Iban 10m del segundo tiempo y se oscurecía el futuro inmediato de Newell’s en el partido. Después de arrancar dormido el complemento, apareció Gabriel Heinze de manera inesperada para revitalizar a Newell’s. Torpeza mediante cometió penal, vio la segunda amarilla y la correspondiente roja.
Aquello que empezó como acción desgraciada, porque la misma culminó en empate del pibe Botta, fue la vitamina emocional que necesitaba el equipo del Tata Martino para ganar un encuentro de la mano del carácter de sus futbolistas.
Lanús marcó el terreno y lo dejó a cinco puntos, antes de comenzar el juego. Nada se definía ayer, pero era natural suponer que debía ganar para no perderle pisada al Granate. Si bien mantuvo la línea trazada por el técnico, con centro neurálgico en la posesión de pelota, esta vez el equipo fue agresivo. No aburrió con la pelotita en su poder, buscó profundo y con gran decisión.
No fue la victoria más lucida, pero sí, por áspera, debe ser considerada como valiosa. Quedar con diez no lo achicó, Martino puso al pibe Ortiz para rearmar la defensa, y del medio para adelante Pablo Pérez se comprometió con el juego, el peruano Cruzado fue preciso desde su pegada y así consiguió acomodar un juego que venía complicado.
Otro detalle fundamental lo generó Santiago Vergini, venía de jugar muy mal en Paraguay, eso lo mantuvo caliente y su premio resultó inmenso, allanó el camino al triunfo con su cabezazo.
Una jugada despreciada por el Tata Martino terminó dándole la diferencia en el marcador, que luego fue rubricada con la joyita del mejor: Nacho Scocco, alguien que transitaba por una tarde regular, pero en su definición mostró la distancia que lo separa del resto de los jugadores. Velocidad, belleza y precisión, todo en un par de metros.