José Ochoa fue pionero en la venta de libros usados en Rosario. En 1955, en calle Balcarce 472, abrió su primer local, al que bautizó sin medias tintas “Librería Balcarce”. Ochoa, a lo largo de 56 años, llegó a poner a la venta infinidad de libros, enciclopedias, revistas, discos, partituras, casetes, pósters, estampillas, monedas, billetes, postales, diapositivas, llaves antiguas, boletos capicúa, cajas de cigarrillos y sobres de figuritas; un galpón repleto de historia que desde hoy a las 9.30 comenzará a vaciarse por subasta. Ochoa falleció en julio de 2011 a los 79 años y su familia ya no puede seguir adelante con el negocio, ubicado en San Nicolás 650, donde su hija Eva, su nieto Nicolás y la cuñada Inés Scalice apuran los embalajes, arman paquetes clasificados por año de publicación, mientras los interesados revuelven en busca de algún numero de la revista El Gráfico o se sorprenden con la tapa de un viejo long play de La Carpa del Amor, con una irreconocible Graciela Alfano en tapa.
“Cuando la gente se enteró del material que teníamos para vender lo primero que voló fueron las historietas como las D’Artagnan, los Tony, Nippur de Lagash, Rico Tipo, Patoruzú, El Gráfico donde en tapa están Newell’s o Central, igual que las Sólo Fútbol… te diría que no quedó nada, lo mismo con las revistas Humor… volaron”, afirma Eva que recuerda de su padre José “el amor que le puso a esto, era una gran comprador y un gran vendedor”. Inés acota que trabajó junto a José en el local desde que tuvo que mudarse de calle Balcarce a España 566 y después a San Lorenzo al 1600: “Tenía locura por los libros y las revistas, era feliz cuando llegaba marzo, le daba trabajo a estudiantes y a los libros usados le agregó artículos de librería. Recuerdo que no le gustó cuando salió la fotocopia, la odiaba. En calle Balcarce había colas de una cuadra para comprar mapas, estampillas o monedas”.
Del centro a la Terminal
Los avatares de la economía volvieron a correr a José y tuvo que mudarse del centro a la zona de la Terminal de Ómnibus, zona no muy propicia para la venta y canje de usados. Su nieto Nicolás recuerda cuando lo acompañaba a Buenos Aires de pibe: “Era fanático de las estampillas y monedas, aprendí mucho con él, me enseñó a buscar monedas en los catálogos, pero en familia resolvimos terminar con el negocio”.
Las pilas de libros están clasificadas por tema. La parva de publicaciones de la década del 60 o 70, revistas de rubros de los más insólitos, libros escolares de todo tipo, irán hoy a remate y continuará el próximo sábado 23 y el sábado 2 de marzo. “En abril tenemos que entregar el local, si bien ya vendimos mucho aún queda bastante, los coleccionistas han encontrado aquí verdaderas joyas, incluso nosotros, acomodando y clasificando, hallamos Los tres reinos de la Zoología, editado en 1890, otro de 1880 sobre cosmografía que habla de la Tierra, ejemplares amarillentos de Caras y Caretas del 1900, Plus Ultra, o el primer número de la revista Hobby del año 36. Todo esto no se vende, me los quedo”, afirma Nicolás.
La hija de Ochoa, Eva, describe lo minucioso y obsesivo en el trabajo que era José. “Todo lo tenía clasificado, no se le escapaba nada, hay cajitas bien ordenadas, etiquetadas; me deba risa cuando algún empleado tardaba en buscar determinado ejemplar que un cliente preguntaba y papá le apuntaba el estante donde se encontraba, tenía todo en la cabeza”. El hombre no sólo compraba y vendía libros, después fue sumando colecciones insólitas como postales, cajas de fósforos. “Últimamente hasta las tarjetas de colectivo juntaba”, cuenta Eva.
Discos de pastas y CDs
En septiembre pasado comenzaron con la liquidación total por cierre, “pero no terminamos más, es impresionante todo lo que hay. Hay 20 mil discos de pasta, más de 16 mil long plays, 20 mil simples, tres mil casetes, más de dos mil CDs; libros, no te puedo decir cuántos hay, son pilas y pilas, el galpón completo. Fijate que él, con los libros, no tenía inventario porque los tenía en la cabeza”, apunta Eva, que ya donó libros a la Biblioteca Argentina y también libros de estudio a escuelas del barrio.
Muchos curiosos, buscadores puntuales de algún ejemplar atrasado y coleccionistas hurgan en busca de algún tesoro en formato de libro, revista o disco. “A fin de año se instaló un señor a leer revistas El Gráfico y separaba, separaba, se llevó los que tenían en la tapa a algún jugador de Newell’s o Central. Con los cómics pasó lo mismo, ya no quedó nada”, avisa Eva.
Sin embargo, un estante está repleto de historietas de “western” o novelas románticas, acomodadas en cajas. Afiches de la selección argentina del Mundial 78, Vilas y Clerc posando con sus raquetas, pósters y láminas de películas o viejas publicidades se amontonan en un rincón del inmenso local. Desde hoy, cuando el martillero Normando Giménez comience a subastar cada lote, un pedazo de historia de José Ochoa se irá para siempre a nuevos dueños que preservarán sus tesoros con la misma pasión.