más acelerada, como en el caso del metalúrgico o el automotriz, que son los que traccionan, y en otros es más lenta. Nuestras proyecciones revelan que la economía del país crecerá este año a un 6 por ciento. Esta recuperación también se da en el sector de la construcción.
—¿Y cuál es el panorama para la provincia de Santa Fe?
—Santa Fe es una provincia con peso industrial. Acá también se estima un crecimiento del 6 por ciento para todo el año. El sector automotriz, los productores de hierro y acero y la construcción muestran signos de reactivación. Además, las proyecciones de cosecha de soja récord repercuten entre los fabricantes de maquinaria agrícola, en el núcleo de Las Parejas, Armstrong, en Casilda, teniendo en cuenta que Santa Fe es el principal productor de maquinaria agrícola del país.
—¿Esta reactivación industrial ya repercute en la generación de empleo o todavía es prematuro hablar de eso?
—Es prematuro hablar de creación de puestos de trabajo, aunque se irá dando. Nosotros calculamos que la recuperación del mercado laboral quedará reflejada con más fuerza a partir del segundo semestre del año. Pero por otro lado, hay que decir, como ya quedó demostrado, que crecimiento no es sinónimo de incorporación de mano de obra, como se daba antes de manera casi automática. Sucede que la alta tecnología ha desplazado mano de obra, y hoy el porcentaje de crecimiento no va de la mano con el porcentaje de creación de fuentes de empleo.
—Dentro del empresariado asoman dos proyectos contrapuestos: uno más mercadointernista, con un perfil desarrollista que busca agregarle valor a la producción; y otro que clama por la libertad de mercado sin intervención estatal…
—Este en realidad es un problema que atraviesa no a un sector del empresariado en particular sino a toda la sociedad argentina. No hay política que puede llevarse a cabo si la sociedad no madura el proyecto de país que quiere. Pero esto nos ocurre desde el año 1810 con sectores que siempre se reflejaron en el espejo europeo. Sectores que crecen, piden protección desde arriba y cuando están fuertes patean la escalera para que haya un Estado más débil y un mercado desregulado. Acá tenemos fabricantes de autos que en los 90 tuvieron que cerrar sus fábricas, y en 2002 regresaron. Sin embargo hoy hablan de las maravillas de los 90. Hay un proyecto de desarrollo industrial que no lo maduramos, como sí lo hizo Brasil, con un presidente sindicalista y un vice que es un destacado industrialista de San Pablo. Además, no hay que olvidarse que a fines de 2008 cuando estalló la crisis, y durante 2009, tanto en Estados Unidos como en países de la Comunidad Europea, el Estado intervino para ponerle freno al descalabro económico.
—No es nuevo en el país que los sectores más beneficiados por un proyecto económico se pongan en contra del gobierno que ejecuta ese proyecto…
—A partir de 2002, con la devaluación y un tipo de cambio competitivo, comenzó a darse en el país una recuperación que rompió con el corsé del uno a uno y dejó atrás la especulación financiera para apostar a un modelo productivo. A partir de ahí no hay un sector más beneficiado que otro, sino que el país en su conjunto se vio beneficiado. Yo no creo en la disyuntiva industria versus campo, sino que se complementan. Hoy uno de los principales problemas del mundo gira en torno al valor agregado, que no es otra cosa que la puja por la distribución de la riqueza. De nada sirve exportar materias primas, como hace Argentina, sin agregarle valor a la producción. El país exporta por un promedio de 850 dólares la tonelada, mientras que importa por 1.500 dólares la tonelada. Ese diferencial denota la falta de valor agregado a la producción. Hay que incorporar mano de obra calificada para conseguir movilidad social ascendente.
—¿Cómo conviven dentro de la UIA estos dos sectores antagónicos? ¿Hay debate interno?
—En la UIA están los liberales y estamos nosotros, los antiliberales que creemos en la intervención del Estado. Estamos repartidos en un 50 y 50. En nuestro sector están las industrias nacionales, y del otro están las multinacionales con algunas empresas nacionales. En cada reunión hay discusiones y debates profundos, pero los niveles de facturación de cada sector pesan. Si bien el debate trasciende lo económico y es más político, los niveles de facturación terminan influyendo en las decisiones finales.