Ciudad

Todos tienen su lugar bajo la figura convocante de Ignacio

Por Santiago Baraldi.- Un encuentro único, en el que conviven vendedores y fieles con la certeza de que cada uno se lleva lo que va a buscar.


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“Esto no lo vi en 30 años que estoy acá: temprano, a las 5 de la mañana, ya estaba el padre Ignacio para dar la misa sólo para hombres, y nunca vi a tantos hacer la cola para esperar la bendición”, afirma Tomás, cuidacoches y mandamás de la cuadra que está frente a la parroquia Natividad del Señor, en el corazón de barrio Rucci. El barrio espera la Semana Santa y es una verdadera romería. Desde bien temprano los puesteros se instalan en la zona: levantan improvisados altares para ofrecer rosarios, denarios, estampitas, simples papeles con oraciones y medallitas, entre otras cosas. También están los que venden choripanes, por supuesto.

Los vendedores discuten y pelean con los responsables del local que está dentro del predio y que se adjudica la exclusividad. “Ustedes de acá para allá, por acá no quiero verlos”, vocifera una mujer retacona y con voz de mando que corre a un grupo que osa levantar un puestito. En la vereda, un hombre corpulento baja de su camioneta bidones para agua bendita, que venderá a 8 pesos cada uno. Calcula que en la jornada venderá unos 700.

Carlos es colaborador del padre Ignacio desde hace 20 años y habla con el conocimiento de experto: “Este año se espera más gente que lo habitual por el nuevo Papa, pero Ignacio ya tiene su propio público, sus fieles. Le he visto hacer cosas increíbles. Yo colaboro en los bautismos los días sábados, él les pone agua a los bebés en la cabecita. Un día que llegó una familia, Ignacio felicitó a una de las presentes y le apoyó su mano en el vientre. La chica no sabía que estaba embarazada y lloraba de alegría, nueve meses después llegó con su hijo para que lo bautizara…”.

Mientras Carlos relata la anécdota, con mucho esfuerzo ingresa Julio a la parroquia. Camina de rodillas. “Hace 25 años que este hombre hace lo mismo, por una promesa: se viene caminando desde la zona del casino, donde vive, y luego da la vuelta a toda la manzana de la parroquia de rodillas. No quiere que le hablen ni le digan nada”, apunta el colaborador del sacerdote más popular del país.

Julio, con signos de dolor, hace su última parada bajo la sombra de un árbol en busca de oxígeno y encara para el ingreso de la parroquia. En el interior hay rezando una docena de personas.

“Ignacio no se va”

A un costado, orgullosa, Silvia, otra de las colaboradoras de Ignacio, le pasa un trapo rejilla a los carteles indicadores que en un rato clavarán en distintos puntos del recorrido del Vía Crucis para avisar dónde se dará la eucaristía. “Son 14 estaciones y cada una tiene un significado. Sobre calle Berrini está la primera estación del Vía Crucis, donde Jesús es condenado a muerte, y así cada estación tiene un significado”, agrega la mujer, quien está junto al padre Ignacio “desde que llegó a Rosario, en el 77”.

Otro de los colaboradores aprovecha la presencia de la prensa para salir al cruce de la versión que se instaló en la semana sobre la posibilidad que Ignacio dejara Rosario. “Hay gente que dice cualquier cosa, inventan historias, hasta alguna vez quisieron decir que estaba enfermo. Es la misma gente que lo enferma con habladurías. Ignacio no se va y él mismo tuvo que salir a aclararlo, por eso la gente viene masivamente a Rucci”, afirma.

En la intersección del Camino de los Granaderos y Palestina se levanta el altar donde, ya bien entrada la noche, el padre Ignacio hará su aparición. La inmensa cruz de 12 metros, inaugurada ya hace poco más de seis años, será testigo de un momento de fe único. Se trabaja como en un recital, con “plomos” que corren de un lado a otro con handys en mano emitiendo o acatando indicaciones. Hay grúas que levantan enormes parlantes, se montan carpas y baños químicos. Se instalan los puestos del Sies, se acomodan ambulancias, todo se dispone a lo grande para estar a la altura de un encuentro multitudinario. Infaltables, también los cuidacoches desembarcan temprano y disponen conos anaranjados para marcar el territorio que le corresponde a cada uno. Pero un agente de tránsito les sale al paso: “Nada de conos, se ponen de acuerdo entre ustedes”.

Todo para los fieles

Hay rosarios de distintos precios: los de plástico cuestan 8 pesos; los de madera, 15, y los más caros están 30 pesos, son los que tienen aroma a rosa. Hace 16 años que Fabricio levanta su puesto en la misma esquina: en esta ocasión ofrece el almanaque con la imagen del papa Francisco, a 10 pesos, y el póster del sumo pontífice a 20 pesos. “Lo del papa suma, la gente está entusiasmada con el tema que es argentino, la verdad que hoy vendo más papa que Ignacio…”, admite.

Enfrente, dos mujeres están enhebrando con mucho cuidado las cuentas de madera para armar rosarios. “A las siete de la tarde no se puede caminar más por acá, en general vendemos todo y se espera más gente, calculo que vamos a vender más que el año pasado”, dice una de ellas, que llegó desde barrio Cristalería junto a su hija.

Tomás habla sentado en una reposera de lo que es el fenómeno Ignacio. “Si yo me pongo a hablar escribís un libro”, aclara con solvencia de experto. Y no se hace rogar, enseguida se larga a contar todo lo que tiene para un supuesto libro: “Acá caen todos, buenos y malos, viene el tipo de guita y el desesperado. El padre los recibe a todos. Si se tiene que ir a la cuatro de la mañana se va a las cuatro de la mañana. Cuando termina el Vía Crucis y todos ya se fueron, Ignacio viene a la iglesia a bendecir a los enfermos, a los que están en silla de ruedas. Los otros días llegó una combi y se bajó Carmen Barbieri con Matías Alé, y las bailarinas que venían con ellos se querían mandar sin hacer cola. Tuve que ir yo a decirles que no hay diferencias para nadie y, calladitos la boca, se fueron al final de la cola…”.

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