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Pide justicia tras las rejas

Por Ana Laura Piccolo.- Mario Reynoso está purgando una condena a ocho años por la muerte de un joven que, en 2008, falleció por una complicación en una fractura expuesta en la pierna. Según los jueces, Reynoso atropelló a la víctima. Él lo niega.

Hasta los 36 años Mario Reynoso no podía quejarse de su vida. Vivía con sus tres hijos adolescentes, que se quedaron con él tras su separación, y tenía un buen trabajo que le permitía que no les falte nada. “Nunca jamás había pisado una comisaría, ni para denunciar el extravío del documento”, señala desde las sombras del penal de Ricchieri y Zeballos mientras relata como una pesadilla los cuatro años que lleva tras las rejas por un hecho que, asegura, no cometió: embestir con su vehículo, en medio de una gran reyerta callejera, a un muchacho de 20 años, quien sufrió la fractura del fémur y murió dos semanas después en un post operatorio. “Yo no choqué a nadie, al chico lo lastimaron los que lo golpeaban”, repite sin pausa mientras aclara que su condena a ocho años de prisión por homicidio simple la llevará hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos de ser necesario.

“Todo este tiempo me mantuve en silencio esperando justicia. Una justicia que no existe y se justifica sólo para los pobres, porque los verdaderos culpables nunca están en cana. Cada uno de los artículos del Código Procesal Penal es para ricos. Para los que no tenemos dinero no hay beneficios”, reclama Mario, que cumplió los 40 en el encierro, donde también se convirtió en abuelo con la pronta maternidad de su hija, que debió dejar al cuidado de su madre.

Una lista de minuciosos detalles sobre pruebas, peritajes, testimonios y valoraciones surge de la charla con Reynoso, que conoce casi de memoria los argumentos que esgrimieron los jueces para condenarlo. Uno a uno los discute como si estuviese frente a un tribunal, en un análisis que acusa las horas, meses y años que lleva detenido sopesando el precio de su libertad.

Tanto el juez de Sentencia de la 8ª Nominación de Rosario, Carlos Carbone, como la Cámara Penal de Venado Tuerto (conformada por Tomás Orso, Fernando Vidal y Carlos Chasco) entendieron que la mañana del 14 de diciembre de 2008 Reynoso subió su vehículo a la vereda con intencionalidad y atropelló a Lucas Ramón Cavallaro, un joven de 20 años que falleció 13 días después a raíz de las complicaciones de una quebradura de fémur. La circunstancia, según las pesquisas judiciales, fue una pelea entre un grupo de chicos que volvían de una graduación –en el que estaba la víctima– con otro más numeroso que lo persiguió para propinarle golpes. Los jueces indican que Reynoso apareció a bordo de su camioneta y la subió a la vereda con claras intenciones de atropellar a la víctima, situación que fue “nexo causal” de la muerte. “No puede dejar de analizarse que todo sucede en un momento de furia, amanecido el día”, dice la condena del juez Carbone tras meritar a favor del acusado su “educación”, “juventud” y  “dedicación a sus tres hijos y a su trabajo”; además de la “ausencia de antecedentes” penales.

Pero Reynoso insiste en que nunca fue escuchado y apela a que su primer abogado lo “arruinó”. Entre otras cosas, asegura que no conocía a ninguno de los dos grupos en riña y que fue atacado a priedrazos cuando conducía su 4×4, que sufrió destrozos en los vidrios. También que mordió el cordón de la vereda por accidente cuando “esquivó” a uno de los chicos que se le cruzó de repente por el medio de la avenida San Martín. Si bien Reynoso se ubica en le escena de la riña, niega enfáticamente haber atropellado a un joven, que según sus dichos fue víctima de una violenta “paliza” por parte de varios masculinos a metros del lugar. Para explicar los testimonios en su contra, tanto de la víctima como de sus tres amigos, asegura que fueron modificados en varias oportunidades: “Mi hipótesis es que lo golpearon y cuando fue al hospital o habló con la Policía lo avivaron de que denuncie choque para que lo cubra el seguro”. Y mientras ensaya otras respuestas que lo eximen de culpa se pregunta si no habrá sido una mala praxis (descartada por la Justicia) o si las personas que “golpearon” al joven amenazaron a testigos para quedar impunes. “Si yo hubiese querido causarle la muerte a una persona atropellándola delante de todos, le hubiese pasado el auto por arriba”, explica tras remarcar que el motivo del deceso fue una complicación “muy poco común” (trombosis grasa) 24 horas después de ser operado y 13 días después de la golpiza a raíz de una fractura en el fémur causada por un golpe fuerte y no por aplastamiento.

“Perdí el control de la camioneta y me subí a la vereda pero sin chocar a nadie”, repite Reynoso que además menciona pericias en su vehículo que, asegura, deberían haberlo “favorecido”, al igual que el testimonio de una empleada de la estación de servicio de la esquina del lugar que fue desestimado en el proceso judicial. “Para mi Carbone se pone del lado de la víctima, porque a la hora de tener en cuenta varias cosas de la causa, le da lugar sólo a las declaraciones de los testigos por parte de la víctima”, dice.

El fallo que cuestiona Reynoso fue confirmado “íntegramente” por la Cámara Penal, aunque todavía no está firme porque su actual defensa planteó un recurso de inconstitucionalidad para ir a la Corte de Justicia de la provincia. Al respecto, el interno exige un beneficio para “salir a trabajar”, porque ya cumplió la mitad de la pena en prisión y aduce que se lo niegan porque aún no está firme. “Me partieron al medio. Me mataron. Arruinaron a mis hijos”, lamenta tras sostener que seguirá reclamando justicia ante todas las instancias que le sean posibles.

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