La causa que investigaba la muerte de un chico en el Instituto de Recuperación del Adolescente Rosario (Irar), ocurrida hace 14 meses, fue archivada. El caso tuvo lugar a mediados de diciembre de 2011 cuando Jonathan Retamoso apareció con una sábana anudada al cuello y colgado de una pequeña mirilla de la puerta de su celda. Su madre sostuvo en ese momento que la muerte de su hijo no fue un suicidio aunque la investigación que llevó adelante el Juzgado de Instrucción de la 14ª Nominación determinó que no se detectó en el cuerpo de la víctima ningún signo de defensa que denote una agresión por parte de otra persona, y que las pericias realizadas determinaron que la muerte del adolescente fue autoprovocada.
Jonathan Retamoso tenía 16 años, vivía en situación de calle aunque en algunas ocasiones se quedaba en la casa de su madre. A pesar de su corta edad estuvo sindicado en varios hechos delictivos y el 7 de diciembre de 2011 fue nuevamente derivado al Irar acusado de abuso sexual agravado.
Según su mamá, el adolecente se encontraba rehabilitándose de una adicción en una granja de una localidad vecina y a raíz de una denuncia presentada por su suegra, por la supuesta violación a una de sus cuñadas, fue derivado al Irar
El adolescente se encontraba solo en una celda ubicada en el puesto 01, sector B del instituto cuando la mañana del 16 de diciembre de 2011 un oficial, que se disponía a abrir las celdas de las internos, observó que en el habitáculo de Retamoso había un trapo atado al barrote de hierro de la mirilla de la puerta y que el chico no respondía; cuando finalmente abrieron la puerta el adolescente tenía una sábana amarrada al cuello y se encontraba con las rodillas apoyadas en el piso.
Según los testimonios reunidos en la causa, la noche anterior Retamoso fue asistido por un dolor de muela y luego trasladado a su celda unipersonal donde no se lo escuchó quejarse, ni gritar. Uno de los internos refirió que nunca se vestía bien aunque esa noche sí lo hizo, y afirmó que el chico fue a la enfermería, luego se sentó a comer con el resto de los adolescentes mientras que el vecino de celda afirmó que no escuchó ningún ruido durante la noche.
La autopsia determinó que “los signos indicadores de asfixia revestían la característica de vitales”, lo que significa que fueron producidas en vida, y que tampoco existieron en el cuerpo signos de defensa compatibles con una agresión.
El forense concluyó que se trató de un presunto suicidio por ahorcamiento a lo que sumó que el peso del propio cuerpo pudo provocar el deceso, refiere el fallo.
Otro forense destacó que la víctima no presentaba signos de haber recibido golpes en la cara, ni heridas en el cuero cabelludo; sólo observó marcas de apoyatura en la cara interna de ambas rodillas mientras que la reconstrucción integral del hecho sostuvo la hipótesis del suicidio.
Por su parte, la madre de Retamoso refirió en su momento que el hijo tenía golpes en diferentes partes del cuerpo sobre todo en la cara y planteó su sospecha sobre un posible homicidio y refirió tener fotos que documentaban sus dichos, aunque nunca fueron aportadas a la causa “porque no confiaban en nadie” sostiene la resolución.
Terminada la instrucción la jueza María Laura Sabatier concluyó que la muerte del chico fue autoprovocada y que en dicha circunstancia no existió la intervención de otra persona.
Respecto de los dichos de la madre del muchacho refirió que no hay en el expediente prueba que otorgue sustento a dicha hipótesis y que el forense aclaró que no encontró en el cuerpo signos de defensa usuales en caso de agresión, por lo que dispuso el archivo de la causa debido a que el hecho al tratarse de un suicidio no constituye delito.